Desde la aprobación de las leyes que rigen la Guardia Nacional, fue un hecho que la Policía Federal desaparecería para integrarse a esa nueva corporación. No hubo entonces, por allá de abril de 2019, tanta alharaca al respecto. Parecía que todos estaban conformes en el Gobierno Federal, tanto los policías militares como los marinos y los federales que serían extraídos de sus corporaciones para integrar la Guardia Nacional.
Pero al inicio de julio y al arranque formal de la Guardia Nacional, el escenario cambió. Además, los compromisos que adquirió el Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador ante el gobierno de Estados Unidos en el tema de la contención de la migración de Centroamérica ante la amenaza de Donald Trump de subir los aranceles a México si esa situación persistía, también influyeron en la inconformidad de los agentes federales.
La Policía Federal fue la primera corporación en ser enviada a la frontera sur de México, ya en representación de la Guardia Nacional, para hacer un muro humano e impedir la entrada masiva de migrantes centroamericanos a la República Mexicana con la intención de llegar a la frontera norte y de ahí intentar entrar a territorio estadounidense por la vía legal del asilo y el refugio, o por la vía de la indocumentación.
Ahí apareció la primera inconformidad de los federales, pues de prevenir la inseguridad, resguardar calles y avenidas del país, edificios federales o realizar tareas disuasivas, pasaron a ser trasladados al territorio hostil de la frontera sur. Ahí empezó a desaparecer la Gendarmería que construyó el ex Presidente Enrique Peña Nieto en su sexenio.
No es la primera ocasión que corporaciones policíacas son desaparecidas en México para dar vida a nuevas instituciones. La Policía Federal Preventiva que después se integraría a la Policía Federal y más adelante una parte de la Gendarmería, nació de hecho con elementos que pertenecieron a las Fuerzas Armadas. Acaso la policía más añeja, la de Caminos, había permanecido intocada, pero en este sexenio, también será trasladada a la Guardia Nacional.
En esta ocasión policías federales se han inconformado porque el escenario de cambio es radical para ellos. Independientemente que serán parte, más que conformar en su totalidad, una nueva corporación como la Guardia Nacional, estarán bajo el mando de militares. Primer detalle: la Policía civil en una nueva Policía civil, pero con mando castrense. Además, sus tareas no fueron trasladadas a una nueva entidad, sino que cambian. Quedan puestos a disposición de la Guardia Nacional para realizar trabajos que así convengan a las estrategias que se desarrollen en esa corporación.
Este cambio es quizá el más radical. De tener bases en distintos estados del país y mayormente en el centro de la República, su nueva labor implica la mudanza estratégica de la residencia. Si se les requiere en la frontera sur, hacía allá deberán ir, y de ser necesarios en la frontera, los enviarán.
En Baja California fue anunciado el arribo de 450 elementos de la Guardia Nacional para el 1 de julio, un día después del arranque oficial de la corporación, aunque el gobernador electo Jaime Bonilla Valdez anunció que llegarían 500 una semana después. Esos elementos, en ZETA fuimos enterados, no son los transferidos de la Policía Federal a la Guardia, sino que habían pertenecido a la Policía Militar y ahora estaban asignados a la Guardia Nacional. Evidentemente traen una disciplina distinta a la federal.
Los elementos que llegarán a BC serán hospedados en los cuarteles de la II Zona Militar con sede en Tijuana y a cargo del Comandante Pablo Alberto Lechuga Horta, recién estrenado como titular de la II Zona.
Sin embargo, estos militares ahora guardias nacionales, no responderán a las órdenes militares. Todo su actuar, responsabilidad, acciones y obligaciones, están en la Guardia Nacional, únicamente su residencia y su disciplina en caso de cometer algún ilícito, corresponderán a las autoridades militares, entidad que también les paga su sueldo, luego que la Secretaría de Hacienda les hace llegar el recurso adicional para el pago.
La división de la Guardia Nacional, pues, viene de origen. La conforman militares que no solicitaron licencia, que siguen siendo parte de las Fuerzas Armadas, pero están comisionados a la Guardia Nacional, y policías federales cuya corporación será desaparecida y deberán acatar las órdenes de militares que encabezan la corporación civil.
El embrollo se debe a la intención de Andrés Manuel López Obrador de conformar lo más rápido posible su Guardia Nacional, de ahí la inclusión de dos cuerpos policíacos, militares y federales, en una nueva entidad.
Por supuesto, las diferencias entre el desarrollo de una corporación civil contra la milicia, pesan en este momento en que la Guardia Nacional es un Frankenstein de la seguridad reconstruido a partir de dos unidades, una civil y una militar, que de manera tradicional en el sistema de gobierno mexicano, han sido como agua y aceite.
Ahora los federales están de manifestación a lo largo y ancho del país, se niegan a lo inevitable, que es la desaparición de su corporación base, a vivir en cuarteles, a ser cambiados de región, a estar bajo el mando militar, y exigen que sus derechos laborales sean respetados. Quieren percibir lo mismo que obtenían como agentes federales, las mismas prestaciones y los mismos bonos. Ser integrados a la Guardia Nacional en su estructura actual, con sus mismas facultades, responsabilidades y obligaciones.
Con la prisa de estructurar una Guardia Nacional, eje central de su estrategia de combate a la inseguridad, el Presidente López Obrador echó mano de corporaciones distintas no solo en fueros, sino en idiosincrasia y salarios. El agua y el aceite ahora deberán convivir, aun en la división de una Guardia Nacional que sigue en problemas de estructura.