“Cuando vamos a la iglesia y escuchamos las santas palabras, nos damos cuenta de que todos tenemos el mismo valor delante de Dios y de que Nuestro Señor Jesucristo vino especialmente por los sencillos y humildes. Pero cuando salimos nos damos cuenta de que no es así en realidad… Por eso sentimos que están separados, la Fe y la Vida”.
-Mensaje de los indígenas de América Latina al Papa Juan Pablo II, Izamal, Yucatán, 1993.
El escritor bolchevique Machovec afirmaba que “lo que los comunistas reprochamos a los cristianos no es el ser seguidores de Cristo, sino precisamente el no serlo”.
Otro filósofo, Kierkegaard, consideraba que su trabajo de escritor se relaciona con el cristianismo, con el problema de “llegar a ser cristiano”, con una polémica directa o indirecta contra la monstruosa ilusión que llamamos cristiandad, o “contra la ilusión de que en un país como el nuestro (Dinamarca) todos somos cristianos”.
Es célebre la frase de Mahathma Gandhi: “Admiro a Cristo, mas no a los cristianos”. Y los cristianos podríamos revirarle al inolvidable yoga que lo admiramos a él, mas no a los hindúes, y menos a los terroristas sijs. Así las cosas, sigue en pie la pregunta sobre Jesús.
El padre Martín Descalzo en su obra Jesús de Nazaret, considera como dos mil años después de su vida, muerte y resurrección; se siguen escribiendo anualmente dos mil volúmenes sobre su persona y su doctrina. “Su historia ha servido como inspiración para al menos la mitad de todo el arte que ha producido el mundo desde que Él vino a la tierra. Y cada año, decenas de miles de hombres y mujeres dejan todo -familia, costumbres, patria- para seguirle enteramente, como aquellos doce primeros amigos”.
¿Qué tiene ese hombre muerto, que a todos los hombres inquieta? Es que está vivo. De ahí la encuesta realizada en Polonia por un semanario católico sobre la cuestión “¿Quién es para ti Jesucristo?”, obteniendo respuestas como: “Era uno de los nuestros”, dijo un obrero; o según los jóvenes: “Jesús invade mi vida”, “Sé que me ama”, “lo veo en cada hombre”, “Me ha enseñado a amar”, “Mi Cristo, el que oye y responde”, “Lo leo en los hombres”, “Cristo -no son meras palabras- es mi vida”.
Si uno quiere conocer a Jesús, ahí está la Sagrada Escritura o la Biblia, fuente esencial de la vida de Cristo, a la que se refería san Jerónimo, patrono de los biblistas. “Desconocer las Sagradas Escrituras, es desconocer a Cristo”.
Jesús mismo plantea a sus amigos un par de preguntas: “¿Quién dice la gente que soy yo? Y ¿ustedes quién dicen que soy?”. Los no cercanos a Jesús lo conocen distorsionadamente, no saben bien quién es. Y sus amigos saben quién es. Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios.
En un mundo donde mueren 35 mil niños al día por hambre, enfermedades, abortos (un mundo “superseguro de sí mismo”), en países como USA hay millones de infectados por SIDA. En diversos países, millones de personas viven con menos de un dólar al día. Como en México, donde el salario mínimo es de menos de 100 pesos al día, y un diputado o senador gana casi 150 mil pesos de aguinaldo. Esa “estrella -diría Martín Descalzo- sigue estando en el horizonte del mundo. Tal vez hoy esté más que nunca. Esta es una generación que busca a Cristo. Tal vez la estrella ha vuelto a aparecer en la noche de este nuevo siglo XXI. Bien podría ser que estos años por eso estamos todos tan inquietos. Estamos tan necesitados del amor al estilo de Jesús”.
Jesús -escribe el Papa Benedicto XVI- no aparece como un hombre genial con sus emociones, sus fracasos y sus éxitos, con lo que (como personaje de una época pasada) quedaría a una distancia insalvable de nosotros. Se presenta ante nosotros más bien como “el Hijo predilecto”, que, si por un lado es totalmente Otro, precisamente por ello puede ser contemporáneo de todos nosotros, “más interior en cada uno de nosotros que lo más íntimo nuestro”. (San Agustín, Confesiones, III, 6,11; Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, p 47)
Germán Orozco Mora reside en Mexicali.
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