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lunes, febrero 19, 2024
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Patriotismo, parlamentarismo, a diferencia de presidencialismo

Niccolo Macchiavelli, el escritor que redactó con tanta franqueza acerca de los políticos, resultó tan preciso y certero que casi siempre parece ser profético; aunque siempre le “cuelgan los muertitos” y difaman tanto al pobre.

Entre sus varias obras, aparte de El Príncipe, en sus Discursos sobre Tito Livio señaló que “de las diferentes especies de gobierno, hay tres buenos y tres malos. Los buenos son el principado (reyes o presidentes), el gobierno de los grandes (los aristócratas) y el gobierno popular (de los ciudadanos)”. Continúa en que “los tres malos surgen de la corrupción de los primeros. El principado se convierte… [en] despotismo. El… de los grandes degenera en… oligarquía (impunidad de los influyentes o plutócratas). Finalmente, el popular cae en la licencia, y es lo que nombramos anarquía (impunidad de los demagogos, populistas o nihilistas)”.


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Y prosigue: “En cuantas ciudades hay una grande igualdad entre los ciudadanos no puede establecerse el principado (hoy día también entiéndase presidencialismo)… sin comenzar, introduciendo allí la desigualdad de las condiciones, haciendo muchos nobles feudatarios (entiéndase oligarcas o plutócratas) que, juntos con el príncipe (o presidente), tendrán sumisas, con sus armas, la ciudad…”.

¿No es México hoy día un país de desigualdades?

Mencionaba anteriormente que el gobierno republicano se originó en Roma, a la vez que en Atenas surgía la democracia; ambos conceptos en el siglo XI antes de nuestra era cristiana. Esos conceptos, que son de nuestra cultura euro-occidental, no surgieron del mismo modo en África, Asia, China, o en la India ni en las Américas (que siempre fueron gobernadas o dominadas por faraones, visires, reyes, emperadores, tlatoanis, etc.).


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A la caída del imperio romano en el siglo V de nuestra era cristiana, en Italia surgieron algunas ciudades-estados (como las polis de los griegos) que se erigieron como repúblicas. La primera de ellas, que aún persiste en Italia, es  San Marino, con más de mil 600 años de existencia; en cuanto a gobierno por consenso, el Althing (o Parlamento) de Islandia tiene más de mil años funcionando; Suiza, hace casi 700 años se estableció como una confederación de comunas (o comunidades rurales y urbanas). En Europa, con los reyes conservando sus tronos, surgieron nobles y partidos representando a diversos intereses y opiniones, con lo que paulatinamente se amplió el parlamentarismo.

Por las guerras napoleónicas, al iniciar el siglo XIX ese sistema evolucionó, al darle el derecho electoral a toda la población en general; además, bajo el cual pueden haber múltiples partidos locales, regionales y nacionales, que se pueden unir o aliar para trabajar en consenso o cooperando cuando tienen mayoría. Pero si no, entonces el parlamento es disuelto (al año, o dos, o tres), se elige y reintegran otro que sí trabaje en consenso; de esa manera hay “revocación” de mandato legal y ordenado constantemente, junto con más supervisión democrática.

En cambio, por ser en orígenes una confederación de estados disparatados, Estados Unidos surgió en 1783 bajo un sistema donde sus burgueses prefirieron el presidencialismo; sistema en que forzosamente duran plazos fijos en sus puestos, junto con un Congreso compuesto de dos cámaras (una alta de senadores y otra baja de diputados, por cuatro y dos años), y su sistema de Suprema Corte (de por vida)… con previsión de revocación. Esto con el problema de que si -por confrontación y conflictividad- no hay acuerdo, el gobierno queda trabado de avanzar.

En América Latina, en vez de aprovechar el modelo europeo de parlamentarismo -igual por pretender dar a pocas manos el poder de acción- se copió torpemente el sistema presidencialista norteamericano, que acá ha caído demasiado en presidentes dictatoriales o partidos inamovibles, solo desechados mediante hartazgo o revolución.

Y como ya mencionado, en las democracias parlamentarias sí hay servicio de “carrera civil” profesional, con lo cual hay burocracias capacitadas y eficientes, y cuyos auditores públicos no están solo de lacayos por y para los partidos o presidentes-tlatoanis, al no ser quitados y puestos cada sexenio.

Gracias por la paciencia, amable lector.

 

Atentamente,

José Luis Haupt Gómez.

Tijuana, B.C.

Autor(a)

Carlos Sánchez
Carlos Sánchez
Carlos Sánchez Carlos Sánchez CarlosSanchez 36 carlos@zetatijuana.com
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