No es un mero juego a las escondidas, ni tampoco la típica película de horror al estilo gore. En el fondo lo que tenemos aquí es una crítica a la lucha de clases, particularmente exponiendo a los adinerados. “Todo lo pagamos, entonces este país nos pertenece”, dice uno de los personajes antes de desparramar sangre por todos lados.
Escrita por Guy Busick y R. Christopher Murphy, la cinta, bajo la dirección de Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillet, exhibe una lucha de clases a través de la violencia donde una familia va de cacería dentro de su propia mansión con tal de conservar el apellido.
La presa es Grace (Samara Weaving), una joven huérfana que cree que ya logró todo lo que quería en la vida al casarse con Alex Le Domas (Mark O’Brien), quien proviene de una dinastía.
El recibimiento en la residencia de los Le Domas es más que extraño, sobre todo porque ni la servidumbre aprecia a la recién llegada, la madre le dice que no se preocupe por no tener sangre azul y el cuñado le advierte que si hay tensión es porque todavía no está claro si lo que ella busca es dinero.
Pero eso es apenas el principio. Para formar parte del clan la chica debe someterse a una especie de rito, que no es otra cosa más que un juego a las escondidas donde Grace, aún con el vestido de novia, debe evitar que la encuentren antes del amanecer. Lo que al principio no entiende es que quien la localice tendrá que asesinarla.
El objetivo no es tan fácil como parece, sobre todo porque la parentela no es muy inteligente ni hábil con las armas. Aquí es donde la comedia de humor negro se cuela con mucho tino y permite que el derramamiento accidental de fluidos corporales no sea tan grotesco.
Lo mejor queda para el final, nada fácil de anticipar y mucho más audaz de lo esperado. Aquí, vaya, nadie se salva, ni siquiera uno que desde la butaca debe pensar en el significado de toda esta locura que representa a buena parte de la sociedad, en este caso estadounidense, pero que bien puede extenderse a otras latitudes, sin excluir a la élite mexicana.
Es una exageración, sí, pero las metáforas de la cinta están basadas en una realidad innegable. En la medida en que eso se comprende largometraje pasa a ser mero entretenimiento y se convierte en una reflexión en serio. Bien por eso. *** y media.
Punto final.- Qué tal una película de “Breaking Bad”…