El gobierno de Morena lleva menos de un año y ya el Presidente de México está perdiendo la cordura. Al Presidente Andrés Manuel López Obrador se le nota incómodo, irritable; anda buscando pleitos. En las denominadas mañaneras dedica infinidad de tiempo a atacar a sus enemigos políticos (llámese “conservadores, neoliberales, fifís”, etc.) y a responsabilizar -de sus mediocres resultados- a los gobiernos del pasado.
No acepta la crítica y cuando la recibe ataca con saña, pero sin estrategia. No es el López Obrador de campaña que todo se le resbalaba, ahora decide defenderse utilizando los recursos que tiene a su alcance el Estado.
El fallido operativo en Culiacán y el ruin asesinato de miembros de la familia LeBarón en Chihuahua fueron un duro golpe en la línea de flotación de su gobierno. El caso Culiacán los exhibió como una administración incompetente y que negocia con criminales. El secretario de Seguridad, Alfonso Durazo, declaró que la estrategia de la confrontación aplicada por gobiernos anteriores -como el de Felipe Calderón- solo generó muertes y sangre; desafortunadamente, la estrategia de paz impulsada por el nuevo gobierno no ha detenido ni la sangre ni las muertes. Tan solo en ese operativo contra Ovidio Guzmán López hubo una docena de pérdidas humanas.
Lo que me parece increíble es que ante tal fracaso y ante las inevitables críticas que se le vendrían, aun así se moleste. El Presidente está utilizando los mismos argumentos que otros mandatarios: o estás conmigo o eres mi enemigo.
La velocidad con la cual se está desgastando López Obrador es de preocupar a cualquiera. La estrategia de comunicación no está funcionando. Exponerse todos los días a los medios de comunicación genera roces inevitablemente; estamos en un gobierno unipersonal donde todo pasa por él. ¿Y su gabinete dónde está? Vimos al gabinete de seguridad muy activo ante los desafortunados hechos de Culiacán y Chihuahua; no les quedó de otra. Pero hasta ahí. Hay exceso de Presidente, pero muy poco gabinete, con todas las consecuencias que esto genera.
También fuimos testigos en cobertura nacional de su desencuentro con los reporteros de la fuente presidencial, quienes cubren sus conferencias mañaneras. Atacó a medios y a sus representantes por tener opiniones distintas a las suyas; ahora no solo quiere imponer su verdad, sino hasta ya no quiere que los medios de comunicación cubran sus giras de trabajo.
Como si el “horno no estuviera para bollos”, destinó parte de su tiempo -y recursos- a intentar exhibir a los que supuestamente orquestan ataques en su contra en redes sociales. ¿Es neta que un mandatario nacional se rebaje a ese nivel? Es claro que López Obrador busca confrontarse por todos lados y siempre quiere ser él quien encabece la bronca de barrio. ¿No hubiera sido mejor que el vocero presidencia hiciera ese señalamiento?
El problema, más allá de las formas, está en el fondo; es decir, un gobierno empeñado en buscar quiénes son sus críticos en redes sociales, en lugar de intentar gobernar bien.
Las “cuatro paredes” -de las cuales escribo muy a menudo- se están apareciendo con el gobierno morenista: escucha solo lo que quiere escuchar y a quienes piensan como él.
El Presidente López Obrador necesita serenarse. Hace falta que se comporte como líder, que gobierne para todos y resuelva los problemas más importantes que nos afectan como la inseguridad.
No queremos un Presidente peleonero que, con el afán de desviar la atención, llega al extremo de inventar o dejar entrever que sus enemigos preparan un golpe de Estado.
¿Pues dónde están los abrazos tan prometidos? ¿Será que ya se arrepintió?
Alejandro Caso Niebla es consultor en políticas públicas y comunicación, y socio fundador de CAUDAE. @CasoAlejandro