Al amanecer me fui
de mi hermosa tierra
con lágrimas en los ojos
y recordando todo aquello
que nunca olvidaría.
Aún no me marchaba
y ya me dolían los recuerdos
-que como grandes tesoros-
se grabaron en mi corazón
y en el fondo del alma.
Me fui por el camino
con la mirada en aquel jardín
lleno de rosas rojas y blancas,
en el quiosco de cantera labrada
y en el pozo de agua bendita.
El aroma de los pinos
no se alejaba de mí
y sentí deseos de correr
hasta llegar al pie de la sierra
para recostarme mirando al cielo.
Las lágrimas corrían
como el agua del arroyo
en tiempos de lluvia
cuando sembraba con mi padre
en el barbecho junto a la casa.
Ya no podría ir a misa
con mi padre por la mañana,
ni podría ir a la plaza
y dar la vuelta en el jardín
que tanto disfrutaba.
Lourdes Cabral
San Diego, California