La escritora norteña ganó en Estados Unidos el Shirley Jackson Award 2018 en la categoría de Novella con “El mal de la taiga”, reeditada este año por Literatura Random House. “La novela no está escrita en el registro realista”, expresó a ZETA la narradora
La novela fantástica “El mal de la taiga” de Cristina Rivera Garza es motivo de tres acontecimientos noticiosos, a siete años de su publicación: en 2018, Suzanne Jill Levine y Aviva Kana la tradujeron al inglés como “The Taiga Syndrome”, editada por Dorothy Project en Estados Unidos; después, en julio de 2019, resultó ganadora del Shirley Jackson Award 2018, en la categoría de Novella; y por si fuera poco, el sello Literatura Random House de Penguin Random House reeditó la obra este año.
En entrevista con ZETA sobre su celebrada novela, para empezar Cristina Rivera Garza (Tamaulipas, 1964) se mostró gustosa por la distinción a su obra.
“Me ha dado mucho gusto recibir el premio Shirley Jackson Award 2018, creo que la traducción ha ayudado a que la lectura de ‘El mal de la taiga’ se modifique de alguna manera; creo que cuando la novela salió en México muchos estuvieron dispuestos a calificarla de la manera en cómo este premio la leyó, no como una novela de horror, sino como una novela de suspenso sicológico y de fantasía oscura”, refirió.
Sobre la traducción detalló:
“El libro se publica en Estados Unidos en una pequeña editorial independiente muy prestigiosa que se llama Dorothy Project, solo publica dos libros por año y tiene un énfasis en escrituras experimentales, escrituras por mujeres y escrituras que no necesariamente son parte del mainstream (tendencia o moda); la traducción la hizo una leyenda de la traducción en Latinoamérica que es Suzanne Jill Levine, que tradujo a casi todos los autores del boom, y su alumna Aviva Kana”, complementó Rivera Garza.
Publicada en 2012 por Tusquets Editores, ahora “El mal de la taiga” puede conseguirse en la colección Literatura Random House de Penguin Random House.
“Tomamos la decisión de poner a disposición de nuevos ojos este libro, luego de que su traducción al inglés salió bastante bien y, bueno, siempre que se publica otra vez la intención es provocar nuevas lecturas, acercar el libro a nuevas generaciones, talvez releerlo; en fin, aunque lo de adentro del libro parezca lo mismo, el mundo ha cambiado desde entonces, nuestras discusiones literarias se han transformado: el lugar de la gran literatura respecto a lo que se solía llamar subgéneros también se ha transformado. Y creo que hay cosas de qué hablar alrededor de ‘El mal de la taiga’”, comentó la narradora.
UN BOSQUE FANTÁSTICO
La anécdota de “El mal de la taiga” es sencilla. Un hombre contrata a una detective para que busque a su segunda esposa que se fue a la taiga con otro fulano. “El desamor aparece igual que el amor, un buen día”, “nadie puede saber en realidad por qué se va de casa, ni siquiera, o sobre todo, el que se va”, “¿por qué iría alguien a perseguir al que huye o se fue hasta la taiga?”, son algunas de las premisas que la detective formula mientras, con un traductor, poco a poco se adentra a un bosque fantástico.
— Podrías hablarnos del bosque como símbolo, más que literal, donde también abunda el crimen…
“La novela no está escrita en el registro realista, la novela está apostando desde la entrada por un registro de lo fantástico. De hecho, Shirley Jackson Award es un premio que se da -y aquí estoy citando de memoria- a novelas que son de horror, suspenso sicológico y de fantástico oscuro; creo que la traducción ha permitido una lectura que me sorprende mucho, que me da mucho gusto, porque creo que sí hay elementos de eso en ‘El mal de la taiga’.
“Lo que he intentado en la novela es conectarme con narrativas más conocidas. como son las del cuento de hadas, con formas más conocidas como es la novela de detectives, para poder no solo avanzar esta historia, sino de poner en juego todas estas reflexiones acerca de qué es alejarse.
“El bosque no es un bosque, es el bosque de encantados de los cuentos de hadas, pero también es el bosque del crimen, de usura, de la explotación; el bosque donde vemos también señales de varios fines del mundo, el bosque donde se termina el futuro, etcétera.
“Entonces, hay como una intención clara de mi parte que si la apuesta era seguir estos personajes conforme se alejaban más de los mundos conocidos, íbamos a entrar cada vez en este vértigo muy extraño, pues más valía hacerlo acompañado de herramientas que nos resultaran familiares un poco como para aplacar las ansiedades mías y de los lectores tal vez; y ahí son muy útiles estas otras narrativas: el cuento de hadas, la novela de detectives, sobre todo”.
