“No se plantan semillas de comida. Se plantan semillas de bondades.
Traten de hacer un círculo de bondades, éstas los rodearán y los harán
crecer más y más…”. Irena Sendler (1910-2008).
Oscar Schindler salvó de la muerte a mil judíos que trabajaron en su fábrica, hoy museo Schindler en Cracovia, Polonia.
En Varsovia, Irena Sendler salvó de la muerte a más de 2, 500 niños judíos. Murió a los 98 años de edad el 12 de mayo de 2008.
Como Simon Wiesenthal, Irena Sendler no se consideró a sí misma una heroína o algo extraordinario, al final de sus días lamentaba no haber podido hacer más por las víctimas del holocausto.
En 1999 la historia de Irena Sendler, polaca originaria de Varsovia, comenzó a conocerse gracias a unos alumnos del Instituto de Kansas, U.S.A., en relación a su trabajo final sobre personajes del Holocausto. Sorprendidos por el dato de haber salvado a 2,500 niños.
Al buscar su tumba descubrieron que lo de su muerte era inexacto. Ella vivía en un asilo del centro de Varsovia, había sido enfermera del departamento de Bienestar Social en 1939.
En 1942 al crear los nazis el ghetto de Varsovia, Irena, horrorizada por la situación en que allí vivían, se asoció al Consejo para Ayuda de Judíos, elaborando cientos de documentos falsos con firmas falsificadas dándoles identidades temporarias a los niños judíos.
Irena Sendler, coordinando personas de los centros de Bienestar Social, comenzó a sacar a los pequeños en ambulancias como víctimas de tifus, usando lo que estaba a su alcance para esconderlos y sacarlos del ghetto de Varsovia, utilizó cestos de basura, cajas de herramientas, cargamentos de mercaderías, sacos de papas, ataúdes.
Dicen que Irena, viviendo en tiempos de la guerra pensaba en los tiempos de paz para esos niños judíos. No quería solamente salvarlos sino que viviesen con su identidad auténtica. Para ello creó un archivo donde registraba los nombres de los menores y sus nuevas identidades.
En trocitos de papel anotaba los datos y los guardaba en botes de conserva que luego enterraba, sin que nadie sospechase, así guardó el pasado de 2,500 niños, hasta que los nazis se fueron.
En octubre 20 de 1943, Sendler fue detenida por la Gestapo y llevada a la prisión de Pawiak donde fue torturada. En un colchón de paga de su celda, encontró una estampa de Jesús. La conservó como resultado de un azar milagroso en aquellos momentos de su vida, hasta el año 1979, en que se deshizo de ella y se la regaló al Papa Juan Pablo II.
Por no colaborar con información y delatar a alguno de los 2,500 niños judíos, a Irena le rompieron los pies y las piernas, imponiendo muchas torturas. Pero no habló. Sentenciada a muerte, camino a la ejecución, el soldado que la llevaba, la dejó escapar. La resistencia judía le había sobornado para que no se perdiese el secreto de la ubicación de los niños del holocausto en Varsovia.
Concluida la Segunda Guerra Mundial, personalmente Irena Sendler desenterró los frascos y utilizó las notas para encontrar a los 2,500 niños que colocó familias adoptivas, reuniéndolos con sus parientes regados por toda Europa, aunque la mayoría había muerto en los campos de exterminio nazi.
Esos niños sólo la conocían por su nombre clave: Jolanta.
El padre de Irena Sendler era un médico que falleció por el tifus, y quien decía a la pequeña Irena: “Ayuda siempre al que se está ahogando, sin tomar en cuenta su religión o nacionalidad. Ayudar cada día a alguien tiene que ser una necesidad que salga del corazón”.
Varios libros sobre Irena Sendler se siguen editando sobre la Madre de los Niños del Holocausto, y un largometraje titulado The Courageuos of Heart (Con el coraje del Corazón) en Netflix.
Germán Orozco Mora reside en Mexicali.
Correo: saeta87@gmail.com