Desconozco si alguna persona prefirió algún domingo electoral irse de compras al otro lado o quedarse cómodamente en su casa y no participar con su voto y elegir a sus gobernantes. Y después lamentó no haber votado.
Los mexicanos vamos evolucionando en lo que a democracia se refiere. En Baja California desde 1989 ha gobernado prácticamente el Partido Acción Nacional; en la Ciudad de México, el Partido de la Revolución Democrática.
Un voto, nuestro voto, aparentemente no significa más que un voto. Pero muchos votos se hacen de voto en voto. Si al igual que usted, una persona no vota, se irán acumulando abstenciones de votos. Y de uno se pasa a cifras alarmantes de indiferencia ciudadana. Por ejemplo en B.C., de más de un millón de electores posibles, solo un 30 % se anima a participar.
Hace algunos años era prácticamente imposible opinar sobre asuntos electorales o cuestiones políticas. Casi nadie, pocos, se atrevían a cuestionar la persona del Presidente de la República, del gobernador, o incluso de los alcaldes.
Hoy, en la Cámara de Diputados puede participar desde un caballero de la política hasta un pelafustán con traje. Así se camina en la democracia.
En términos eclesiales o teológicos, se habla de una escatología, es decir del Reino de Dios que ya está entre la humanidad, pero todavía no está del todo. Ya, pero todavía no. Algo similar sucede en la democracia en el mundo no sólo en México. Ya vivimos en la democracia pero todavía no en plenitud.
Diríamos que en México la política se ha vivido como una revolución, un cambio repentino. Pero también evolutivo, lentamente pero con pasos firmes.
En la historia reciente de las democracias, por ejemplo, Sudáfrica ha ido evolucionando a través de mucho sufrimiento encarnado en líderes como Nelson Mandela y el Obispo Desmond Tutu. Pero no se trata de una democracia de película.
En México, la democracia o los líderes democráticos han tenido que pagar un precio: cárcel, muerte, desprecios, persecución, privaciones. En ningún partido político las cosas han sido fáciles. Cientos de líderes campesinos, políticos, estudiantiles, empresariales, han sacrificado su vida para dar paso a la democracia.
¿Usted votará? Si no lo hace, es su asunto. Pero no olvide que usted es culpable de no participar en cambiar o mejorar la ciudad o el país. La democracia no es una cosa virtual. No se vota por internet. En medio de los calorones de Mexicali (48° centígrados), miles de personas -incluso ancianos y jóvenes- salen a expresar su voluntad política, no hay de otra.
Cada proceso electoral tenemos la oportunidad personal y social de elegir o votar por quien consideremos digno. Nadie lo hará por nosotros.
Los bienes y servicios públicos que recibimos los ciudadanos son cierto parámetro o medida para saber cómo han gobernado por quienes votamos. Absolutamente nadie puede obligarlo a usted a inclinarse o elegir a este o aquel político. Usted tiene el voto en su conciencia y voluntad y nadie más. Cada voto es importante.
Lea usted, infórmese, vea, contemple la ciudad, las obras, los servicios, los resultados de este o aquel gobierno, y en base a eso tome su decisión. ¿Usted votará?
Si usted no vota, nadie lo hará por usted. Y no olvide que no vivimos en el cielo donde todo es perfecto, acá en el más acá, en lo terrenal, es donde sirven los votos de los ciudadanos como usted. Cuando ya uno se petaté o se muera, ya no dependerá de nosotros elegir. Estaremos en las manos de Dios. Hoy también lo estamos, pero también en las manos de los políticos, y a esos Dios nos da la libertad de elegirlos. ¿Usted votará?
Germán Orozco Mora reside en Mexicali.
Correo: saeta87@gmail.com