No recuerdo si la primera vez que escuche el dicho de “Como Liebre Lampareada” fue de la voz de mi padre; la frase se quedó conmigo. Hoy resulta aplicable al caso Baja California. La llegada de Morena al poder en nuestro Estado se dio de manera un tanto obvia, era irremediable después del resultado del 2018 y así fue en las locales del 2019 y 2021. El mensaje del electorado ha sido contundente en las últimas tres elecciones: sufragio y confianza para el movimiento que encabeza el Presidente de la Republica.
Sin embargo, en Baja California el proyecto nació viciado de origen; sin visión ni ruta definida, su implementación quedó en manos del líder local de la quimera llamada 4T, el gobernador del Estado. Y éste demostró que por mucho repetir un mantra, el mismo no funciona si el ejercicio de gobierno va en su contra.
“No robar, No mentir y No traicionar” son postulados muy alejados a la función pública ejecutada por Morena en sus gobiernos municipales y estatal. Los obradoristas lo saben y de manera vergonzante lo callan.
Pero la dicotomía que genera el poder hegemónico actual en Baja California no sería extraordinaria si los contrapesos históricos no hubieran sucumbido de la manera en que lo hicieron. La oposición política y el empresariado organizado dejaron de ser diques y tope de un autoritarismo que ha llegado a niveles fascistas en nuestro Estado; como “liebres lampareadas” ante el acecho del cazador, se han quedado pasmados y no presa no son.
El silencio de estos contrapesos, necesarios y presentes siempre en todos los gobiernos recientes, han generado desasosiego en una sociedad que todos los días atestigua como la inseguridad, la violencia y el atentado contra la competitividad e inversión privada en el Estado ponen en riesgo el futuro y calidad de vida de sus familias.
El que Tijuana y Mexicali, según el propio Secretario de Marina, ocupen los números 1 y 23 respectivamente, entre la lista de los municipios más violentos del país, debió de haber generado una reacción social, política y de gobierno sin precedentes en Baja California; inclusive, desde el punto vista de unidad y empatía pública, una oportunidad para que el Poder Público asumiera su liderazgo y convocara en bloque a los bajacalifornianos a rechazar la violencia, exigir la intervención de la federación y resaltar los valores y principios que como sociedad nos caracterizan… Ni uno ni el otro.
Porque tampoco se levantaron las voces de quienes tienen la posibilidad de ser contrapesos ante la omisión de quienes nos gobiernan. Sí, ser parte de la oposición política en Baja California implica una obligación y una responsabilidad pública que no se puede abandonar por desinterés, complicidad o incompetencia. Sí, los sectores productivos organizados representan no solo interés de poder económico, sino a miles de familias de trabajadores que todos los días resienten los estragos del riesgo de rompimiento de un tejido social en sus escuelas, en el parque, en sus calles y colonias y hogar de sus hijos.
Baja California requiere equilibrios y balances para que el Poder concentrado tenga rumbo y retroalimentación constante para mejorar, no para detonarlo. No son suficientes las voces aisladas de algunos ciudadanos, periodistas, opositores o líderes empresariales, como únicos contrapesos ante la omisión o el abuso de poder en los temas torales que hoy nos afectan. La constancia, congruencia y disciplina de los contrapesos ausentes contribuirán a acabar con la indiferencia y generarán la unidad ciudadana que requerimos para que Baja California se aleje del riesgo de perderse y quedar en una anécdota de calidad de vida para nuestras generaciones futuras.
Héctor Ibarra Calvo es mexicalense; abogado postulante en materias administrativa, urbanística e inmobiliaria; socio director de ID Legal S. C.; catedrático de Amparo en Cetys Universidad; y Pequeño Empresario.
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