Evitar el saludo de mano, los besos y los abrazos; lavarse las manos cuidadosamente con agua y jabón; secarlas y frotarlas con un algodón impregnado de alcohol; no concurrir a lugares de reunión, tales como cines, teatros o templos; no vienen siendo recomendaciones exclusivas contra el COVID-19.
Hace más de un siglo, estas sugerencias aparecen en el “impreso” (con fecha 19-octubre-1918) dirigido al público por la oficina de Salubridad de la ciudad de Puebla, donde se describe un panorama similar al que hoy se contempla en todo el mundo.
El coronavirus (COVID-19) que mantiene asolados a muchos países, ha sido la última enfermedad declarada como “pandemia” por al Organización Mundial de la Salud (OMS); pero en 1918, durante la Primera Guerra Mundial, se presentó la pandemia de la influenza (gripe), o de la gripe española -aunque no se originó en España-, la cual se considera la más devastadora de la historia de la humanidad.
Se contagiaron 500 millones de personas, un tercio de la población mundial en esa época.
Fallecieron alrededor de 50 millones (se calculó que tan solo en India fueron de 12 a 17 millones; 675,000 en Estados Unidos; y 300,000 en España).
Fue causada por un brote de virus de influenza tipo A, subtipo H1N1, y nominada “gripe española”, no porque se hubiera originado en España, sino que, siendo neutral en la Primera Guerra Mundial, fue el único país que no censuró la publicación de informes sobre la enfermedad y sus consecuencias. Esto a diferencia de otros países que, centrados en el conflicto bélico, optaron por ocultar lo relacionado con esta enfermedad y sus consecuencias, lo que propició su propagación por todo el mundo; desapareciendo en 1920, tal y como apareció.
“El presidente Woodrow Wilson se desmayó durante la Conferencia de Versalles en abril de 1919, mientras negociaba el fin de la Primera Guerra Mundial con otros países, presuntamente por la debilidad que le provocó haber contraído el contagio”. (Cita anecdótica. La influenza de 1918 y el presidente Woodrow Wilson)
Atentamente,
Quím. Miguel Ángel Machado Soto.
Tijuana, B.C.