Ubicados frente a la Ensenada de La Paz, en el barrio bravo de “El manglito” – como se le conoce- es una de las colonias más antigua de ese municipio, caracterizado principalmente por la actividad pesquera que sus habitantes desarrollan y han desarrollado durante décadas.
De acuerdo al testimonio de sus colonos, la mayoría de ellos dedican su vida a la pesca, como lo hicieron sus padres y también sus abuelos. Pero por desgracia las condiciones ahora han sido más complicadas, la pesca ilegal e incluso los fenómenos naturales acabaron en su momento con todo lo que ellos tenían para sobrevivir.
Fue en 2008, cuando diferentes cooperativas de esta zona y pescadores libres formaron una asociación con la intención de rescatar la ensenada de La Paz y recuperar todo el producto que se había perdido esto junto a la Asociación Noroeste Sustentable y el Centro Interdisciplinario de Ciencias Marinas y tras diferentes estudios y un acuerdo de “no pesca” sembraron semillas de callo de hacha, que tras el paso del tiempo, comenzó de nuevo a dar sus frutos y su actividad comercial se recuperó.
Sin embargo, las malas prácticas y la ilegalidad de algunos pescadores que no corresponden a la zona empezaron a perjudicar sus siembras, pescando el producto que ellos estaban cuidando, por eso se tenía que hacer algo diferente.
Al paso de los años, Daniela, Martha, Graciela y once mujeres más, se han convertido en guardacostas terrestres de la Bahía de La Paz, quienes con mucha valentía y esfuerzo, día y noche realizan vigilancia terrestre en el estero de La Paz, mientras los hombres lo hacen vía marítima, esto, para evitar que pescadores ilegales capturen producto dentro del área de concesión de este grupo.
“Nosotras somos 14 mujeres que estamos también como socias de la Organización, estamos trabajando en la vigilancia por vía tierra en dos turnos, estamos trabajando en esta zona porque empezó a existir ilegalidad, nosotros ya contábamos con vigilancia marina por pangas, estaban vigilando pues toda la zona de la concesión para que no se robaran el callo, entonces nos dimos cuenta que en esta zona había entrada de personas y decidimos salir a cuidar lo que nos pertenece”, comentó Daniela Bareño, socia y vigilante de esta ensenada.
De acuerdo a los datos proporcionados por la organización, son más de 2 mil hectáreas que fueron concesionadas a la cooperativa donde ellas y sus esposos pertenecen, un logro que representó mucho esfuerzo.
Durante sus turnos, las mujeres guardacostas permanecen a la sombra de un árbol observando cualquier movimiento extraño.
“La verdad es que antes nos daba mucho miedo estar aquí porque estaba muy solo, porque se metía mucha gente a drogarse, carros a tomar y nos daba temor y a veces si nos íbamos a un lugar más seguro pero pues no, nos apropiamos de este lugar y ahora es un espacio como ves bonito y la gente se nos acerca para decirnos y darnos reporte de lo que pasó, tenemos todo, tenemos bitácora, fotografías y las denuncias, hemos pasado de mucho aquí pero estamos seguras que lo hacemos por nuestras familias y también por proteger la ensenada”, explicó Martha García, quien también es socia.
Dentro de esta concesión, ellas vigilan el callo de hacha, caracol y diferentes almejas que cultivan para su comercialización, pero es la captura del callo de hacha su principal actividad, y no solo eso, es el sustento económico de todas sus familias., mayor razón para proteger lo que se pesca.
Incluso, según sus testimonios, tienen que pasar años de cuidado para que este callo tenga las características necesarias para una comercialización conveniente, así el producto alcanza la talla requerida para el mercado.
“Duramos siete años sin sacar ni un callo, cuidándolos a sol y a sombra pero ahora sí ya van tres periodos que sacan los muchachos y es nuestro resultado porque lo estamos cuidando, si no lo cuidamos pues no hubiera, nosotros de ahí nos mantenemos, de ahí sacamos para los chamacos a la escuela, de ahí se saca para dar becas, se saca para muchas cosas, esto es nuestro día a día y la verdad nos gusta lo que hacemos” dijo Graciela Olachea, socia y también guardacostas.
Sin duda el proceso no ha sido nada fácil, han invertido mucho dinero, tiempo y sobre todo entusiasmo para que esto salga adelante y tengan un alimento que llevar a su mesa, y aunque es un trabajo en equipo de hombres y mujeres, los que forman parte de esta concesión tienen muy claro cuál es su papel, catorce mujeres vigilan día y noche, se han enfrentado a pescadores ilegales, a delincuentes, a malos tratos y sin embargo su visión por defender lo que les pertenece es más fuerte.
Actualmente se estima que se tiene una cosecha mayor a los dos millones de callos de hacha en el sitio, esto tras una reciente cosecha y cada uno de ellos tiene que cuidarse por más de un año hasta obtener la talla correcta, para que sea exportado a estados del interior de la república como Guadalajara y Monterrey, mientras que otra parte se queda en el estado para ser servidos en los mejores restaurantes de BCS.