Mi apreciable lector:
En una de mis anteriores cartas, titulada “Somos buenos o somos malos”, hacía mención de que ningún ser humano, de acuerdo a su conducta, es totalmente bueno o completamente malo.
En nuestra tierna infancia no existía ningún tipo de malicia ni actuábamos con perjuicio para nosotros y los demás, es decir, teníamos la pureza del alma infantil.
Transcurren los años y, sin darnos cuenta y por diversos factores como educación familiar, experiencias vividas, ambiente social, por citar unos, además de la poderosa influencia de los medios publicitarios y redes sociales actuales (a unos más y a otros menos), se fue contaminando nuestra mente, nuestra alma, dañando nuestra vida espiritual. La contaminación espiritual que muchos seres humanos padecen -y que yo también padecí- por tanta “basura’’ que se permiten entre en sus vidas, los ha convertido en personas infelices, aunque usen la máscara de la felicidad.
Por haber contaminado el espíritu personal debido a conductas negativas como la avaricia, por dar uno de tantos ejemplos, y querer obtener más dinero aun (ilegalmente), tratándose de una persona avara, esto no se queda nomas ahí; le acompañan otras conductas negativas o pecados como la calumnia, la mentira, el fraude y el robo, incluso el asesinato. Los medios publicitarios, lavando el cerebro de varias personas, tratan de imponernos las modas o las formas de vivir, para que tengamos la idea en mente de que “tanto tienes, tanto vales”, por lo que se le da más importancia al “tener” y no al “ser”.
Lector mío: Siendo objetivo, vemos que el dinero no es malo; no es todo en la vida, pero cómo ayuda, ¿verdad? Es bueno y encomiable tener metas ambiciosas para vivir mejor en la salud y el bienestar con bienes materiales adquiridos por medio de un trabajo honesto.
Sin embargo, así como hemos tratado de combatir la contaminación ambiental con el fin de disminuirla y que no aumente más, muchos hemos descuidado y apáticamente desatendido la contaminación espiritual en nuestra persona, como si estuviéramos adormecidos en un largo letargo.
Fíjate, lector mío, con qué entusiasmo muchos vamos a un gimnasio o practicamos algún deporte y cuidamos nuestra alimentación.
¡Enhorabuena! Así debería ser, creo yo, la alimentación espiritual personal.
Empezar por aceptar ayuda, ya bajarle al orgullo y estar consciente de que todos necesitamos de todos; si tú eres creyente, la oración, el auxilio divino, el seguir una creencia religiosa, una buena asesoría psicológica, lectura de libros espirituales o videos de espiritualidad son de muchísima ayuda y una excelente forma de acabar con la contaminación de nuestra mente, alma y espíritu. Ya quitarse del cerebro ese chip de negatividad y cambiarlo por uno positivo; recuerda bien: mientras hay vida, hay esperanza de cambio.
Lector mío, en lo personal, te quiero compartir que por mucho tiempo yo tuve mucha contaminación espiritual en mi vida, y decidí cambiar para obtener una vida espiritual mejor; ahora me siento más feliz, más fuerte física y espiritualmente, con muchas ganas de seguir aprendiendo cosas nuevas y de beneficio. Con mucho entusiasmo de seguir con perseverancia mi proceso de conversión. Gracias a Dios y al Movimiento de Cursillos de Cristiandad de la Iglesia Católica.
Ese fue el camino que yo escogí, una religión practicada sin fanatismos; hace maravillas. Tu quizá tengas otro medio y respeto tu elección.
También te quiero platicar una vivencia más: Cuando decidí cambiar para mejorar mi forma de vivir, después de mi retiro espiritual por tres días del Movimiento de Cursillos, se tienen que afrontar los malos comentarios, las criticas destructivas y algunas burlas de ciertas personas que no creen en nuestra decisión de mejorar nuestra vida espiritual; no es mentira que entonces se nos presenten problemas familiares, de salud, de trabajo o algunos contratiempos, que en mi creencia Dios nos manda para probar nuestra fe, para hacernos más fuertes y que confiemos en Él.
Que no tiremos la toalla y que todo -o casi todo- se puede resolver; y lo que no, pues aceptarlo. Que por lucha no quede.
Es algo así como avanzar a contracorriente de todo lo mundano. Que quede claro lo siguiente: Lo mundano significa de todo lo malo y negativo del mundo, no significa de las cosas del mundo (que realmente son muchísimas, bellezas y dignas de admiración).
Entonces, para avanzar a contracorriente de los mundanos ataques espirituales, debemos estar alimentados y fortalecidos con las vitaminas, minerales y proteínas del alma y el espíritu, que son la oración, la ayuda divina, las prácticas sin fanatismos de nuestra religión, y con mucha determinación y valentía de nuestra parte. Son ataques espirituales; necesitamos, pues, armas espirituales para vencer.
Te deseo todo lo mejor en la lucha por acabar con la contaminación espiritual, que quizá ya también le diste inicio. ¡Créeme que vale mucho la pena!
Atentamente,
Eduardo A. Velarde Vázquez.
Tijuana, B.C.
Correo: eduardovpresencia@gmail.com