En los últimos dos meses, paramédicos de la Cruz Roja han redoblado esfuerzos para atender a los infectados por coronavirus, navegando entre la incredulidad de la población que no toma medidas de prevención y el miedo de contagiar a sus familias, a pesar de los protocolos de seguridad
En la emergencia sanitaria provocada por COVID-19, los paramédicos se han consolidado como un eslabón de gran importancia en la cadena de atención médica que requieren los pacientes infectados por tal virus.
Del 14 de marzo al 6 de mayo, Cruz Roja Tijuana atendió cerca de 630 casos de coronavirus a través de su servicio de ambulancias, enfrentando a su coordinación de Socorros a múltiples retos para cumplir con su labor de primeros respondientes.
Los 103 elementos que integran esa área han sorteado dificultades, desde pacientes que mienten respecto a sus verdaderos síntomas, escasez de insumos de protección personal y la rápida saturación de los hospitales que los lleva a peregrinar entre las unidades médicas en busca de un espacio para los infectados. Aunado al miedo de que, por una mínima omisión, el virus los acompañe a sus hogares y afecte a sus seres queridos. Algunos llevan semanas sin ver a sus parejas, a sus hijos o a sus padres para protegerlos.
De acuerdo con Juan Carlos Méndez Torres, coordinador del área, conforme avanza la contingencia, aumenta la carga de trabajo. Los servicios por esta condición de salud no han dejado de aumentar. En marzo atendieron 54 servicios de pacientes sospechosos y confirmados, en tanto que abril registró 421 atenciones y en los primeros seis días de mayo, sumaron 155 pacientes.
También, conforme crece la demanda, el personal disminuye. Ocho paramédicos se han aislado por decisión propia al ser parte de la población de riesgo, otros cinco renunciaron a la institución por la misma razón y, por otro lado, algunos tomaron la decisión de trabajar doble turno para apoyar en la contingencia.
“EL CORONAVIRUS ES MÁS PELIGROSO QUE ATENDER HECHOS VIOLENTOS”
La contingencia sanitaria ha obligado a todos los actores del Sector Salud a cambiar sus protocolos de trabajo. En el caso de los socorristas, desde el momento en que reciben el reporte de un posible caso de coronavirus que requiere de asistencia a domicilio.
Sergio García, técnico en Urgencias Médicas, afirmó a ZETA que les toma cerca de media hora ataviarse con la indumentaria obligatoria, que consiste en un overol tipo Tyvek que los cubre en su totalidad, careta, goggles, cubre bocas N95, guantes, gorro y cubre botas que deben cambiar cada que acuden a un servicio, entre seis y ocho veces por jornada.
En las últimas tres semanas, Sergio ha atendido a varios pacientes sospechosos y con diagnóstico positivo, cada día en mayor cantidad. Debido a la gravedad de la enfermedad, considera que esta pandemia es más peligrosa que los heridos de bala, derivados de la violencia que experimenta Tijuana.
“La atención a hechos violentos, a las escenas de alto impacto que ocurren en la ciudad, implican un riesgo para nuestra integridad, vulneran nuestra seguridad. Pero esto es más peligroso, nos pone en mayor riesgo y no podemos dejar de estar alertas en cada servicio”, expresó.
La emergencia sanitaria ya se salió de lo ordinario, contantemente refuerzan las medidas de seguridad al aumentar los casos que buscan los servicios médicos en una etapa avanzada y los que no reportan sus verdaderos síntomas al solicitar apoyo de urgencia.
“Han aumentado los casos en que familiares de los pacientes mienten sobre los síntomas cuando hablan al 911, porque no quieren que lleguemos con los trajes especiales y alarmemos a los vecinos. En ocasiones, nos apuran para que saquemos rápido a la persona de la casa, pero no es fácil maniobrar con el traje”, expuso el especialista.
“EL MIEDO DE INFECTAR A NUESTRAS FAMILIAS ES CONSTANTE”
Los protocolos de seguridad no solo protegen al personal médico y de servicios pre hospitalarios del coronavirus, también a sus seres queridos. En la jornada laboral cada uno cuida en exceso cada detalle para no llevar el virus a casa, pero el miedo no se quita, se torna un compañero constante turno tras turno.
