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sábado, octubre 5, 2024
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Vivir es un milagro

La confirmación de que se padece COVID-19 es un impacto anímico que por principio asusta porque no sabemos la vulnerabilidad del organismo ante una enfermedad nueva que te estrangula en días:

No sabes cómo vas a reaccionar en las próximas 168 horas, que son el periodo crítico y después a evolucionar hacia dónde. No sabes, aunque te lo imaginas, si llegarás al abismo del tanque de oxígeno, si los índices de oxígeno en sangre van a bajar a niveles de 70, 60, 50 o menos. La posibilidad de terminar en una cama de hospital para ser intubado y estar al borde de perder la vida, persiste. Es la incertidumbre la que, como flecha, te atraviesa el pensamiento de lo que no sabes qué pasará.

Sientes de repente un dolor de cabeza que, como roca, te pesa. Duermes fatal; es más, no duermes. No sabes por dónde llegó el trancazo, pero golpea. Sientes que toses y luego uno o más cuchillos te atraviesa los pulmones. La neumonía aparece en un grado que, si no se controla rápidamente, te colapsa el ejercicio -antes espontáneo, natural, poco apreciado e inconsciente de la respiración-, función que es un milagro.

Por fortuna, no pasé por el infierno de la intubación o la hospitalización, y gracias al Creador y sus ángeles que me cuidaron y lo siguen haciendo. Y quizá también, gracias a que tomé todo un año el dióxido de cloro, de manera preventiva. Sí, efectivamente, tomaba diariamente como agua de uso; un par de litros de agua donde diluía 20 mililitros de la sustancia.

¿Por qué lo hice? Fue una prevención de amigos médicos y testimonios de científicos que han apostado con este método para salvar vidas y prevenir el golpe del COVID que ha contagiado a  218,379,642 personas y costado la vida de 4,531,094 hasta el martes 31 de agosto, según la Universidad Hopkins https://www.worldometers.info/coronavirus/#contries

No sé si fue el deporte, el no fumar, la resistencia del organismo, o todos estos factores. Pero en plena cuarentena el médico especialista me recomendó tomar 30 mililitros, mezclados en cada litro de agua, un litro en la mañana y otro en la tarde. Separados antes y después de los alimentos por una hora, y sin tomar lácteos, cítricos o vitamina C, que hacen corto circuito.

Es el llamado protocolo para la primera semana; la segunda bajar a 20 mililitros; y la tercera 10 como medida preventiva permanente.

Esto lo hace uno bajo su entera responsabilidad porque la medicina tradicional no tiene la facultad o libertad de recomendarlo. Hay quienes afirman que sería un daño terrible a las poderosas farmacéuticas. Es todo un debate en proceso.

Fui muy afortunado, en una guerra sería semejante a un rozón de bala que te rompe la ropa y algo de piel. Relativamente hasta hoy ileso (o casi nada). Solo hubo dos días de cansancio; la pérdida de olfato y gusto que persiste en el día 13, desde la aparición de los síntomas de contagio. La lucha defensiva interna de sudoración mientras dormías, a tal grado que te despiertas en la madrugada empapado de sudor, un poco de tos, un poco de sangrado de la nariz en las mañanas, situación que se elimina al dejar de tomar anticoagulantes.

Pero en el camino de 13 días de encierro, me enteré de testimonios de personas que trabajan como auténticos héroes en el sector salud: médicos, enfermeras, trabajadores del hospital de los días negros; casi desfallecidos, asistidos de tanques de oxígeno, sin apetito, con enfermeros o familiares cuidándolos 24 horas por una o más semanas.

Permanecer con el miedo o terror de quizá no despertar del sueño de esa noche. De imaginar o pensar que llegó la hora de rendir cuentas al Señor, a la vida, a la familia o en lo que se crea y alucinando fantasías con dragones y monstruos en sus sueños.

El encierro de un mes con neumonía es el precio de no cuidarse con rigor, y uno mismo es el responsable de ello. Pero a veces se vuelve una bendición porque tienes tiempo de pensar, descansar, hacer ejercicio, organizar archivos, leer, escuchar música y reaprender la cocina, limpiar, ordenar espacios. Y aprender serenidad y paciencia.

 

M.C. Héctor Ramón González Cuéllar es académico del Instituto Tecnológico de Tijuana.

Correo electrónico: profe.hector.itt@gmail.com

Autor(a)

Héctor Ramón González Cuéllar
Héctor Ramón González Cuéllar
Héctor Ortiz Ramírez Héctor Ortiz Ramírez Hector O 37 cygnus9304@hotmail.com
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