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lunes, septiembre 30, 2024
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“Hay un auge del microrrelato”: Armando Alanís Canales

El narrador coahuilense recién publicó una selección de sus populares minificciones, titulada “De rojo me gustas más” en la editorial El Tapiz del Unicornio. “Son las editoriales chicas, las llamadas independientes, las que han abierto sus puertas a la brevedad narrativa”, expresó a ZETA el autor, y propone: “Hay que sacudir al lector, moverle el tapete”

 Uno de los minificcionistas más importantes de México que continúa con la tradición del género de la narrativa breve, es Armando Alanís Canales, quien por estos días acaba de publicar una antología de sus populares microrrelatos titulada “De rojo me gustas más”, editada por El Tapiz del Unicornio.

Tras publicar cuatro libros de minificciones, entre estos “Fosa común” (Ediciones Fósforo, 2008), “Narciso, el masoquista” (Cuadrivio, 2015), “Coitus interruptus” (Ediciones La Terquedad, 2016) y “Sirenas urbanas” (Posdata, UANL, 2019), Alanís entregó a la editorial El Tapiz del Unicornio una selección de su obra, además de incluir algunas minificciones que originalmente aparecieron en su sección Alfileres del suplemento cultural Laberinto de Milenio, entre otras inéditas.

El Tapiz del Unicornio es una editorial que me gusta porque apuesta no por la fama, sino por la calidad. La edición de mi libro fue cuidada al detalle y quedó bastante bien, desde la portada, que me gusta tanto como las que se visten de rojo, hasta el tipo de letra. No hay erratas. Es un libro que quedó muy limpio, muy aseado. Espero que agrade a los lectores”, manifestó a ZETA Armando Alanís, además de compartir algunas consideraciones sobre el microrrelato y cómo empezó a escribirlo.

 

DESDE COAHUILA

Norteño de pocas palabras, Armando Alanís Canales nació en Coahuila el 26 de agosto de 1956. Empezó a escribir minificción mucho antes de que se popularizara Twitter, que incitó a la brevedad.

“Conservo un cuaderno de la época en que empezaba a escribir en serio, cuando tenía 18 años. El primer texto ocupa media página y se titula ‘Imaginación’. Por entonces yo no conocía este género literario, la minificción, y casi nadie hablaba de él. Compraba una revista, El Cuento (que editaba Edmundo Valadés). Ahí había un concurso permanente de relatos brevísimos, publicaban los mejores y me convertí en lector asiduo de esos comprimidos narrativos, pero no los escribía porque yo estaba interesado en cuentos más largos y en novelas”, evocó en entrevista con ZETA.

“Más tarde colaboré en el semanario del periódico Vanguardia, de Saltillo. Una vez me dijeron que el semanario iba a publicar crónicas y reportajes, y que les enviara textos muy cortos porque de otra manera no me los iban a publicar. Les mandé minificciones y me las publicaron semana a semana. Yo aún ignoraba el nombre del género, fue hasta años después, cuando asistí al primer encuentro de escritores Lunas de Octubre, en La Paz (en 2004) que leí por primera vez en público minificciones y me di cuenta de que gustaron. Decidí seguirle por ahí, ya empezaba a hablarse de la minificción o el microrrelato como un nuevo género literario que, a la vez, paradójicamente, es tan viejo como la escritura cuneiforme”.

Incluso rememoró su encuentro con Juan José Arreola: “Cuando regresamos mi mujer y yo de Madrid, en el 83, le hablamos por teléfono, desde Saltillo, a Juan José Arreola. Aceptó que le enviara algunos cuentos míos. Luego fuimos a Ciudad de México para participar en las mesas redondas de Bellas Artes, Los Escritores por Adelantado, y lo visitamos en su casa. Nos recibió con gran amabilidad y estuvimos platicando con él toda una tarde. Para mí, esa tarde fue equivalente a un diplomado: aprendí muchas cosas. Ya para entonces Arreola no impartía talleres, pero sí me dio una opinión sobre algunos de mis cuentos y me animó a seguir escribiendo. Estoy convencido que desde entonces Arreola ha sido para mí como una divinidad tutelar. Tanto como Julio Torri, que es mi paisano; o como Monterroso. Hablando de Monterroso, nunca escribo fábulas para no imitarlo. Cada escritor tiene maestros que lo guían, pero al mismo tiempo debe buscar su propio camino”, reconoció el autor.

 

LA ANTOLOGÍA

En “De rojo me gustas más”, Armando Alanís propone una selección de sus cuatro libros de minificción y colaboraciones en Milenio.

“De esos cuatro libros, escogí los microrrelatos que me parecieron mejores, atendiendo no nada más a mi criterio, sino a cómo han sido recibidos por los lectores. De los Alfileres que publicaba cada semana en Laberinto, hice una selección. Todas las minificciones las sometí a una cuidadosa revisión, a la corrigenda de la que hablaba Alfonso Reyes. Hice ajustes, cambié algunos títulos. Busqué, en cada caso, que mis textos tuvieran la mayor fuerza expresiva posible. Busqué, casi siempre, el final de aguijón, del que hablaba Torri, o el final de puñalada, del que hablaba Edmundo Valadés. Cuidé mucho el lenguaje”, expresó a este Semanario Armando Alanís.

