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viernes, febrero 16, 2024
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Extorsión, asalto y secuestro 

Un amigo de San Diego me compartió un día negro en su viaje a Tijuana. Se entiende la ineptitud municipal para lidiar con policías corruptos, por qué hemos dejado de recibir turismo, por qué no se visita Baja California y México y cómo unos uniformados escupen al cielo, sin la menor idea de respeto a su oficio.

Los hechos:


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Ingresan en auto con su familia a esta frontera a las 6 de la mañana por la garita de Otay, se dirigen al Aeropuerto Internacional de Tijuana. En esa ruta esperan la luz verde en un semáforo; para esto, van un poco retrasados a tomar un vuelo a la Ciudad de México. Se le empareja un auto compacto rojo y lo embistió deliberadamente para, inmediatamente después de repetir el daño a los autos, huir; y mi amigo, evaluando la circunstancia de presión de tiempo, por un momento se olvida de los raspones del auto porque prefiere llegar a tiempo al aeropuerto.

Maneja un Toyota Sienna de reciente modelo, color verde, placas de la vecina California. Avanzando por la carretera casi llegando a su destino a la altura de la estación de gasolina, lo alcanza una patrulla municipal con placas BC-222A-1. Al ver las torretas encendidas, se detiene. El policía le pide sus documentos, licencia y registro. Agazapado detrás del policía, viene el auto rojo y le acusan con una pregunta a quemarropa: ¿Por qué huyó después de golpear el auto rojo del señor?

Quedó frío por el montaje. Evidentemente se voltearon las cosas; la complicidad era obvia y sin más análisis, Luis le dice al policía que es una mentira y atropello, que de qué se trata, que los hechos fueron exactamente al revés: el tipo golpeó intencionalmente su auto y además huyó. “se me perdió en los caminos”. Molesto por la mentira cínica, le reclama. Al sostenerse en la acusación, concluye que se han puesto de acuerdo para fregarlo.


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Esta declaración le causó ira desatada al “agente del orden” y despertó su modo más salvaje; aderezado con amenazas del policía y junto con el coraje lo zarandeó, lo esposó, y para humillar (segundo atropello) ordenó la grúa para remolcar el auto al corralón (tercer atropello). Sin embargo, el policía, decidido lo que iba -ante este cuadro de presión de tiempo, amenazas, esposado- abrió sus colmillos de extorsión, asalto y secuestro en plena vía pública.

Un mundo al revés.

Exigieron pago en ese momento de los daños causados (al agresor) para liberar al agredido. Para este momento, habla por teléfono con un tercer cómplice, ahora el supuesto carrocero y, sin ver el daño del auto, sin mayores explicaciones, le pusieron precio a la libertad de la víctima: 900 dólares de la reparación del daño.

No tenían el dinero del asalto, extorsión, secuestro de la persona y del auto (probablemente hay varios delitos configurados en esta situación). Como pudieron, el hermano, su esposa y el conductor juntaron entre pesos y dólares, y reunieron esa cantidad de efectivo. Así, lograron satisfacer los bajos instintos de la corrupción en los linderos de Tijuana y su policía municipal que dice “cuidar el orden”.

¿Para eso se capacita seis meses en la “Academia”? ¿Cuántos asaltos al día realiza esta banda? ¿Cuántas bandas operan impunemente?

Fue así como mi amigo logró salir de la pesadilla y liberarse de este trío de pandilleros y extorsionadores, que lo hacen diariamente, escudados en la impunidad.

A esa hora hay poco tráfico, pero estos hechos son frecuentes y lamentables, por lo que significan para la imagen de la Policía Municipal y el daño a la ciudad. Se generalizan. Esto ocurrió el miércoles 10 de junio, a las 6 de la mañana. Se debe denunciar a Sindicatura.

Mientras procede, pedí su autorización para retomarlo y denunciar públicamente. No soy quien deba presentar a Sindicatura la denuncia formal en tiempo y forma, pero al menos debe difundirse; que desde hace años operan así algunos agentes, que encontraron su modus vivendi a costa de delinquir con placa, uniforme, patrulla y cinismo y dañar la ciudad sin que administraciones municipales de cualquier color toquen intereses.

Derechos Humanos confirma: es una práctica vieja y existe mil quejas, y no pasa nada. Mientras, la ciudad se pudre y hunde, maquillando corrupción y mentiras.

 

M.C. Héctor Ramón González Cuéllar es académico del Instituto Tecnológico de Tijuana. Correo electrónico: profe.hector.itt@gmail.com

Autor(a)

Redacción Zeta
Redacción Zeta
Redacción de www.zetatijuana.com
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