Violentos, pendencieros y encarcelados, los hermanos que fueran miembros del Cártel Arellano Félix pagan sus excesos en prisiones federales y se encuentran enfermos. “El Cris” está inmovilizado de sus piernas y tiene dificultad para mover la mano izquierda; “El Teo” padece las secuelas de la trombosis de 2017 y el infarto cerebral de 2018; “El Viejo” sufre de hernia inguinal y “El Chiquilín” continúa su tratamiento de obesidad grado III. Los García Simental hacen responsables de su salud o de su muerte a médicos de los Cefereso
Los años han transcurrido y, a pesar de encontrarse privados de su libertad, uno purgando su condena, otros en espera de sentencia, los estragos de la conducta criminal de los hermanos García Simental, conocidos como la familia de “Los Teos”, perdurará por generaciones.
Secuestros, tráfico de droga, homicidios, desapariciones y decenas de huérfanos, son las huellas indelebles de su violencia en Baja California. Sin embargo, esa vida desenfrenada y los excesos, también les han cobrado factura a los cuatro hermanos: Marco Antonio “El Cris”, Diego Eduardo “El Teo”, Eleazar “El Viejo” y José Manuel “El Chiquilín”, todos ellos, presos en diversos centros penitenciarios. Se encuentran enfermos, obesos y en riesgo de perder la vida, según sus propios reclamos de atención médica y los informes de autoridades carcelarias.
Emulando los pasos de su fraterno “El Cris”, los demás García Simental militaron en el Cártel Arellano Félix (CAF) y fueron subiendo de rango conforme sus propios consanguíneos caían en manos de las autoridades. Múltiples son las batallas entre narcotraficantes y contra las autoridades en las que participaron, sobre todo en la primera década del Siglo XXI, cuando podían presumir su juventud, la adrenalina y el falso poder que proporciona la ilegalidad.
Ahora, ya en edades maduras, Marco Antonio se encuentra inmovilizado de sus piernas por un padecimiento de nervio ciático; Teodoro sufrió un infarto cerebral y trombosis de la que apenas se va recuperando; Eleazar no supera una hernia inguinal y José Manuel padece de obesidad grado III. Por si fuera poco, varios de ellos han sido trasladados por diversos reclusorios del país, en un régimen de máxima seguridad.
Durante el año en curso, “El Cris” y “El Teo” ya se han hecho presentes en Juzgados, suplicando ser atendidos de sus males, pues argumentan que las autoridades de las prisiones no les proporcionan la atención médica debida y especializada, mucho menos les dotan de los medicamentos o dietas prescritos en sus expedientes clínicos, por lo que hacen responsables de su salud, y en caso de muerte, a directivos y médicos de sus respectivos penales.
Por su parte, las autoridades penitenciarias destacan las carencias que se tienen en el sistema y de la dificultad para excarcelar a los presos de máxima seguridad para llevarles ante instituciones de salud externas o permitir el ingreso de especialistas particulares, aun con costo a los internos, debido al alto riesgo de que ocurra alguna incidencia negativa, como podría ser una evasión de presos, homicidios o alguna otra.
FALSA MUERTE
El reclamo más reciente corrió a cargo de Diego Eduardo García Simental, alias Teodoro García Simental “El Teo”, quien el 2 de marzo último, redactó de puño y letra a un Juez de Amparo en la cédula de notificación: “Señor Juez, solicito que envíe los oficios al Comisionado del Órgano Desconcentrado de Prevención (y Readaptación Social) y al director del CEFERESO 1 ‘Altiplano’ a fin de que se me brinde la atención medica en nutriología”.
“El Teo” aseguró al juzgador que el 31 de enero de 2021 “me fue cambiada la dieta que tengo prescrita por neurología y medicina interna, ya que el 15 de marzo 2018 sufrí un infarto cerebral, y a consecuencia, me quedaron fuertes dolores de cabeza a los que ellos llaman cefaleas de por vida y con el cambio de dieta estoy con hambre todo el día y por consecuencia fuertes dolores de cabeza y no puedo dormir.
“Y aparte soy diabético e hipertenso por lo cual tengo el temor fundado de que me dé otro infarto cerebral o una descompensación por falta de alimentos, por lo que cual esto es tortura, lo cual (sic) temo perder la vida a consecuencia de lo manifestado y/o quedar con alguna discapacidad motriz”, reiteró el también apodado “El Tres Letras”.
