Desde el primer párrafo de “Crónica de una muerte anunciada”, el lector sabe que a Santiago Nasar lo van a matar, pero querrá saber el porqué del asesinato, pormenor que Gabriel García Márquez revela en la primera parte de la novela; mientras que el cómo sucedió el crimen es llevado por el novelista de Aracataca hasta las últimas páginas de la obra.
En “Crónica de una muerte anunciada”, “Gabo” cuenta el drama que vivió Ángela Vicario, quien “había sido devuelta a la casa de sus padres, porque el esposo (Bayardo San Román) encontró (en la noche de bodas) que no era virgen”, tal como se lee en alguna parte de la obra. Entonces, en “legítima defensa del honor”, Pedro y Pablo, hermanos gemelos de la novia veinteañera, se proponen matar a Santiago, a quien Ángela señala como su “autor” o “el causante del agravio”.
Basada en un hecho real ocurrido en 1951 en el entorno bastante conocido por un tal joven periodista de nombre Gabriel García Márquez que contaba con apenas 24 años de edad, la historia es novelada 30 años después, en 1981, por “Gabo”, quien para entonces ya era el célebre autor de obras como “La hojarasca” (1955), “El coronel no tiene quien le escriba” (1961), “La mala hora” (1962), “Los funerales de la Mamá Grande” (1962), “Relato de un náufrago” (1970), “Ojos de perro azul” (1972), “Cien años de soledad” (1967), “La increíble y triste historia de la Cándida Eréndira y de su abuela desalmada” (1969), “Cuando era feliz e indocumentado” (1973) y “El otoño del patriarca” (1975).
“Cuando ocurrieron los hechos, en 1951, no me interesaron como material de novela, sino como reportaje. Pero aquél era un género poco desarrollado en Colombia en esa época, y yo era un periodista de provincia en un periódico local al que tal vez no le hubiera interesado el asunto. Empecé a pensar el caso en términos literarios varios años después, pero siempre tuve en cuenta la contrariedad que le causaba a mi madre la sola idea de ver a tanta gente amiga, e inclusive a algunos parientes, metidos en un libro escrito por un hijo suyo”, contó Gabriel García Márquez a Plinio Apuleyo Mendoza en “El olor de la guayaba” (La Oveja Negra, Diana, Suramericana, Bruguera, 1981).
Tal como sucede repetidamente en la novela, García Márquez contó a Apuleyo que en realidad Pedro y Pablo no querían matar a Santiago Nasar (más bien se sentían obligados a cumplir el “horrible compromiso que les ha caído encima”, como diría un personaje en la novela):
“Sin embargo, la verdad de fondo es que el tema no me arrastró de veras sino cuando descubrí, después de pensarlo muchos años, lo que me pareció el elemento esencial: que los dos homicidas no querían cometer el crimen y habían hecho todo lo posible para que alguien se los impidiera, y no lo consiguieron. Es eso, en última instancia, lo único realmente nuevo que tiene este drama, por lo demás bastante corriente en América Latina”.
Por qué y cómo sucedió el crimen en la novela, es lo que mantiene en vilo al desocupado lector, que querrá saber los pormenores del final del desdichado Santiago Nasar:
“Una causa posterior de la demora fue de carácter estructural. En realidad, la historia termina casi 25 años después del crimen, cuando el esposo (Bayardo San Román) regresa con la esposa repudiada (Ángela Vicario), pero para mí fue siempre evidente que el final del libro tenía que ser la descripción minuciosa del crimen”, confesó “Gabo” en “El olor de la guayaba”.
Gabriel García Márquez es autor de varias obras maestras. Quizá sólo después de “Cien años de soledad” y “El otoño del patriarca”, le seguiría, en maestría, “Crónica de una muerte anunciada”, donde prevalece la ficción hiperbólica de “Cien años…” y en la que abunda el tiempo en forma de espiral de “El otoño…”, sobre todo cuando el narrador y los gemelos anuncian constantemente que a Santiago Nasar lo van a matar.
Con un tiraje de un millón 50 mil ejemplares, “Crónica…” fue publicada en abril de 1981 simultáneamente por Editorial La Oveja Negra en Colombia, Diana de México, Suramericana de Argentina y Bruguera en España.
A diferencia de las primeras ediciones rústicas bastante frágiles de “Cien años de soledad”, editadas entre 1967 y 1969, o “El otoño del patriarca” de 1975, cuyos ejemplares se deshojan fácilmente al leerlos, “Crónica de una muerte anunciada” fue presentada al mundo a través de una edición impecable, elegante: cartoné azul marino con su respectivo guardapolvo.
Lo demás es historia para fortuna de la literatura universal. Al siguiente año, en 1982, “Gabo” ganó el Premio Nobel de Literatura. Y en 2021, para conmemorar 40 años de “Crónica de una muerte anunciada”, Editorial Diana publica una edición para coleccionar, también empastada, sobria, como la primera edición.