“Dale que va, dale que va. Allá en el horno nos vamos a encontrar. No pienses más; siéntate a un lado, que a nadie importa si naciste honrado. Que es lo mismo el que trabaja noche y día como un buey, que el que vive de las minas, que el que roba, o está fuera de la ley”.
–Enrique Santos Discépolo, Cambalache.
Mientras la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) expresa su solicitud a los mexicanos a rezar y pedir a Dios por la paz y la justicia para México y los mexicanos, en el marco del tema de Culiacán y el célebre Ovidio, el Obispo de Tulancingo, Hidalgo, expresa que en el asunto hubo “billetes”de por medio.
No es sano, en ningún sentido, dar por terminada la pelea entre los buenos y los malos; de las autoridades militares y civiles contra el crimen organizado. Es la guerra entre ser honesto o deshonesto; honrado o deshonrado; justo o injusto; libre o esclavo; con Dios o con el diablo. Con el bien o con el mal; con la paz o con la angustiosa depresión de ser parte de lo que no acabará bien.
Bien ha dicho Buscaglia, de la Universidad de Columbia, un conocedor del tema del crimen organizado entrevistado por Carmen Aristegui: el crimen organizado, en el que participan periodistas, empresarios, abogados, políticos, gente ordinaria, empleados, policías de todos los niveles, pastores, sacerdotes y militares desertores.
Unos a liberar presos al penal de Aguaruto; otros a echar bala a la fiscalía; otros más a las viviendas de los militares; algunos cuantos a intervenir frecuencias policíacas; y otros tantos “tráiganse las pipas de gasolina para quemar a las familias de militares”. El crimen organizado.
Esto es lo extraordinario; lo ordinario es matar a periodistas como Javier Valdez, asesinar a los cárteles opositores, fanfarronear en restaurantes, lugares públicos, mover millones de dólares y droga en 81 países, apunta Buscaglia.
Como explica el expresidente Felipe Calderón, antes el problema era que la droga iba de paso a los Estados Unidos, por el interior de México, hacia las fronteras. Hoy el reto es que los cárteles se pelean las ciudades, los poblados. Compran las plazas. Siendo presidente municipal de San Luis Río Colorado, Sonora, el General Guereca fue directamente a la oficina del exalcalde (hoy diputado por el PES) priista, Dr. Manuel de Jesús Baldenebro, para exigirle cuentas sobre los narcotúneles “encontrados” en la ciudad, ante la complacencia de las autoridades municipales de entonces.
Poco se ha escrito de la entrevista de Pedro Ferriz (nieto) con Phil Jordan -exdirector de inteligencia de la DEA en El Paso, Texas- sobre el financiamiento de “El Chapo” Guzmán a través de Manlio Beltrones, con 250 millones de dólares a la campaña política de Enrique Peña Nieto (2012-2018).
Extrañado, Jordan considera que “algo” pasó para que EPN extraditara a “El Chapo” a los Estados Unidos, por cierto, al iniciar la presidencia de Trump.
En uno de sus cantos titulado, Me han contado que existe un paraíso, José Luis Perales canta que al cielo parece cierto eso de que no van los tratantes de blancos ni de negros. Ni los “vendedores” de sueños y de drogas. Ni los lobos disfrazados de corderos.
En la pelea boxística de Culiacán entre el crimen organizado y las fuerzas de seguridad, el primer round lo ha ganado -desafortunadamente- el equipo de los rudos. Solo que faltan muchos rounds.
Difícilmente se puede vencer a las fuerzas militares bien entrenadas, organizadas, disciplinadas, limpias; y mejor aún si la ciudadanía, consciente de la grandeza de las fuerzas de seguridad, necesitan -como están solicitando los obispos católicos mexicanos- orar para que puedan desempeñar su trabajo por la nación.
Como expresa el Himno Nacional Mexicano: “Ciñe, oh Patria, tus sienes de oliva de la paz del arcángel divino (San Miguel), que en el cielo tu eterno destino por el dedo de Dios se escribió”.
Germán Orozco Mora reside en Mexicali.
Correo: saeta87@gmail.com