Para finalizar su redacción, Diego Eduardo sentenció: “Hago responsable a la nutrióloga y la Jefa de Servicio Médico (se omite su nombre), joven, y quien resulte responsable. Y para verificar mi dicho, ofrezco como prueba mi expediente clínico que se encuentra en el Penal Federal número 1 ‘Altiplano’ y solicito se le solicite el mismo”.
Lo anterior forma parte del juicio de amparo 481/2020 del Juzgado Octavo de Distrito en Materias de Amparo y Juicios Federales en el Estado de México. La demanda de garantías en su origen era contra un posible traslado, pero fue ampliada por la situación médica.
Aprehendido desde inicios de 2010, “El Teo” ya cumplió más de once años privado de su libertad. Tiene 43 años de edad y su estado de salud se ha deteriorado después que el 30 de septiembre de 2015 fue trasladado al Centro Federal de Readaptación Social (Cefereso) Número 11 en Hermosillo, Sonora, como medida de seguridad por la fuga de Joaquín “El Chapo” Guzmán dos meses antes. Tras una lucha jurídica, pudo regresar a Altiplano a principios de 2017.
En el mismo año, Diego o Teodoro advirtió en cédulas de notificación sentirse mal y que no le hacían caso las autoridades, hasta que, desarrollada una trombosis, tuvo que ser intervenido quirúrgicamente el 4 de octubre. Fue sometido a dos heridas inguinales, siéndole colocadas dos mallas dentro del estómago. Sus males continuarían en los meses siguientes, al grado que, en noviembre de 2018, luego de un infarto cerebral, fue trasladado de urgencia a un hospital de Toluca, Estado de México se anunció falsamente sobre su presunto deceso.
“MALA PATA”
No menos tortuoso ha sido el transitar de Marco Antonio García Simental, el hermano mayor, conocido también con el nombre apócrifo de Mario Alberto Rivera López “El Cris”. Él tiene más de 16 años preso en penales de máxima seguridad. Desde que fue detenido en junio de 2004 tras una balacera en su residencia de Tijuana, donde fueron capturados tres de sus seguidores, su esposa, su suegra y otras dos mujeres, fue internado en el Cefereso Número 1, entonces llamado La Palma.
“El Cris” se encuentra privado de su libertad en el Cefereso CPS Número 18, en Ramos Arizpe, Coahuila, desde el 4 de agosto de 2020, cuando fue remitido en un traslado masivo porque se está aligerando la población del penal de Almoloya de Juárez que probablemente este año cerrará sus puertas y será desincorporado del Sistema Penitenciario Nacional, como ya ocurrió con las prisiones federales de Puente Grande, Jalisco y Huimanguillo, Tabasco.
Desde finales de 2019, Marco Antonio empezó a sentir molestias en caderas y piernas, hasta que al iniciar 2020 sintió dificultad para levantarse y caminar. Estos padecimientos los manifestaba a las autoridades del reclusorio para que le brindaran atención médica especializada, pero al sentirse ignorado, decidió tramitar un juicio de amparo (366/2020) ante el Juzgado Noveno de Distrito en Materias de Amparo y Juicios Federales en el Estado de México.
En su demanda, “El Cris” se quejó de falta de suministro de medicamentos, así como la negativa de las autoridades de ordenar los estudios necesarios para diagnosticar el padecimiento del cual se dolía. El juez solicitó informes a los directivos penitenciarios, quienes negaron el acto reclamado, argumentando que se le daba consulta y las medicinas recetadas. El preso contradecía esos dichos, pero ya no podía hacerlo directamente en el locutorio de Juzgados porque cada vez le costaba más trabajo desplazarse.
En junio de 2020, solicitó al juez que le hicieran las notificaciones en su celda, debido a la inmovilidad que comenzó a experimentar en sus piernas. También pidió que le brindaran atención de un médico especialista en sistema nervioso y una resonancia magnética, que le suministraran medicamentos, pues uno de estos lo tuvo que comprar su familia y solo se lo habían inyectado una sola vez. En julio, el preso ya no acudió a notificarse.
