Don Bolles era reportero investigador del periódico Arizona Republic. En 1976 y desde hacia meses averiguaba con detalle a la mafia. Exactamente el 2 de junio llegó a estacionar su auto en el lugar de siempre. Alguien lo engañó. Le pidió hacerlo en otro lugar. Inocentemente aceptó. Se apeó y fue a reportear. Seguramente tuvo éxito. Al regresar a su carro abrió tranquilamente la portezuela. Se acomodó para manejar. Y cuando encendió el motor explotó una poderosa bomba. La pusieron bajo la carrocería. Precisamente a la altura del sitio para el chofer. El estallido fue poderoso. Le desgarró las piernas a Bolles. Vino el desangrado casi hasta la agonía. El artilugio destrozó toda la parte delantera del automóvil. Un hombre cercano a la explosión vio cómo una bola sangrienta humana caía sobre el pavimento. Afortunadamente llegaron los paramédicos y al hospital. No tuvieron más remedio: Le amputaron una pierna. Luego un brazo. Otra pierna. Se aferraba a la vida. Tuvo tiempo para un señalarle a los reporteros quien creía lo mandó matar. A los once días murió.
Reporteros en Investigación (Investigative Reporters and Editors) convocó a tratar el caso. Más o menos 40 periodistas respondieron. Todos de 46 diarios de todo Estados Unidos. Competidores o no. Fue una sacudida eléctrica a la Nación, dijo George Weiz, asistente del fiscal y testigo de aquella época. La mayoría de los periodistas trabajaba fuera de su tiempo normal en los diarios. Acordaron por eso instalar su sala de redacción en el hotel Adams de Phoenix. Comisionaron al reportero Bob Green para coordinar los trabajos. Definió cual sería la tarea: Primero es “periodismo en paquete. No es un acto de venganza. No buscamos al asesino. Es una respuesta razonada a la matanza de un reportero y continuar su trabajo”. A los 23 días de haberse organizado, estos periodistas desenmarañaron todo lo de la mafia. Dejaron muy en claro que la perversa organización se encargó de ordenar su muerte. La policía tomó muy en consideración las publicaciones. Capturó a los culpables. Los llevó a la corte. Fueron sentenciados y encarcelados. Por eso los periodistas ganaron el máximo premio en Estados Unidos: El Pulitzer otorgado por la Universidad de Columbia en Nueva York. El equipo de reporteros se desintegró pero dejó como ejemplo su tarea. Desde entonces la mafia no se atreve a tocar un periodista en Estados Unidos.
Este caso histórico ha sido tomado como ejemplo por la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP). Así investigarán el caso del compañero Alfredo Jiménez de El Imparcial de Hermosillo. La operación fue bautizada como Fénix, evidentemente como una imitación a Phoenix, asiento de aquellos decididos periodistas. Alfredo fue desaparecido indudablemente por el narcotráfico el año pasado. Los primeros indicios apuntan a un funcionario de la PGR como partícipe. Era confidente del periodista, pero también servía a la mafia. Le citó a cierto lugar donde precisamente fue capturado y desaparecido por los mafiosos.
La intención de la SIP es muy buena. Fue acordada en Nuevo Laredo, reunión secuencia de la famosa “Declaración de Hermosillo.” Ahora sólo falta lo más importante: Formar un equipo con periodistas aun de diarios competidores dispuestos a investigar. Muchos hasta la fecha han decidido no meterse más en asuntos del narcotráfico. Me lo dijeron: No hay garantías. Y varios diarios de la frontera y del centro del país. Acordaron no publicar nada más sobre la mafia por temor. Actualmente las notas relacionadas al narcotráfico se manejan más en los diarios del Distrito Federal. Pero en su mayoría están basadas en declaraciones de funcionarios. Y muchas veces por “filtraciones”. Todo esto da lugar a ganar la nota del día. Pero desgraciadamente no hay continuidad y en mayor parte es ausente la investigación. Los crímenes de periodistas particularmente se olvidaron.
No pude asistir a la reunión de Nuevo Laredo por motivos de salud. Pero el Sr. Ricardo Trotti, funcionario de la SIP me pidió enviarle un mensaje y este fue: “El narcotráfico entró a los periódicos. Dos empresas editoras de por lo menos seis periódicos fueron amenazadas. La advertencia directa o indirecta fue: No investigar o de plano no publicar nada. Me constan tales hechos. Pero no puedo mencionar a los diarios y menos nombres de editores. Les comprometería más y tal vez hasta fatalmente. En un caso la referencia que recibí fue “…tuvimos serios problemas con el narcotráfico”. Por eso ya no investigan ni destacan las informaciones. En el otro y más reciente amenazaron directamente a un editor. Lo comunicó inmediatamente a su Consejo Editorial. La decisión colectiva apenas hace tres semanas fue no publicar más sobre el narcotráfico. Esta embestida es tan grave como alarmante. Ha colocado a los afectados en posición de indefensión. Y a los que podríamos intervenir por ellos, en plan de provocar una reacción grave. Aparte no tengo la autorización para mencionarlos. En mi experiencia personal el narcotráfico no amenaza de muerte. Simplemente mata. Uno se cuida de ellos. Pero no sabe cuando atacarán. Ellos sí saben cuándo en y en dónde lo harán. Desgraciadamente en casi todo el país se multiplicaron los “cartelitos”. Y entonces cualquiera de sus integrantes se siente capaz y lo están haciendo, para amenazar, callar y en ocasiones actuar.
“En todo esto es una realidad: El narcotráfico supera al Gobierno. En agosto firmamos la “Declaración de Hermosillo”. Desde entonces esto ha pasado lo siguiente:1.- El Presidente de la República nos ha fallado. Jamás envió iniciativa a la Cámara de Diputados para tipificar como delito federal el agravio o asesinato a periodistas. 2.- Tampoco promovió eliminar la prescripción de los delitos contra periodistas. 3.- Otras iniciativas de diputados u organizaciones periodísticas no han prosperado.4.- La Procuraduría General de la República no ha resuelto ningún crimen de periodistas cometidos durante el presente sexenio. Esto, aún con los reclamos personales de la Sociedad Interamericana de Prensa, el Comité Para la Defensa de los Periodistas con sede en Nueva York y Reporteros sin Fronteras de Francia. Aparte de una promesa hecha en Nueva York al CPJ en una visita a sus oficinas. 5.- Por el contrario, continuaron agravios, denuncias y ataques a periodistas en diferentes partes de la República, en ocasiones con la abierta complicidad de los gobiernos locales como fue el caso de Lydia Cacho en Puebla. Celebro la realización de este foro en Nuevo Laredo. Espero que con las debidas precauciones se reanude la tarea de investigación. Que encuentren el camino para evitar todos estos problemas. No es posible que existan reporteros autocensurados o, en otros casos entusiasmados en investigar pero no les acepten publicar. Hermosillo fue el inicio de la unidad entre editores. Hoy debe superarse en Nuevo Laredo para bien del periodismo mexicano. Pero no debe cesar la exigencia de justicia al gobierno del Presidente Vicente Fox.
Tomado de la colección Dobleplana de Jesús Blancornelas, publicado por última vez en febrero de 2006.