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viernes, febrero 23, 2024
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La dieta como tratamiento curativo

Los médicos hipocráticos eran muy partidarios de las dietas; en realidad, sus terapias herbales eran mezclas de ciertos alimentos naturales que, para hacerlos más agradables al gusto, los sometían a procesos diversos. En el libro Medicina Antigua, se menciona lo siguiente:

“De hecho, fue la necesidad la que llevó a los hombres a buscar y descubrir la medicina, puesto que los enfermos no requieren la misma alimentación que los sanos […] Entonces una dieta fuerte y propia de animales hacía que los hombres primitivos padecieran dolores, sufrimientos terribles y muertes fulminantes […] Se hizo necesario que dichos alimentos tuviesen que modificarse para hacerlos aceptables al consumo humano. Así que, a partir del trigo, después de haberlo remojado, aventado, molido, cernido y mezclado, cociéndolo después, elaboraron pan; de la cebada también hicieron torta y, sometiéndola a mochas otras manipulaciones, la hirvieron y cocieron”.


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“Mezclaron y equilibraron así los elementos fuertes con otros más débiles, adaptándolos todos a la naturaleza y capacidad del hombre, enfermedades y muertes, y que, por el contrario, aquellos que pudieran asimilarse redundarían en nutrición, crecimiento y salud”, pues consideraban que aun alimentos tan útiles -como la cebada para las terapias de estos médicos, podrían ser tóxicos si se daban en cantidades excesivas.

El agua de cebada era muy favorecida por Hipócrates, así como la miel mezclada con vinagre o con agua (en el primer caso, para el dolor; en el segundo, para la sed y la deshidratación). Usaban plantas con flores silvestres perennes, mostaza, hierbas de sabor amargo ricas en flavonoides, zanahorias silvestres, cocombros chorreados y muchos otros, mezclados según fuese el mal.

Los remedios refrescantes en fiebres altas tienen propiedades diversas: “Unos hacen orinar; otros defecar; otros ambas cosas o ninguna de ellas, sino que solo refrescan, como cuando se derrama agua fría sobre un recipiente con agua hirviendo […] Ni lo dulce conviene a todos, ni lo agrio, ni pueden (los enfermos) beber las mismas cosas”.


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Dentro de estos remedios refrescantes, describe el autor 22 de ellos; por ejemplo, “cuece hidromiel mezclada con agua hasta que quede la mitad. Después echa apio, déjalo enfriar  y dáselo en pequeñas cantidades”. O “vino viejo de Tasos, dalo una parte de vino y 25 de agua”; y este otro: “Tres pellizcos de poleo, el doble de apio; que cueza en vino mezclado con agua, y dáselo. Este remedio no solo es diurético, sino que también arrastra la bilis vientre abajo”.

Maimónides (1135-1204), judío que vivió en el siglo XII, nació en Córdoba y ejerció en El Cairo, escribiendo El libro sobre la explicación del nombre de las drogas; con el estudio – de unas 1800 de estas- aconsejó las drogas simples (con un solo principio activo) antes que combinaciones o mezclas complicadas.

Este concepto -con pocas excepciones- se acepta actualmente. Otro hebrero, Isaac Jadeaos (832-932), quien viviera en Egipto, escribió interesantes aforismos, dentro de los cuales me permitiré citar los siguientes, pues siguen teniendo validez:

“La mayor parte de las enfermedades curan sin ayuda del médico, gracias a la acción de la naturaleza”.

“Si puedes curar al paciente valiéndote de una dieta, no recurras a los medicamentos”.

“No confíes en las panaceas, porque casi siempre son fruto de la ignorancia y de la superstición”.

“Debes procurar que el paciente tenga fe en su curación, incluso aunque no estés seguro de ella, porque así favoreces la fuerza sanadora de la naturaleza”.

 

Atentamente,

Dr. José Fernando Jaramillo C.

Tijuana, B.C.

Correo: drferja@hotmail.com

Autor(a)

Carlos Sánchez
Carlos Sánchez
Carlos Sánchez Carlos Sánchez CarlosSanchez 36 carlos@zetatijuana.com
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