Cuando los gobernantes llegan al poder piensan -ilusamente- que su responsabilidad será para toda la vida. Se creen todopoderosos: la soberbia y avaricia ganan terreno, se encierran en sus cuatro paredes donde solo escuchan a quienes piensan como ellos; aquel que se ufane de actuar diferente, se convierte en enemigo. Lo anterior no es privativo de algún partido político o de alguna responsabilidad, pasa desde el Presidente de México hasta los alcaldes.
En Baja California hay un hombre que la historia lo perseguirá como uno de los peores gobernadores en el estado: Francisco Vega de Lamadrid, popularmente conocido como “Kiko”.
El gobierno estatal que encabezó fue intrascendente. Seis años, en los cuales cuesta trabajo reconocerle algún logro destacado; sus acciones fueron dispersas, sin impacto positivo alguno. Más bien, será recordado como el gobernador panista que entregó a Morena el poder.
Como es de conocimiento público, en CAUDAE realizamos la evaluación mensual (octubre) de Atributos de Gobernadores y “Kiko” Vega se ubicó en el último lugar dentro de los tres rubros que se toman en cuenta (honestidad, capacidad e integridad). Si bien el ahora ex Gobernador fue un mandatario mal evaluado -en este y otros ejercicios- nunca nos había resultado en el peor lugar en los tres atributos. Sus porcentajes de aprobación apenas rondaron en los 20 %, es decir, 8 de cada 10 bajacalifornianos rechazaron su administración. Literalmente se fue por la puerta de atrás.
Durante su mandato, poco a poco se fue ganado la animadversión de la gente y diversos sectores. Tomó decisiones impopulares para reforzar las finanzas del estado, pero, ante su debilidad política y moral, tuvo que reconsiderar por la presión social… su peso político se esfumó. Sus funcionarios –la mayoría– ni siquiera se atrevían a dar la cara por él públicamente.
En la etapa de sucesión no tuvo un candidato propio a la gubernatura, nadie se apuntó en la lista; no era necesario ser brujo para adivinar el futuro que le esperara a aquel valiente que quisiera competir. La única persona que puso el pecho fue Oscar Vega Marín, quien, a pesar de su esfuerzo, tenía todo en contra empezando por el mismo gobernador.
Si nos damos cuenta “Kiko” Vega dejó infinidad de cosas a la deriva, entre estas las finanzas quebradas. Puede intentar responsabilizar a quien sea, pero la realidad es que ningún de los exgobernadores panistas tuvieron tan mal manejo de los recursos, al grado de heredar a la nueva administración una deuda de 1,600 millones de pesos correspondientes de la Universidad Autónoma de Baja California, solo por citar un ejemplo.
Su partido (PAN) se encuentra sumergido en su peor crisis, se están peleando las migajas para la próxima renovación de sus dirigencias locales. Algunos de los candidatos actúan de buena fe, pero otros definitivamente están buscando ser interlocutores del gobierno morenista y obtener alguna prebenda política. Y hasta económica. Francisco Vega nunca volteó hacia el PAN; lo dejó moribundo, a pesar de ser el principal responsable del fracaso electoral.
Se fue un gobernador limitado de ideas y falto de lenguaje hasta para expresarse. No comunicaba. Un desastre.
Ahora llega un nuevo gobernador, Jaime Bonilla, una persona de carácter fuerte, autoritario a todas luces, de mecha corta. Su afán de perpetuarse en el poder ya generó un conflicto serio cuando aún ni siquiera pone un pie en Palacio de Gobierno.
Como bajacaliforniano avecindado en la Ciudad de México, pero con familia y nexos muy fuertes con mi tierra natal, espero que le vaya bien. Su inicio fue errático, habrá que darle tiempo al tiempo.
Alejandro Caso Niebla es consultor en políticas públicas, comunicación y campañas; se desempeñó como vocero en la Secretaría de Hacienda y Secretaría de Desarrollo Social en el Gobierno Federal, así como director de Medios en la Presidencia de la República. También fungió como director de Comunicación Social en el Gobierno del Estado de Baja California. @CasoAlejandro