La semana en curso será la última en la que habrá alumnos en las escuelas públicas de nivel preescolar a secundaria.
Por fin los profesores y los estudiantes podrán gozar de su merecido periodo vacacional, pero para los padres la situación pudiera no ser tan feliz, puesto que no en todos los casos hay donde dejar con seguridad y felicidad a los hijos mientras los progenitores trabajan.
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Lo anterior debe ponernos a pensar, porque implica muchas situaciones que deberían preveerse.
Por una parte y para que los niños y jóvenes no estén solo en el ocio (la madre y padre de todos lo vicios), expuestos en algunas ocasiones a malas compañías humanas o digitales, lo ideal sería oportunamente haber previsto esa situación, habiendo hecho los arreglos necesarios para que los menores de edad participen en una actividad lúdica positiva, como podría ser uno de los llamados “Campamentos de Verano”, donde se practican deportes o se aprende música u otro pasatiempo conveniente. Claro que está el inconveniente del costo económico más la problemática de la logística de los traslados, pero en la mayoría de los casos, cuando las cosas se planean con tiempo, se pueden resolver, ya sea a través directamente del interesado o logrando apoyarse por alguien de confianza.
Por otro lado, hay una lamentable realidad, consistente en que dada la situación que se vive en la actualidad, con un triste deterioro de valores y con la consecuente falta de respeto por la propiedad ajena, habrá daños y robos en los planteles escolares, aprovechando la mínima o nula presencia de la comunidad escolar y/o de guardias, especialmente en las escuelas públicas.
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Además de la afectación concreta al patrimonio e infraestructura de cada institución educativa, el perjuicio lo sufrimos todos directa o indirectamente, porque los recursos económicos para solventar las pérdidas y el deterioro eventualmente saldrá de los bolsillos de la población, a la vez que las denuncias presentadas cargarán aún más de trabajo a las autoridades.
Por todo lo anterior, es menester que se implementen medidas para inhibir robos y daños a las escuelas, lo que en principio podría contar con la colaboración de la sociedad, sobretodo de aquellas personas vecinas de los planteles, quienes ayudarían enormemente si hicieran sentir su presencia haciendo rondines en las escuelas, iluminando de tal manera su propia casa y banqueta que la luz alcance para los edificios escolares, colocando videocámaras de seguridad, integrando un Comité de Seguridad de Vecinos y en caso necesario alertando a las autoridades cuando haya sospechos rondando o llamando a la policía cuando se estén perpretando los daños o robos.
El activismo de los vecinos sería de mucho beneficio para las escuelas, pero sería ganar-ganar, porque se mejoraría también la seguridad de ellos mismos.
Pudiera darse el caso inclusive de que se llegara a un acuerdo con algunas escuelas para realizar actividades comunitarias en los planteles o simplemente para que los vecinos fueran a regar los árboles o mejor aún, a darle mantenimiento a las instituciones educativas.
Si de repente se pone de moda adoptar una escuela, aunque fuera parcialmente, todos saldríamos ganando y si no es posible o completamente viable contar con la ayuda de los vecinos, otra excelente opción sería que el propio consejo escolar de cada plantel, en coordinación con las autoridades, hiciera un plan de vigilancia y mantenimiento de su institución educativa.
Para concluir, podemos decir que todas las medidas en pro de proteger las escuelas son prácticas inteligentes y convenientes, dado que la función de la enseñanza es la más importante que puede existir en una sociedad. De ello depende la existencia y el futuro de la sociedad.
Todo es cuestión de cuidar las escuelas cerradas.
Alberto Sandoval es Fundador de Alianza Civil, A.C., ex presidente del COMOSC y Secretario del CEFAB. Correo: AlbertoSandoval@AlianzaCivil.Org Internet: www.AlianzaCivil.Org Facebook: Alberto Sandoval. Twitter: @AlSandoval
