Con casi 50 mil decesos, a partir del 30 de julio de 2020, México se instaló en el tercer lugar de la lista de países con más muertes por COVID-19 en el mundo. Y esta semana, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) consideró que será durante el mes en curso cuando el país alcance su tope en el número de contagios.
“Se deben implementar medidas más eficaces de distanciamiento social”, aconsejaron.
En ese contexto nacional, Baja California sigue ocupando el tercer lugar en casos de contagios en el país, pero el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell Ramírez, decidió bajar el índice de riesgo bajacaliforniano a semáforo Naranja en esta entidad. Lo hizo con base en números oficiales, pero irreales, ya que el gobierno de BC sigue sin incluir los enfermos atendidos por Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) que, de acuerdo con estadísticas previas en las que sí los sumaban, representan el 75% del total, lo cual significa que las cifras que se publicitan son apenas una cuarta parte de los casos.
Entonces, si el 5 de agosto reportaron 87 casos nuevos, al sumar los números del IMSS, la cifra real sería alrededor de 341 personas contagiadas en un día. Si embargo, los números más pequeños generan una falsa e irresponsable sensación de inseguridad entre los gobernados.
La buena noticia fue que, enterado de la realidad, el gobernador Jaime Bonilla Valdez decidió que la entidad permaneciera en semáforo Rojo. La mala noticia es que de poco sirvió el color, porque en medio de este panorama de contagio, el Estado inició la reapertura de sectores sin tener una lista de requisitos específicos, transparentes y medibles que permitan a los afectados solicitar el reinicio de actividades en igualdad de circunstancias. Y a la opinión pública, entender por qué tal o cual reapertura es necesaria o justificada, lo que ha resultado en una nueva realidad que se parece mucho a la antigua: calles llenas de gente, vialidades colapsadas en horas pico, playas y restaurantes llenos en fin de semana.
“No tenemos un criterio o reglas específicas por sector, no tenemos un manual para decir quién va abrir hoy, quién va abrir en quince días. Lo que sí hemos estado haciendo, es vigilando que los lineamientos que establece el Consejo de Salubridad General se cumplan y se superen. La verdad es que, en lo personal, odio la discrecionalidad porque se presta a muchas cosas, pero en este caso, puede que a lo mejor nos esté beneficiando, porque hay actividades que el Estado ha considerado esenciales y el Consejo de Salubridad General no necesariamente lo ha considerado esencial”, afirmaría a ZETA el titular de la Secretaría de Economía Sustentable y Turismo, Mario Escobedo Carignan.
Entonces, considerando las afectaciones económicas, los negocios reabren a pesar de vivir una época con alto índice de contagio.
Cada apertura se la informan al subsecretario López-Gatell, “pero todo lo demás es responsabilidad del gobernador, y estamos evaluando las reactivaciones con los alcaldes”, aseguró el secretario.
Sin embargo, lo cierto es que no todos los munícipes están participando. Los alcaldes de Ensenada y Mexicali, Armando Ayala Robles y Marina del Pilar Ávila Olmeda, ambos calificados por el ingeniero Bonilla como merecedores de la candidatura a la gubernatura de BC, sí han sido consultados pese a que aún no han sido capaces de reducir los contagios en sus territorios.
Pero esto no sucede con Zulema Adams en Tecate, municipio al que el mandatario estatal ni siquiera visita, y menos después del enfrentamiento político con la alcaldesa. Mientras que el alcalde de Tijuana, Arturo González, quien tampoco está en el top de las estimas electorales del gobernador, se entera de la reactivación de los sectores a través de los boletines.
Como el gobierno de Andrés Manuel López Obrador advirtió que en las reaperturas lo único que no pueden negociar son los criterios establecidos por la Federación el 27 de julio para el retorno de las personas vulnerables, y el hecho de que el sistema escolar no regresa hasta que el semáforo esté en Verde, en BC, sin reglas claras, todo lo demás ha quedado sujeto a la voluntad de la autoridad estatal.
De acuerdo con versiones del secretario de Economía, lo que analizan son los protocolos propuestos por los sectores, las condiciones en que operan, las posibilidades de contagio, brotes o rebrotes, la cantidad de empleos y la inversión que representan, lo esencial que puedan ser para el Estado y para cada municipio.
Pero en la nueva realidad, el gran problema es que una vez abiertas, algunas de esas empresas tienen poca observación de los protocolos y medidas sanitarias que se comprometieron a respetar, como ya lo ha acusado el director de la Comisión Estatal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Coepris), David Gutiérrez Inzunza, tras sancionar a algunos hoteles y restaurantes.
Entonces, aunque aseguren poder verificar el cumplimiento de las medidas sanitarias que es parte importante de los requisitos de apertura, el hecho es que el Estado autoriza los reinicios a sabiendas que ni las direcciones de Reglamentos Municipales, ni la Cofepris o la Secretaría del Trabajo, tiene personal suficiente para verificar.
Reinician actividades conscientes de que la ciudadanía no ha sido educada para respetar estas medidas de sanidad, y lo han visto después de cuatro meses de supuesto “aislamiento social”. Como Estado, solo han sugerido y advertido, sin implementar medidas eficaces de distanciamiento que hayan tenido un impacto positivo en la movilidad de los bajacalifornianos.
A la fecha Escobedo Carignan ha asegurado que, pese a los contagios, no ha habido rebrotes relacionados con el reinicio de sectores. Pero estas palabras solo podrán sustentarse cuando los informes de las autoridades locales vayan más allá del 25% de la incidencia de COVID-19 que es atendido por la Secretaría de Salud de Estado.
El IMSS es el responsable de atender a los 990 mil empleados formales que tiene registrado BC, carga con el 75% del trabajo contra la pandemia. Está claro que cualquier informe o análisis que no considere su incidencia, puede hacerse bolita y tirarse en el cesto de basura.