Sería -o será- ofensivo usar esta palabra en este mes 12 y final del año. No se puede pronunciar tal palabra, por lo que aqueja a este mundo pandémico desde marzo de 2020. Han muerto más de un millón de humanos por coronavirus, y hay muchos núcleos familiares incompletos, y con ese sentimiento herido, enmarcado por siempre, por un familiar fallecido por coronavirus, y escuchar o querer pronunciar tal palabra que debía ser suave, hoy rige la tristeza, soledad, nostalgia, dolor e infelicidad.
Si el coronavirus vino del murciélago, comercializado en Wuhan, China, allí está la desobediencia y la sentencia del todo poderoso y creador Dios. El murciélago es animal impuro, y no debemos comerlo, pero la desobediencia y la caza cruel y furtiva de animales del reino animal terrenal, ha marcado al ser humano, y estamos pagando un costo alto, caro y mortal por no obedecer la ley escrita.
En China tiene muchos dioses terrenales (Buda, el dragón, la luna, el sol, el taoísmo, Pu-Tza, Lui-Sin, Cang, Ts’Ao Kuo-Chiu, Chung Li Chu’an, Ho Hsiang-Ku, Han Hsiang-Tzu, Lan Ts’Ai-Ho, y más. Y por pasar y darles mayor credibilidad a estos dioses, descuidaron al dios verdadero, y que nos dejó un escrito inspirado por más de 40 hombres que conocieron de Él (Jesucristo) y se escribió la ley terrenal. Fue descuidada, y hoy se puso de manifiesto con coronavirus, así como antes, en 19980, el sida (según vino del mono).
Por eso no es grato decir estas palabras que conmemoran un año más de Jesucristo, de su estancia en la Tierra. Su vida, su herencia, la ley y obediencia, que hoy un mundo desobediente tiene a sus habitantes con pandemia, crimen y demás aberraciones que desembocan el crimen.
La Navidad nos la heredó Dios para recordar el nacimiento de su hijo en el pesebre, allá en Belén. Vivir en el margen de la ley divina, la que ha sido violada y traicionada.
Necesitamos orden, ley más buscada por el hombre (la Biblia) … y quizá viviéramos mejor. Por eso, “Feliz Navidad” no me atreveré a decir, aunque haya nueva normalidad en todo el mundo.
Mejor 2021, ¿si queremos?
Atentamente,
Leopoldo Durán Ramírez.
Tijuana, B.C.