En los primeros tiempos, el hombre y la mujer vivían en pequeños grupos nómadas, denominados por los antropólogos como hordas, tribus, ciudades; esto es, que se trasladaban de un lugar a otro en la búsqueda de frutos y cacería para alimentarse.
Según la pirámide de Maslow o “jerarquía de las necesidades humanas”, teoría psicológica propuesta en su obra “Una teoría de la motivación humana”, existe una graduación y se defiende que conforme se satisfacen las necesidades más básicas (parte inferior de la pirámide), los seres humanos desarrollan necesidades y deseos más elevados.
Según esta escala de las necesidades humanas, que se describe a menudo como una pirámide que consta de cinco niveles; los primeros cuatro pueden ser agrupados como necesidades primordiales hasta llegar al nivel superior que se denomina como autorrealización, pero claro está, primero es satisfacer la necesidad de subsistencia (necesidades inferiores) que son las necesidades fisiológicas básicas referentes a la salud como es la necesidad de respirar, beber agua, alimentarse; luego la necesidad de mantener el equilibrio en la temperatura corporal, posteriormente resalta la necesidad de dormir, descansar, eliminar desechos, posteriormente hay que satisfacer la necesidad de evitar el dolor y tener relaciones sexuales. En importancia, está la necesidad de seguridad y protección, y así sucesivamente.
Todo lo anterior se puede resumir diciendo que los migrantes de hoy buscan la satisfacción de necesidades básicas y de seguridad y por eso el traslado de un lugar a otro que se ha convertido en un problema tanto para los países cuyos habitantes emigran en la búsqueda de elementos para la satisfacción de ciertas necesidades, tanto como para los países hacia donde gira la migración.
Los migrantes son los nómadas modernos, trashumantes que buscan la tranquilidad en el trabajo del que derivan los alimentos, la seguridad y la paz.
Claro que el hombre y la mujer prefieren vivir sedentariamente por los inconvenientes que acarrea el proceso de migración que estamos describiendo y que genera el abandono del territorio donde se nace y donde se vive hasta que llega la muerte.
Ejemplo de poblaciones migrantes y que producen perturbación en la vida cotidiana de otros países son Guatemala, Honduras, Costa Rica, El Salvador e incluso nuestro país, México; pueblos que pretenden realizar el sueño de tener sustento seguro y con ello, paz y tranquilidad.
Los países antes citados, representan el ejemplo de cómo la pobreza y la inseguridad fruto de la falta de desarrollo económico, político y social, empuja a pueblos enteros a trasladarse de un lugar a otro tratando de encontrar en su peregrinar dos tipos de respuesta. Una, encarna el pragmatismo que equivale, metafóricamente hablando, a la respuesta de fuerza militarizada que es por la que propugnan ciertos países económicamente desarrollados como son los Estados Unidos, y que ven a los migrantes como un peligro para su estabilidad prejuzgando a estos ciudadanos como futuros delincuentes capaces de romper con la estabilidad que poseen hasta ahorita esos países.
Esta respuesta pragmática de fuerza militar, contrasta con la solución humanista contenida en un empleo de medios que desemboque en apoyos para el desarrollo de los países cuyos pueblos tienden a la migración y a la búsqueda de soluciones a problemas ancestrales que han impedido su avance socioeconómico, político y social.
La búsqueda de soluciones basado en el empleo de la fuerza resulta inútil porque los pueblos hambrientos no cesarán en su afán de encontrar los medios para palear el hambre que los atosiga, por el contrario, puede llevar a pueblos desesperados a utilizar la violencia como instrumento para ser necesariamente escuchados y apoyados en sus demandas que les permitan vivir con dignidad.
Nota: El problema está, de dónde van a surgir los recursos que permitan el desarrollo de los países que etiquetamos como países en situación de migración y se hacen de elementos necesarios que contribuyan a la guerra contra la corrupción y la impunidad, fruto de malos gobiernos.
Arnoldo Castilla es abogado y catedrático de la UABC.