Algunos paramédicos tomaron la drástica decisión de vivir solos, alejarse de la familia en lo que atienden la contingencia. Han pasado de tres semanas a dos meses sin ver a sus padres o a sus hijos, otros se resguardan en la seguridad que les da tener un método minucioso de sanitización en sus propios hogares
El doctor Alán Muro, que trabaja en el servicio de ambulancias desde hace más de un año como parte del equipo de la Unidad de Primer Respondiente de la Cruz Roja, relató a este Semanario que acondicionó un espacio afuera de su hogar para cambiarse de ropa y desinfectarse antes de entrar.
La parte difícil fue hacerles entender a sus hijos pequeños que no podían acercarse a él hasta que terminara con el ritual, aún recuerda la mirada de desconcierto de los niños cuando tuvo que marcarles un alto cuando corrían a abrazarlo.
“Hay videos de médicos de otras partes del mundo, que detienen a los hijos para que no se acerquen a ellos hasta que estén seguros. Me pasó dos veces, no se me olvidan las miradas de mis niños que creyeron que no los quería abrazar cuando iba llegando a la casa”, dijo.
Como pudo, les ha explicado la magnitud de la situación que se vive por el virus y la importancia de que esperen a que su padre esté completamente sanitizado, para abrazarlo después del trabajo.
“Mi mayor miedo es que se infecten mis hijos y mi esposa. A estas alturas uno no supera ese miedo, pero se enfoca en hacer todo lo importante para evitar que ocurra, para proteger a nuestras familias del virus”, añadió.
En cada servicio está la incertidumbre de que ese sea el paciente que marque su experiencia. El médico ha visto a colegas de otras instituciones que a pesar de tomar todas las medidas, se infectaron y están hospitalizados, luchando por sus vidas.
Hasta el momento solo un paramédico de Cruz Roja presentó síntomas de COVID, pero fue descartado como caso positivo tras cumplir con el aislamiento. El resto han sufrido lipotimia, hipoglucemias y fuertes dolores de cabeza al portar los cubre bocas N95 y trajes Tyvek por prolongados periodos.
“NINGUNA CAPACITACIÓN NOS PREPARÓ PARA ESTO”
La mayoría de los elementos de la coordinación de Socorros actualizan constantemente su formación académica para mantener la calidad en su labor, sin que a la fecha exista un curso que los prepare para trabajar en una pandemia como la del coronavirus.
“Varios de aquí hemos ido a capacitaciones sobre toxicología y descontaminación, pero realmente, nadie ha sido preparado para una contingencia de este tipo, nuestra ventaja es que tenemos el conocimiento y los insumos para enfrentarla, pero ninguna capacitación nos preparó para esto”, reiteró Jorge Olvera, técnico en Urgencias Médicas de la Cruz Roja asignado a los traslados de hospital a hospital de pacientes confirmados.
Aparte de la saturación de los hospitales, la incredulidad de la población ha sido otro factor de riesgo para el personal que atiende urgencias médicas. De acuerdo con el entrevistado, en plena Fase 3 el tráfico vehicular regresó a las calles de Tijuana, complicando los traslados de los pacientes con un alto riesgo para los paramédicos que se exponen al virus.
“El flujo de vehículos realmente es como si no pasara nada, como si no estuviéramos en Fase 3 y los traslados son más tardados. La gente no cede el paso a la ambulancia, no se mueve a pesar de que les cambias el tono y las luces de la sirena, mientras uno trae a un paciente que no puede respirar”, expresó el socorrista.
Jorge sabe que la población en general no cree en la enfermedad hasta que no tiene un caso cercano y continúan su rutina normal, sin implementar las medidas de prevención emitidas por la Secretaría de Salud. A veces eso le genera desanimo, más cuando ha decidido vivir solo para proteger a su familia y trabajar turnos dobles para solventar la falta de personal de la Benemérita Institución.