A Tijuana llegó (1965) como Mary Clarke (su nombre real), formaba parte del equipo de voluntarios del P. Henry Vetter.
En la última entrevista que hicimos a la muy querida Madre Antonia, comentaba esa experiencia de llegar a la que sería su ciudad por 36 años: “Nunca podré olvidar la primera vez que entré a la “peni”, veníamos un grupo de personas y al mando estaba el Padre Enrique, un hombre mágico, una gran persona, un santo. No fue fácil encontrar el lugar, solo traíamos el domicilio, pero después de mucho preguntar, por fin llegamos.
“Y al hacerlo, yo sentí algo curioso, no se trataba ni de miedo, ni de nervios… sentía cosa aquí (se señala el corazón). Yo fui a la enfermería que era muy pobre, un lugar muy chico, tenía una puerta con rejas. Cuando la abrí vi a varios hombres sobre las pocas camas y en el piso también. Y cuando nos vieron, como pudieron se levantaron como señal de respeto. Cuando salí me hice el propósito de buscar medicinas en Los Ángeles y mandarlas para este lugar que tanto se necesitaba”.
Un buen día, después de platicar con sus hijos y con su confesor, Monseñor Anthony Brouwers (en cuyo honor, adoptaría más tarde el nombre de Antonia) decidió radicar en Tijuana para intentar servir a los internos de la penitenciaría. Atrás quedaron sus dos divorcios y sus hijos mayores que ya habían formado familia. Su hijo menor se trasladó a San Diego para estar cerca de su mamá, pues habían decidido pasar juntos, dos días por semana.
La historia de servicio es conocida por miles que cumplieron sentencia en el penal de La Mesa y a sus familias a las que atendía y ayudaba. Varios gobernadores le permitieron vivir en el penal, por más de 20 años, hasta que su salud, le impidió continuar en su pequeña carraca, humilde, llena de estampas de santos, con detalles de pequeñas flores o tejidos a mano que cubrían su cama. Tuvimos la oportunidad de estar varias veces ahí. Nos consta de la humildad de su morada, siempre limpia y con detalles amables.
Madre Antonia vivió para fortalecer a los internos, para convencerlos de que Dios los quería buenos. Luego fundó la asociación Brazos Abiernos, A. C. para cuidar de las viudas y huérfanos de policías caídos en el cumplimiento de su deber. Fue autorizada por Monseñor Carlos Berlié para crear la Congregación Madres Eudistas de la Undécima Hora. Los 36 años en Tijuana de Madre Antonia fueron de servicio, no tan solo a los internos sino a los grupos de mujeres y niños con grandes necesidades.
Nota 1.- El lunes pasado, al concluir una microscópica reunión con dirigentes de OSCs,
Leyzaola emitió una cantidad de mentiras sobre nuestra inolvidable Madre Antonia. Imposible repetir esas bajezas. Solo un ejemplo de sus infundios: aseguró que ella vivía dentro del penal, en un departamento de lujo. El hombre no tan solo está enfermo de su cuerpo, también de su mente. Tijuana no merece a una persona así.
Nota 2.- Todos debemos salir a votar. Que nadie incumpla con ese deber cívico.
Nota 3.- Los que vivimos aquí, sabemos que el nombre de nuestro estado es Baja California.
Luz Elena Picos es Directora de Red Social de Tijuana.
Correo electrónico: redsocialtijuana@hotmail.com www.lagacetaredsocial.gob