Nadine Labaki ha demostrado ser una maestra del cine con esta gema de película, en la cual permitió que sus actores no profesionales reconstruyeran el guion que ella pretendía contar.
El principal de estos personajes es Zain (Zain al Rafeea), en realidad un refugiado sirio de 12 años que vive en el mítico pueblo pesquero de Cafarnáum en Líbano y que aquí representa a un chico que huye de la negligencia francamente ofensiva de sus padres, sobrevive en la calle, traza una amistad con una refugiada etíope a cuyo bebé protege, va a dar a la cárcel y busca justicia demandando a su familia por haberle dado vida, exigiendo que ya no tengan más hijos.
En más de una ocasión Labaki ha explicado que el punto de partida es un acta de nacimiento, documento que Zain, como muchas personas, no posee y, por lo tanto, no existe en una sociedad que nunca lo ve. Desde ahí comienza esta historia que narra los diversos tipos de violencia a los que se enfrenta Zain, víctima de la miseria en la que vino al mundo.
Contada a partir de flashbacks, somos testigos del juicio con el que este largometraje inicia para volver al pasado y permitirnos conocer el hacinamiento en la casa de Zain, en especial su preocupación por el futuro incierto de su hermana de 11 años, y luego verlo en busca de un empleo en un parque de diversiones casi en ruinas, expuesto a todo pero determinado, también, a enfrentar todos los abusos a los que la pobreza lo expone.
De ahí viene la profunda emotividad que logra esta joven cineasta que ya hizo historia al convertirse en la primera realizadora del mundo árabe responsable de un largometraje que compite por el premio a Mejor Película en Lengua Extranjera en el Óscar. Sobran las razones para fundamentar este logro cinematográfico. ****
Punto final.- “They Shall Not Grow Old”, la nueva hazaña de Peter Jackson. Habrá que verla.