Conzultoría Matrimonial y Familiar
Este 17 de julio mi querido Andrés cumple 32 años, y espero festejarlo como él se merece y de acuerdo a sus deseos (a su hermana será después, por estar fuera de la ciudad); aunque de momento no podrá ser con fiesta y todos sus amigos, por el problema del COVID-19, que parece ser cierto que está en aumento y no hay por qué arriesgarlos.
¿Por qué todo un artículo para felicitar a Andrés?, porque él es el amor de mis amores; es un joven que se ha ganado mi amor y de todos los que lo conocen, desde sus hermanos, primos, amigos, parientes, maestros y la gente que lo conoce.
Se han de preguntar alguno de mis dos que tres lectores por qué tanta emoción y manifestación de amor, pues porque Andrés es un joven lleno de amor, inocencia y un sonriente joven Down; sí, es un joven con Síndrome Down, que llegó a mi vida con muchas interrogantes.
Me explico: cuando los doctores, ginecólogo y pediatra, me llamaron saliendo de la sala de cirugías (cosa rara porque no es así siempre), y fue para decirme que precisamente Andrés había nacido con Síndrome Down, aunque no así su hermana cuata, de inmediato les pregunté “¿y eso por qué?, ¿qué es?”, y créanme, no supieron responderme, simplemente que tenía ese síndrome, sin más explicaciones.
Un choque tremendo saber que había nacido con ese síndrome y no saber lo que era… Pues a investigar, y así empecé hacerlo, Mientras, su mamá no se daba cuenta de ello; ella feliz con sus cuates, emocionada porque por fin había acabado el martirio de la maternidad, sin darse cuenta de la condición de Andrés, hasta que al término del primer mes se les llevó con el pediatra a revisión normal, donde éste se atrevió a decirle la condición de Andrés. Resulta inexplicable la escena. Lágrimas salieron a relucir, que hasta el pediatra se contagió, y ya consciente y medio relajada, ella dice que no le importa y abraza a Andrés y a su cuata muy fuerte, como muestra de su amor de madre.
Y así fue pasando el tiempo, preguntando aquí y allá cómo se atendía ese síndrome, en qué consistía, preguntando a especialistas y científicos cómo tratarlo, cómo cuidarlo. Hasta que aparece una amiga que era terapeuta física y le empezó a dar intervención temprana, que consistía en ejercitar todo el cuerpecito de Andrés, darle firmeza y consistencia a sus músculos, lo cual le ayudó enormemente, que hoy parece que hace pesas, un cuerpo que hasta yo le envidio (sus brazos, sus piernas, en fin), y así fue creciendo con ese tipo de atención.
Jugar futbol, participar en carreas, empezar a llevarlos a escuelas propias de su edad desde bebés; asistir al kínder junto a su hermana hasta los primeros años de primaria, donde ya después no quisieron aceptarlo; y empezar a llevarlo a centros psicopedagógicos propios para ellos, y que de acuerdo a su condición y edad fuera ir aprendiendo como si estuviera en una escuela.
Claro, la enseñanza y aprendizaje diferente; afortunadamente hizo la primeria y secundaria en un CAM (no me acuerdo qué quiere decir), que son escuelas especiales para jóvenes con discapacidad tanto física como mental, y terminando su escolaridad llevarlo de nuevo a centros psicopedagógicos para seguir recibiendo atención y en alguna forma educación de acuerdo a su capacidad. Pero viene la pandemia y a tener educación virtual por Internet, donde solo aguantó hasta finales del 2020; ya era mucho esfuerzo para él, aun cuando maneja bien la computadora.
Andrés es un joven que a cada momento muestra amor, saluda de beso y abrazo. Entonces cómo no he de dedicarle estas letras a ese hijo maravilloso; sin demeritar a mis otros hijos que también los amo, pero que me demuestran su amor a su manera, mientras que Andrés lo hace como se los he dicho.
Importante fue y es tratarlo igual que a sus hermanos, sin muchas consideraciones o más atenciones. Dicen por ahí que son unos ángeles… lo he confirmado, por eso Dios me lo mandó.
El Lic. Roberto Bautista es terapeuta de parejas con maestría en Mediación.
Correo: bautista46@hotmail.com