La tierra de mis padres
la llevo en mis pestañas,
en la piel de mis zapatos
y en el sudor de mi frente
que corre por mi rostro
como el agua de la acequia
en temporada de lluvia.
La gente de esos lares
es muy trabajadora,
honesta y amigable,
de buenos sentimientos,
despiertan con el alba
y recorren los barbechos
igual que el sol en las alturas.
Dios del Cielo los contempla
amoroso desde el risco
porque admira el paraíso
en medio de la sierra
perfumada por pinos
y acariciada por el arroyo
que salpica agua bendita.
La fe que no termine
y tampoco la esperanza.
El águila real vuela bajo el cielo
y en forma de cruz va y viene
como hacen los ancianos
en la frente de los chicos
que la bendición les piden.
La tierra de mis padres
recuerdo con cariño,
lugar de gente amable
que siempre están dispuestos
a brindar su mano amiga
donde tañen las campanas
y se estremece el corazón.
Lourdes P. Cabral
Febrero de 2021
San Diego, California