Señor Presidente Andrés Manuel López Obrador:
Antes de reducir las pensiones y/o salarios a un Maestro analice las consecuencias de sus actos.
La bandera política que enarbola la 4T, de reducir pensiones y salarios a los Maestros de Baja California, que somos un aproximado de 50 mil (entre Maestros federales y estatales), ha provocado crisis emocionales y hasta quitado el sueño a más de uno.
Francamente, no me explico por qué joderles la vida a los trabajadores, especialmente al Magisterio estatal y nacional. Si no hay dinero, pues busquen hasta debajo de las piedras… En nuestro caso, toda una vida estudiando licenciaturas, maestrías, doctorados, para promovernos en “carrera magisterial”, y de esta manera tener un salario digno para mantener a nuestras familias… y que de un plumazo nos lo quiten. Eso, con todo respeto, es una bajeza.
No somos “aspiracionistas”, somos pueblo que, con trabajo, esfuerzo, esmero y dedicación obtuvimos un título profesional para dejar la ancestral pobreza. Los hijos del jornalero, del obrero, del pequeño comerciante, enfermera, empleadas domésticas y trabajadores en general; lograron, gracias a sus padres, cursar estudios en una Escuela Normal.
Y hoy que, después de 30 o 40 años de esfuerzo y duros estudios, usted y la Suprema Corte de Justicia nos arrebatan lo que con miles de sacrificios hemos logrado… eso no es nada digno de un Presidente, que se presume -o intenta- proyectar una imagen humanista de su gobierno y la 4T.
El salario y/o pensión de los Maestros debe ser suficiente para que pueda satisfacer sus necesidades básicas, académicas, de recreación, etc. No me gustaría verme nuevamente como “mil usos”, vendiendo Tupperware, cobijas, bolsas, burritos y demás (que son trabajos muy dignos, cabe aclarar); ni me gustaría ver tampoco a los jóvenes maestros haciéndolo, para fin de completar el gasto familiar.
Lo anterior sería un gran retroceso. Y me manifiesto en contra de esa política, señor Presidente.
Al Maestro se le deben brindar las herramientas laborales necesarias y estímulos económicos suficientes, para que desarrolle de forma eficiente y profesional su práctica docente. Alguien que vive en la miseria económica y social, difícilmente tendrá la paz mental necesaria para educar al más bello y preciado tesoro de nuestro país: las niñas, niños y adolescentes de México.
Antes de perjudicar a su pueblo, recuerde que los Maestros somos pueblo, y por nuestra sangre corre la insurgencia que hizo de nuestro país un México mejor.
Atentamente,
Profr. Francisco Heredia Guzmán,
Secretario de Trabajo y Conflictos de Jubilados SIGGA, región Tijuana.
Tijuana, B.C.