“Mi sangre estaba hirviendo con tanta envidia, que, cuando llegaba a ver a un hombre ser feliz,
hubieras podido ver la lividez que me invadía”. La divina comedia, Canto XIV.
Francesco Alberoni, desglosa espléndidamente esta negra emoción en su libro: Los envidiosos, y quedó bellamente representada en el film Mozart, en donde el genio musical enfrenta la furia envidiosa del mediocre Saltieri; tal y como ocurrió también con la joven cantante Selena, quien murió a manos de la monstruosa Yolanda Saldívar, quien odiaba en secreto debido a su atractivo físico y privilegiada voz. Por su parte, el racismo, definido como: “El odio, rechazo o exclusión de una persona por su raza, color de piel, origen étnico o su lengua, impidiéndole el goce de sus derechos humanos. Es originado por un sentimiento irracional de superioridad de una persona sobre otra” (copred. Angenda internacional/racismo).
Ambos sentimientos se pueden encontrar entrelazados, como en el caso de la actriz Yalitza Mercado, quien fuera atacada verbalmente por su notable éxito y origen étnico de parte de un individuo quien la llamó “pinche india” en un video.
El éxito artístico es un camino tapizado de cochinero, y todo mundo conoce lo que se mueve tras bambalinas como en casi todas las actividades humanas. Abundan las anécdotas de abusos sufridos por actores, entre los que se cuenta el acoso sexual a uno y otro, pero principalmente contra las mujeres. En el caso de la joven Yalitza, ella llegó cubierta desde un principio por la diosa fortuna en manos del director Cuarón, quien le dio la oportunidad de expresar su enorme talento. Este rápido triunfo trajo en consecuencia la reacción de envidia y racismo de artistas menos favorecidos, pero sobre todo de los mediocres, quienes son los más corrosivos y virulentos. Y todavía le falta a la joven actriz tener que lidiar con los oportunistas que intenten colgarse de su gloria (contando a algunos familiares),por lo que debe desarrollar la malicia necesaria para proteger a su familia, cercana de los depredadores al acecho, y de posibles ataques directos; principalmente en un país como el nuestro, repleto de maleantes. No me la imagino caminando libremente por las calles de su pueblo como cualquier otra joven nunca más, o al menos en un futuro cercano.
En cuanto al racismo, es harto conocida la expresión: “pinche indio” entre un mexicano dirigiéndola a otro con la intención de sobajarlo. Muchos de estos atacantes se sienten ibéricos y actúan como tales, como en el caso ridículo del futbolista Hugo Sánchez, quien hasta llegó a hablar con acento español; con todo y el haber sufrido el desprecio racista en carne propia durante su debut futbolero, mediante los gritos de “indio”, de miles de hispanos congregados ese día viendo el partido; y a quien entre otras cosas el futbolista los silenciara mediante un golazo que cimbró a todo el estadio y que es recordado hasta el día de hoy.
Pero es muy grotesco ver el desprecio entre connacionales, algunos de los cuales se sienten superiores debido a tener apellidos extranjeros (y si no lo tienen se lo inventan), güeritos algunos y hasta de ojitos azules; ni que decir de mujeres actrices mexicanas de extraordinaria belleza (ver cualquier revista TV notas), teniendo que exponerse a las fauces de los jefes, como proceso para escalar a la ansiada fama, si acaso logran alguna.
Muchos de ellos agonizan ante su falta de éxito; ahí tiene usted como ejemplo a la Gaviota, mediocre actriz que intenta regresar: la propia insignificancia, arde ante la llama de la gloria de otros. La bella dama de los aires, se ve obligada a arrastrarse ante el triunfo de la india de bajo linaje. Que una mujer autóctona personifique a la “india María”, y ridiculice a su propia etnia está perfecto, pero que no pretenda ser “nuestra igual”.
¿Cómo que postularon al Oscar a esa pinche india?, y aparte actriz novata. Eso mascullan muchos.
Nadie acepta propio la repugnante envidia ni el racismo, aunque como dice Alberoni: es posible lograrlo y curarla. Si usted desea conocer (aunque sea oculto en lo más secreto de su negro clóset), qué tan envidioso y racista es en realidad. O qué tan homófobo, misógino o de otra clase; aplique el test de Asociación Implícita, no vaya a ocurrir que le brinque por ahí algún traídos agazapado (que traiga su propio coraje escondido), y que lo filme o lo grabe y luego lo “saquen al balcón”, tal como le hicieron al agresor verbal de Yalitza: ese tal Sergio… ¿Sergio qué?
Atentamente,
Daniel Trujillo J.
Tijuana, B.C.