México acaba de vivir un capítulo inédito en su historia política, luego de que se desarrollara una jornada electoral sin precedente, en la cual los votantes tuvieran la oportunidad de elegir representantes populares, a saber, gobernadores, diputados federales, alcaldes y diputados locales.
En términos generales, a nivel nacional acudimos poco más del 50% de quienes, según el padrón electoral, teníamos derecho a votar.
En el plano bajacaliforniano, fuimos, en promedio, el 37% de los registrados en dicha base de datos.
De entrada, los porcentajes llaman la atención con focos rojos, puesto que hacen ver que, sobre todo en el estado más al noroeste del país, volvió a ganar la apatía con un aplastante y lamentable 63%.
Lo anterior genera la primera respuesta a la interrogante con la que inicia esta colaboración: Tras la elección… ¿Qué sigue? Pues que las instituciones públicas y privadas desarrollen nuevos y mejores esquemas, mediante los cuales se incentive la participación ciudadana en el ejercicio de un derecho y el cumplimiento de una obligación tan importante como es la de votar.
El resultado de una elección es la combinación de muchos elementos, entre los que se encuentran principalmente cuatro aspectos. Los primeros tres serían los candidatos, la campaña y el rol de los partidos políticos y de las autoridades.
Pero hay un cuarto elemento que siempre se pierde en el ruido de los otros tres. Este es el caso de la voluntad de los votantes para hacer el esfuerzo de tener vigente su credencial, de interiorizarse del trabajo gubernamental, del contenido de las campañas y de la oferta proselitista, así como de algo esencial: hacerse presente en la urna el día de la elección,
Aunque llegado el momento, deberán de atenderse de nueva cuenta los tres primeros puntos comentados. Lo que sigue a partir de ya, es que el ciudadano, en calidad de autodidacta o como producto del fomento público a la cultura de la participación, tenga otro comportamiento en la próxima elección.
Independientemente de qué candidatos resulten ganadores en las elecciones, cuando el porcentaje de votación es bajo, el perdedor es el ciudadano que no votó.
Pasando a la segunda respuesta a la pregunta inicial, lo que sigue es que los candidatos ganadores preparen no solo el evento de toma de protesta, sino la mejor integración posible de sus equipos de trabajo, con los cuales será necesario revisar concienzudamente las promesas de campaña y la forma en que se podrán materializar las esperanzas que depositó en ellos cada uno de los votantes, incluso las de los que no votaron y hasta las de los que votaron en contra. El ejercicio de gobierno debe de ser para todos, factor que también incide en que los ciudadanos acudan a las urnas.
En paralelo, otra respuesta de lo que sigue es que oportunamente se formen los equipos que representen a quienes están por concluir su gestión y a los que asumirán un cargo público, a fin de que se cumpla con las formalidades de ley y para que quien arribe, no lo haga a partir de cero; tanto porque es importante que desde el principio tenga el mejor desempeño posible, como porque lo último que merece la población es que los asuntos oficiales se empantanen con motivo de la transición gubernamental.
En este rubro quedaría una figura especial en el caso de los futuros regidores y legisladores (tanto estatales como federales), quienes deberán aprovechar adecuadamente el tiempo disponible para formarse en técnicas legislativas, y sobre todo para organizar prioritariamente los temas que corresponden a su competencia, en el orden en que se han venido dando los reclamos de la sociedad.
Todo es cuestión de saber, tras la elección… ¿qué sigue?
Alberto Sandoval ha sido educador de adultos, profesor de bachillerato, catedrático universitario, conferencista, deportista, servidor público y activista ciudadano.
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