— Aun en el bosque del crimen y a propósito de los cuentos de hadas, en “El mal de la taiga” haces constante alusión a Hansel y Gretel, de los hermanos Wilhelm y Jacob Grimm…
“Creo que hay una tradición muy grande de estos trabajos que se articulan con cuentos de hadas. En Estados Unidos hay una revista que solo se dedica a eso, imagínate, se llama Fairy Tale Review, y hay una tradición muy amplia de estudio sobre los cuentos de hadas, algunos desde distintos feminismos que me interesan a mí mucho.
“En este caso a mí me interesaba no solo la versión más moderna de estos cuentos, sino estos otros análisis que nos alertan acerca de las condiciones históricas dentro de las cuales se produjeron: la situación grave de hambruna, guerra, violencia, etcétera, que en muchos sentidos se parecen o se hermanan a las situaciones en las cuales fue producido el libro y en las cuales al mundo al cual ese libro llega ahora en una nueva edición”.
DE LA ESCRITURA FRAGMENTARIA
En cuanto a su estructura escritural, una característica de “El mal de la taiga” es su propuesta fragmentaria, proceso de creación del cual también conversó Cristina Rivera Garza con este Semanario.
“La forma fragmentaria, el modo en que entran las voces, la tensión, ciertos ritmos, la repetición de ciertas frases, el momento en que se repite, todo eso es absolutamente consciente, todo es parte de las decisiones que voy tomando y que corresponden a lo que creo acerca de la importancia, por ejemplo, del ritmo en la oración, o la importancia de introducir patrones de yuxtaposición que creen complejidad en la narrativa. Digamos que ésa es ya la carpintería, la fábrica, la ingeniería le digo yo, más que nada, del proceso escritural, que por cierto disfruto mucho y me gusta mucho”.
— ¿Cuál es tu concepción de la escritura fragmentaria?
“A diferencia de una literatura lineal que nos propone una serie de causa y efecto, por ejemplo, la literatura fragmentaria se rige por otro tipo de principios: es un principio de yuxtaposición que interrumpe una narración en lugar de consecuentarla, y son en base a estos momentos de interrupción que pueden ser como de darse cuenta de lo que está pasando, de producir momentos de duda y, luego entonces, momentos críticos; digamos que estos libros fragmentarios le apuestan a ese tipo de visión más que los que se desarrollan de acuerdo a lógicas lineales.
“No para todo sirve algo así, pero para ‘El mal de la taiga’ era algo que necesitaba porque estos personajes que se están alejando, que se están enfrentando a un mundo de difícil descripción, pues el hacerlo con una perspectiva más lineal habría sido absolutamente falso, no habría sido una manera de encarnar el proceso mismo por el que iban los personajes; sé que la forma y el fondo, el contenido y la forma, tenían que consecuentarse, y me pareció que la fragmentariedad era un principio más importante aquí que la relación de causa, efecto y consecuencia”.
“NO SE TRATA DE COMBINAR NADA MÁS DISTINTOS GÉNEROS”
En “El mal de la taiga” es posible encontrar diversos géneros literarios, desde poesía y relato, hasta aforismo y ensayo.
— ¿Has llegado a alguna conclusión o punto de partida sobre los géneros literarios?, se le cuestionó a Cristina Rivera Garza.
“A mí me ha interesado mucho lo que le llaman en Estados Unidos cross-genre. No se trata de combinar nada más distintos géneros, a mí lo que realmente me interesa es utilizar formas que asociamos a ciertos géneros para interrogar a otros; es decir, no es tanto un mezcolanza o una mezcla armoniosa de distintos géneros, sino realmente estarlos utilizando para provocar una visión crítica sobre el género en sí.
“Por mucho tiempo, sobre todo en el contexto mexicano, había una alta literatura y después lo que se llamó subgéneros con la novela de horror, el romance, las novelas de detectives, etcétera, que me parece una visión bastante jerárquica y vertical. En ‘El mal de la taiga’ era importante, al menos para mí, poner todo eso en juego, a un nivel de relevancia similar para todos estos géneros involucrados, esas maneras de narrar involucradas aquí”.
Hacia el desenlace de la entrevista con ZETA, la narradora mexicana concluyó:
“Creo que por eso la anécdota de la novela es muy sencilla, muy básica, porque lo que yo me estaba proponiendo hacer con la novela en términos de estructura y en términos de esta interrogación es: ¿qué es lo que estos otros géneros nos pueden dar para hacernos preguntas amplias sobre, en este caso, la cuestión de qué hacemos cuando nos alejamos, es posible regresar? Para eso me ayudó mucho la posibilidad de interrogar la validez de ciertos géneros, desde el punto de vista y con las herramientas de otros”.