“Incluí también algunos textos que solo había publicado, en primera versión, en las redes sociales, en Facebook y en Twitter, pero los corregí. De modo que en este libro están las versiones definitivas de los microrrelatos, aforismos, epigramas y greguerías que he escrito a lo largo de los quince años que me he dedicado intensamente a la escritura de brevedades. Prometo no volver a tocarlos”.

Algunos de tus microrrelatos son de una palabra, como el titulado “Epitafio”: “Volveré”. De tres como el titulado “Metro”: “Ataúd con ruedas”. ¿Por qué con un mínimo de palabras es posible contar un microrrelato?

“El microrrelato es un deporte extremo. Yo busco la brevedad llevada al límite, menos es más, contar una historia con el mínimo de palabras posibles. Hay minificciones muy buenas que ocupan una página o un poco más, pero prefiero las que ocupan un solo párrafo, una sola frase o una sola palabra. En uno de mis libros, me permití incluir una minificción sin título ni palabra alguna, solo la página en blanco. ¿Qué es una página en blanco? Un abismo, un paredón donde un tipo será pronto fusilado, pero también una invitación a que el lector llene ese espacio con su propia imaginación”.

Muchos de tus microrrelatos manifiestan humor, ironía o hasta humor negro. ¿Qué efecto buscas lograr en el lector de tus microrrelatos?

“El humor es uno de los ingredientes de muchísimos microrrelatos. En el microrrelato no sirve el humor blanco. Son más útiles la ironía, el sarcasmo y el humor negro. Hay que sacudir al lector, moverle el tapete, dispararle a matar. Pero también he escrito algunos microrrelatos en los que manejo otros ingredientes como la melancolía, la nostalgia y la evocación. Casi no manejo el final feliz. Mis finales son, la mayor parte de las veces, trágicos, funestos, terribles. El final feliz se lo dejo a los autores de cuentos de hadas”.

 

“HAY UN AUGE DEL MICRORRELATO”

Diversos autores han propuesto cada uno su definición del microrrelato, algunos hacen alusión a la extensión para diferenciarlo del cuento corto, cuento breve, microcuento o minificción. Alanís compartió su concepto:

“Para mí un microrrelato es como un dardo envenenado que da en el blanco. Debe haber siempre o casi siempre una dosis de perversidad. La minificción no es para beatos”.

¿Cuál es la situación actual en México en cuanto a la escritura y publicación del microrrelato?

“Hay un auge del microrrelato. Se escriben y publican muchos. Una verdadera catarata de microrrelatos. Por supuesto, la calidad varía. El mejor juez será el tiempo, si no es que antes desparece la humanidad”.

En todo caso, cuando se le solicitó los nombres de quienes considera, como lector, maestros del microrrelato, compartió:

“Aparte de los tres mencionados (Arreola, Torri y Monterroso), está la argentina Ana María Shua, tal vez la mejor microficcionista en lengua española de la actualidad. En México, tenemos a Guillermo Samperio, que ya murió; a Agustín Monsreal y a toda una cauda de microficcionistas. No menciono más nombres para no ser injusto. Microficcionistas lationoamericanos destacados, son el venezolano Luis Britto García, la argentina Luisa Valenzuela, el uruguayo Eduardo Galeano y otros como los argentinos Enrique Anderson Imbert, David Lagmanovich, Raúl Brasca, Andrés Neuman y mi amigo Piero de Vicari, quien además ha sido un entusiasta difusor de la minificción en Latinoamérica.

Cortesía

“En Perú también hay excelentes microficcionistas, en Colombia, Panamá y España. Se escriben muchísimas minificciones en español, cada vez más, en todas partes. Y cada vez hay más autores. Las diversas antologías que se publican, nos permiten conocer a otros muchos que sería largo citar”.

Por último, ¿qué editoriales publican microrrelato en México? ¿Cómo valorarías la apuesta de las editoriales que publican microrrelato?

“Hasta ahora, las grandes editoriales ocasionalmente publican un libro de microrrelatos. Son las editoriales chicas, las llamadas independientes, las que han abierto sus puertas a la brevedad narrativa. Ojalá que eso cambie con el tiempo y las grandes editoriales se den cuenta del valor tanto literario como comercial que tienen los microrrelatos. No hay ningún otro género literario que sea tan up to date, tan acorde con los tiempos vertiginosos que vivimos. Aunque los más antiguos microrrelatos que se conservan los hayan escrito los chinos siglos antes de nuestra era, el microrrelato, tal como se practica hoy, es el único género literario propio del Siglo XXI, no hay otro”.

Finalmente, además de invitar a los lectores a solicitar “De noche me gustas más” a través de Amazon, Armando Alanís compartió desde el enclaustramiento a propósito del microrrelato:

“El confinamiento obligatorio es una buena oportunidad para que los escritores nos pongamos a escribir microrrelatos y los demos a conocer. El microrrelato es un virus maligno que ha tomado por asalto las redes sociales, es altamente contagioso”.

Autor(a)

Redacción Zeta
Redacción Zeta
Redacción de www.zetatijuana.com
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