“Dios te dé el frío conforme a la ropa”.
-Dichos Alteños.
¡Que la Iglesia Hable! es una colección de documentos sobre el tema de las relaciones Iglesia-Estado, libertad religiosa, etcétera.
Lo preparó la USEM (Unión Social de Empresarios de México), en el contexto de las Reformas Constitucionales al Artículo 130, entre la candidatura y la presidencia del licenciado Carlos Salinas de Gortari.
En las reformas participaron personajes como el Dr. Ignacio Burguoa Orihuela y Luis Reynoso Cervantes, Doctor en Derecho Canónico y en Derecho Constitucional, respectivamente; miembros del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, entre ellos el Dr. Jorge Carpizo McGregor y Sánchez Magadains, los grandes juristas de México, Jesús González Schmall, abogado de la UIA, y muchos más.
Durante una semana en el auditorio de la Facultad de Derecho de la UNAM (1993), se debatió y se habló de Derecho a la Libertad Religiosa, incluyendo a Francisco Ruíz Massieu y José Luis Soberanes, muchos doctores en Derecho. Fue una cátedra de Derecho aquel espectáculo jurídico.
Mientras cientos de religiosas -motivadas por el arzobispo y Nuncio Apostólico Girolamo Prigione- oraban por aquellos cambios legislativos, los doctorados en derecho compartieron posturas, e incluso ironías y mofas entre ellos.
Con su puro y su hermosa voz catilinaria tipo romana, el inolvidable abogado Ignacio Burguoa descubrió en el Constituyente de Querétaro, del original de 1917, las reformas y el mismo Artículo 130 firmado por el Presidente Carranza y dos que tres diputados liberales.
Fulminante como siempre lo fue, el Dr. Burguoa, de quien lleva su nombre el Colegio de Abogados de Baja California, tras revisar personalmente el 130 constitucional, formuló esta conclusión inolvidable: es un artículo espúreo, ridículo, obsoleto y antilaico.
Y se fue por partes. Espúreo: porque lo hicieron al vapor, como las leyes bonillas. A oscuras, rápido, sin consultar; solo unos cuantos, y rápido lo firmó don Venustiano en 1917, y así quedó hasta 1993 que se reformó.
Ridículo: porque cómo se atribuía el gobierno (1917-1993) poner un sacerdote por cierta cantidad de habitantes; lea usted la Constitución antes de las reformas e imagínese al doctor Ignacio Orihuela riéndose a carcajadas irónicamente con su gruesa voz: “¡Dígame usted qué sabe el gobierno de las necesidades espirituales de los fieles o creyentes!”. Y más se reía el eminente jurista al recordar que textualmente el 130 obligaba a que los ministros de culto debían ser de origen mexicano: “¡Imagínese usted, un Hari Krishna; ¿lo sacará usted de Huixquilucan o Cuajimalpa o qué?!”.
La ridiculez en su máxima expresión por atribuirse los gobiernos cosas que no conoce y no le corresponden; alguien ha propuesto que, al estar cerradas las iglesias en Baja California, pues los ministros de culto rentarán casinos o cines o una tienda de conveniencia para celebrar sin violentar la ley estatal, metida en los asuntos federales que corresponde a la Secretaría de Gobernación y Asuntos Religiosos.
Obsoleto, diría el Dr. Burguoa, porque ciertamente -y más allá de las pestes y pandemias- la gente sigue peregrinando por millones no solo a la Basílica, sino al Pichón, a San Juan, a Talpa, a Itzamal, San Javier, Loreto, Tototlán, Chalchihuites, San Cristóbal… a donde no peregrina el pueblo mexicano. El Artículo 130 prohibía las manifestaciones públicas de fe, por eso el licenciado Salinas de Gortari y los legisladores y juristas promovieron su derogación. Porque al pueblo le prohíben con leyes, pero con el corazón peregrina. El hombre para la ley o la ley para el hombre.
Antilaico era el Artículo 130, reformado en 1993, porque no era para normar, sino para perseguir la Fe Católica Cristiana de los fieles; el gobierno no es el Estado, el pueblo es el Estado. El gobierno es la burocracia, que se debe al pueblo.
Don Abelardo L. Rodríguez, en su informe administrativo del entonces Distrito Norte de la Baja California (1926) le expresaba al Presidente Calles-Obregón: “en Baja California, el elemento clerical está controlado”. Expulsó a los chinos metodistas (de la Chinesca de Mexicali), a todos los hermanos cristianos del Estado, y aprovechando la recta le aplicó el 33 a los fundadores del primer templo de Mexicali: a los italianos Juan Rossi y César Casataldi, sacerdotes del Seminario de Misiones Extranjeras de Roma. Los mexicalenses tenían sus sacramentos en Calexico con el padre Gabino García; otros en San Ysidro o en San Diego, California, donde vivieron exiliados y ya convertidos al catolicismo los mismísimos perseguidores Plutarco Elías Calles y Abelardo L. Rodríguez.
Será cierto lo que dice el Nobel mexicano Octavio Paz: ¡La Virgen de Guadalupe ha hecho más por México que todos los políticos juntos!
Germán Orozco Mora reside en Mexicali.
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