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jueves, febrero 15, 2024
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Hasta nunca (espero) Trump

El miércoles pasado inició un nuevo capítulo en la historia moderna de los Estados Unidos. Por un lado, Donald Trump dejó la presidencia de manera atropellada y, por otra parte, en medio de esperanza e ilusión asume Joe Biden.

El ahora expresidente Trump se va como inició, es decir, sembrando odio y división en el país más poderoso del mundo. Fueron cuatro años de afanarse en buscar pleitos y sembrar rencores, queda claro que nunca entendió su rol de mandatario. Intentó gobernar solo con aquellos que son sus seguidores y rechazó cualquier propuesta diferente a la suya, por más interesante o positiva que está fuera.


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Aun así, la elección de noviembre pasado la perdió por un margen muy estrecho; su discurso excluyente y sectario tuvo un gran eco en el norteamericano tradicional que culpa de todos sus males a los migrantes y gente de color. Un porcentaje altísimo de los estadounidenses piensan y actúan como Trump, lo cual significa una amenaza para el nuevo gobierno y para todo aquel que opina que es mejor mantenerse unidos.

Difícil saber con exactitud cómo fue la relación entre Andrés Manuel López Obrador y Donald Trump. Lo cierto es que cumplimos algunos de los caprichos más exigentes del mandatario estadounidense, como fue detener en la frontera mexicana con la Guardia Nacional a migrantes centroamericanos que intentaban cruzar la frontera del norte.

En el gobierno de López Obrador nunca vimos un solo reclamo ni algún posicionamiento en defensa de nuestros connacionales; lo único que sí vimos al final de la era Trump, fue a la autoridad mexicana desesperada por gestionar la libertad del exsecretario de la Defensa Nacional en época del priista Enrique Peña Nieto, General Salvador Cienfuegos. Es evidente que solo ante la presión del Ejército, el Presidente actuó firmemente.


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¿Qué esperar del Gobierno de Joe Biden? De entrada, tiene dos enormes retos: el primero de ellos es enfrentar con decisión la pandemia del Coronavirus y sus efectos en salud y economía. Es importante señalar que se verá hasta cierto punto favorecido con el tema de las vacunas, ya que, a diferencia de Trump, arribará a su mandato con una solución que ya está en marcha. La clave para su gobierno será acelerar este proceso en el menor tiempo posible. El reloj está corriendo.

El otro reto que tiene enfrente es herencia de Trump: un país dividido, con odio y resentimiento. No es nada sencillo gobernar con la mitad de tu país, que piensa diferente y que estará expectante a los errores que se cometan. La única manera de ganarse la confianza de los estadounidenses será con políticas públicas que verdaderamente beneficien a quienes han sufrido más durante esta crisis generada por el COVID-19.

Por paradójico que sea, su margen de maniobra será muy estrecho, pero si logra sacar de esta situación de manera oportuna a los norteamericanos, será oxígeno para su administración.

La relación con México parece iniciar con más dudas que certezas. El gobierno de López Obrador no se siente cómodo con Joe Biden, su apuesta era -por mucho- Donald Trump.

Ojalá y por el bien de los mexicanos podamos tener una interlocución fuerte, positiva y hasta amable con el nuevo gobierno de los Estados Unidos. Sigo pensando que ser vecino de un país tan poderoso es una bendición, aunque no se aproveche de la mejor manera.

Nuestro país tiene retos por delante, como el asunto de la adquisición de vacunas; no estaría mal apalancarnos con el gobierno de Joe Biden y entender de una vez por todas la relevancia de fortalecer lazos con Estados Unidos. Seguro de algo servirá.

 

Alejandro Caso Niebla es consultor en políticas públicas y comunicación. Socio fundador de CAUDAE. @CasoAlejandro

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