“Su señoría estoy mal (…) Sigo igual con parálisis en las extremidades inferiores y dolor en piernas y espalda, lo cual no me deja dormir y ando irritable y con los nervios destrozados. Y estoy padeciendo de alergia a los alimentos ocasionado por la sintomatología que estoy padeciendo. Ya tengo alergia al pollo, mortadela, atún, y varios alimentos más. Me dice el área médica que un nutriólogo me atendería desde principios de julio pero hasta el día de hoy tampoco ha sucedido”, señaló a finales de ese mes. En su expediente clínico ya figuraba su padecimiento en el nervio ciático.
El Juez de Amparo advirtió que se trataba de una urgencia médica, cuya falta de atención oportuna sometía a la parte quejosa a un dolor físico y/o estado patológico que “pudiera tener consecuencias irreversibles en su salud o la pérdida de su vida”, por lo que instó al personal penitenciario brindarle los cuidados necesarios.
Sin embargo, el 4 de agosto fue enviado al nuevo penal de Coahuila, de donde se sigue expresando a través de exhortos.
Desde el Cefereso 18, Marco García detalló en septiembre que se le paralizó la mano izquierda y teme que se trate de una enfermedad degenerativa, por lo que solicitó sea devuelto al penal Altiplano. Acusó que no le han hecho la resonancia magnética y “temo por mi vida, no hay médico, no hay oficiales, hay un oficial por cada cuatro módulos, así como tengo dolor de espalda, la luz encendida día y noche, pasan ocho listas al día, cinco listas extraordinarias, tengo costras en la cabeza por estrés, tengo hambre, es muy poco alimento”. Luego vendría el invierno a menos de 10 grados Centígrados en su celda, según su dicho.
ENFERMEDADES
Ezequiel García Simental “El Viejo” o “El Abuelo”, quizá el menos conocido de los hermanos, fue detenido en Tijuana en 2005 junto con otros sicarios del CAF.
Inicialmente estuvo recluido en el penal de La Mesa, pero después de los violentos motines de 2008 fue trasladado al Cefereso Número 1 Altiplano, donde se rencontró con su fraterno “El Cris” y dos años después volvería a ver al “Teo”, al que le dio la bienvenida.
Durante sus primeros años de encierro, “El Viejo” arrastró una lesión producto de un disparo de arma de fuego en una pierna, propinado por la Policía durante su captura. Eleazar era violento. El día de su captura sobre el Bulevar Sánchez Taboada, al parecer bajo los efectos de sustancias tóxicas, empuñaba una subametralladora Uzi. Uniformados habían recibido varios reportes de robos a mano armada, entre estos el de una mujer de la tercera edad minusválida, en una silla de ruedas.
Fue en 2018, tras 13 años de encierro, cuando “El Abuelo” se quejó de problemas para respirar. Le diagnosticaron sinusitis. “Requiero urgentemente de una cirugía de nariz, por falta de oxígeno al respirar”, señaló el interno.
También aseguró sentir dolores intensos en el abdomen bajo e inflamación protuberante en la ingle derecha. Le detectaron hernia inguinal y los médicos recomendaron proporcionarle alimentos adecuados, suficientes y saludables de acuerdo a sus padecimientos. El tiempo ha pasado y “El Viejo” se duele de que todo sigue igual para él.
Su hermano menor, José Manuel “El Chiquilín”, detenido el 9 de febrero de 2010 junto con Raydel López Uriarte “El Muletas”, también ha transitado por la enfermería, los Juzgados y cuatro centros penitenciarios federales: Cefereso Número 3 en Matamoros, Tamaulipas; el Número 4 en El Rincón, Nayarit; el 14 en Gómez Palacio, Durango; y el Cefereso 7 en Guadalupe Victoria, también en Durango, donde actualmente se encuentra.
En 2010, “El Chiquilín” y otros presos en Matamoros, entre ellos Manuel Garibay Espinoza “El Meño”, “El Muletas”, Octavio Cortés Velázquez “El Chino Fugas”, Jorge Alberto Mendoza González y Rodolfo Ibarra López, se quejaron de la negativa del reclusorio de venderles productos para su higiene personal, para el aseo de la celda y sus ropas, así como de alimentos chatarra y otros objetos.
Los reos promovieron un amparo, pero la mayoría se desistió ante posibles represalias. Manuel García Simental siguió hasta el final, pero las autoridades penitenciarias acreditaron que tiene prohibida en su dieta de reducción de peso el tipo de golosinas que reclama, debido a que padece obesidad grado III. El mismo trato se le dio en el resto de las prisiones por las que ha pasado, donde también han tenido que atenderle sus enfermedades derivadas de su exceso de kilos.