Así como yo me encuentro
se encuentra la sociedad;
mucho chisme, no es verdad
que sea tanta la mortandad.
Se olvidaron los cárteles
ya no hay muertos ni balazos,
no hay besos, ya no hay abrazos
ni relajo en los burdeles.
Y aquí me tienen sumido
como rata en su agujero
sin recibir al viajero
de miedo al coronavirus.
Traigo cubierta la cara
como cualquier delincuente;
así convive la gente
sin cruzar una palabra.
Si lo miro, es de reojo,
no quiero ni platicarle;
que no vaya a contagiarme
o me pegue el mal de ojo.
Esta historia ya famosa
invadió toda la tierra;
no se mira, pero aterra,
es pandemia desastrosa.
Que dicen que la inventaron
unos malvados cristianos
por activad a malsanos
negocios que fracasaron.
Que el petróleo está bajando,
que los árabes tan locos;
y por si fuera poco,
México nomás milando.
Ya basta de conjeturas,
de diatribas y coloquios;
vamos a volvernos locos
confinados a la holgura.
La ciudad está desierta,
no hay ni un perro que te ladre,
no hay carro que pite y ande,
es ciudad casi ya muerta.
Todos están encerrados
a la voz de naiden salga,
so pena que a vos les caiga
la chota y muchos soldados.
Un pueblo pa’ qué lo quieren
si respira soledad,
¿qué trama la autoridad
que no dicen los que mueren?
Por ocho tú multiplica
la cantidad de enfermos;
te dará cuántos muertitos,
Pitágoras certifica.
¿A quién le voy a creer?
¿Qué está pasando en el mundo?
¿Por qué a este virus inmundo
no se le puede vencer?
Un microscopio agente
que provoca enfermedades,
reside en profundidades
de la sangre del paciente.
Está progresando el comercio
con esta estrategia viral;
el patrón, que es un vival,
de ganancias trae buen tercio.
Yo preguntando a no sé quién
a estas horas quién es
el mero-mero del mes
que al toro toree muy bien.
Alberto Torres B.
Tijuana, B.C.