12.6 C
Tijuana
sábado, febrero 17, 2024
Publicidad

Blancornelas, 23 años

“Es interesante la cultura de los ZETA; son como una tribu los periodistas del Semanario. Son un grupo unido, obviamente con sus diferencias y todo. Tienen una cultura muy propia. El hecho de haber sobrevivido y aguantado tantos atentados, y de tener esa cultura de admirar a sus héroes, a sus mártires, ha creado una cultura muy propia”.

-Productor Bernardo Ruiz, 14 de febrero de 2012, VICE News, gira de promoción del documental “Reportero”.


Publicidad


 

Como periodista, José de Jesús Blancornelas fue reportero y directivo en El Mexicano en Tijuana, La Voz de la Frontera en Mexicali, El Imparcial en Sonora, el ABC en Tijuana y desde el 11 de abril de 1980 codirector de ZETA. Las áreas de investigación y seguridad nacional en México como el CISEN, lo catalogaron como una amenaza en 1969 y le abrieron un expediente en el que lo reportaron como miembro de grupos comunistas y guerrilleros; como servidor de los intereses de la burguesía pro imperialista; y finalmente como uno de los pocos periodistas talentosos, viril… y muy honesto en su profesión.

El 14 de noviembre, Blanco hubiera cumplido 84 años, pero el hubiera no existe; en lugar de un festejo de cumpleaños, el 23 de noviembre recordamos los 14 años de su fallecimiento, que fue resultado de una enfermedad que minó la capacidad de uno de sus pulmones. Y el segundo no fue suficiente, porque un grupo de homicidas del crimen organizado se lo habían lesionado en un atentado perpetrado el 27 de noviembre de 1997.


Publicidad

 


Justo este viernes se cumplen 23 años de aquel ataque que le dio al cofundador de ZETA un nuevo nacimiento, y cambió la vida de los periodistas integrados al consejo editorial y al cuerpo de redacción que encabezan Adela Navarro y René Blanco desde febrero de 2006.  Ese fue el momento en que la segunda generación de reporteros de este Semanario, se enfrentó de cara a la realidad de los riesgos del oficio, y al compromiso que representa el ejercicio de un periodismo de investigación y análisis, libre, crítico, contestatario, antigobierno y antioficialista.

En noviembre del año 2000, Blanco recordó el ataque y escribió lo que vivió aquella mañana de 1997: “Cuando el joven aquel bien vestido empezó a tirotearnos, apuntó primero a Luis, que en lugar de sacar su arma, frenó y metió reversa rápidamente. Me aventó al piso de la camioneta cuando yo estaba tieso viendo al asesino. ‘Agáchese!’, gritó. y su mano salvadora me lanzó al hueco bajo la guantera, donde el motor me protegía como escudo”.

“Hincado, puse mi cabeza de lado izquierdo sobre el asiento. Entonces vi a Valero soltar el volante y doblarse hacia mí. Alcancé el radio conectado a la central de ZETA y de mi casa. Pedí auxilio. ‘Nos están disparando cerca de la casa del Meñín’, un gran amigo de mi hijo René y estimado por nuestra familia. Vi cuatro, seis, y no se me olvida, hasta ocho hoyos sangrantes en el pecho de Luis. Doblándose, todavía me dijo trabajosamente ‘cuidado señor, cuidado’. Un par de balas alcanzaron de rozón mi mano derecha. La tenía a centímetros de mi cara. La sangre salpicó mis lentes. Y entonces, doblándose, la cabeza de Luis quedó junto a la mía. De repente sentí como si me hubieran pegado con un garrote en la espalda. Me sofocó. La respiración se me dificultó. Creí que en cualquier momento dejaría de hacerlo. Murmuré: ‘Dios mío, en tus manos encomiendo mi espíritu’. Pensé en mi familia. En la familia de Luis. En el periódico. En mis compañeros. Todavía le pude decir a Valero‘Aguante Luis, aguante, ahorita vienen por nosotros’”.

“El traca-traca terminó. Un silencio sentí como jamás. Oí un rechinar de llantas. Supuse que los pistoleros huían. Escuché una sirena a lo lejos y cada vez más cerca hasta aturdirme. Alguien abrió la portezuela y me gritó: ‘¡Manos arriba! ¡Arriba las manos!’. Era un paramédico”.

Una escolta de agentes ministeriales, bajo el mando del ex procurador José Luis Anaya Bautista y que cuidaba al comunicado, se retiró días antes para que, ese jueves, el periodista y su escolta fueran emboscados por un grupo de matones del Barrio Logan, al servicio de los hermanos Arellano Félix. Luis Valero perdió la vida, Blanco sobrevivió con cuatro balazos en el cuerpo y David Barrón Corona “El C.H.”, uno de los encargados de ultimarlos, fue asesinado por sus compañeros en el fuego cruzado y lo dejaron en la escena.

El resto de los homicidas fueron identificados por la Procuraduría General de Justicia del Estado: Alberto González Ortega y Fabián Martínez “El Tiburón”, ya muertos;  Adelaido Reyes y Alfredo Araujo Ávila “El Popeye”, detenidos por otros delitos y probablemente liberados; Alejandro Weber Barrera, Michael Anthony Jarboe, e Isaac Guevara Hernández, con paradero desconocido durante los último 23 años;  José Alberto Márquez Esqueda “Bat”,  detenido y extraditado a Estados Unidos, condenado en noviembre del 2011 en aquel país a cadena perpetua por conspiración para distribuir metanfetamina; y Marco Antonio Quiñones “El Pato”, el único detenido y acusado formalmente del ataque al periodista y su escolta, quien fue exonerado por el Juzgado Sexto de Distrito en Toluca el 23 de agosto de 2013.

Cinco presidentes, seis gobernadores con sus respectivos procuradores, y ahora un Fiscal, han pasado sin que la justicia que se prometió aquel 1997 llegue para la familia Blanco y Valero, por una sencilla razón publicada por Don Jesús hace 20 años: “Todo mundo sabe cuántos y cómo se llaman los que dispararon. No es un secreto quién ordenó hacerlo. No creo que sean incapaces para capturarlos. Ni que tengan miedo. Son de los mismos”.

Progresista, siempre adelantado a su tiempo, a Don Jesús no lo vemos desde el 2006; pero los integrantes del consejo editorial nos seguimos preguntando: ¿qué pensaría?, ¿qué diría?, ¿qué haría?, ¿qué escribiría?

A finales de los ochentas, porque así lo decidió Blanco, ZETA fue uno de los primeros medios bajacalifornianos en abrir sus puertas a los estudiantes de comunicación; entonces él, contador de profesión, se convirtió en el mejor maestro de periodismo de la región a fuerza de conversaciones, de llamadas de atención, preguntas constantes, discusiones… pero sobre todo de ejemplo.

La familia ZETA sabe la piel, sudor y sangre que nuestro codirector- y sus compañeros- pusieron en este proyecto; por eso seguimos reclamando justicia, exigiendo la captura y castigo de los homicidas que participaron en aquel ataque hace 23 años. Y decidimos continuar honrando su vida, como lo hemos hecho cada día de los 14 años que se cumplieron de su partida, esforzándonos por mantener un periodismo cercano a la sociedad, alejado de intereses económicos, de los grupos de poder y del gobierno, nadando contra corriente, “libres, como el viento”.

Autor(a)

Rosario Mosso Castro
Rosario Mosso Castro
Editora de Semanario ZETA.
- Publicidad -spot_img

Puede interesarte

-Publicidad -

Notas recientes

-Publicidad -

Destacadas