La autora española ganó el Premio de Literatura “Sor Juana” 2018 con la novela “El asesino tímido” (Seix Barral, 2018). “Después de leer ‘Pedro Páramo’ comprendí que se podía hacer muchas cosas con la literatura que yo no creía que era posible”, reconoció en entrevista con ZETA
Una de las narradoras de la lengua hispanoamericana más importantes de la actualidad es la escritora Clara Usón, quien en 2018 entregó “El asesino tímido” al sello Seix Barral de Grupo Editorial Planeta, novela con la que ganó el XXVI Premio de Literatura “Sor Juana” 2018, concedido por la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL).
“Clara Usón nos demuestra que la novela es el verdadero campo de la libertad en donde la naturaleza filosófica del suicidio, el juicio de la monarquía y los derroteros del cine del destape de un país alucinado marcan la pauta de la herencia histórica aún latente”, se lee en el acta del Jurado del Premio de Literatura “Sor Juana” 2018, integrado por Ana García Bergua (México), Claudia Piñeiro (Argentina) y Daniel Centeno (Venezuela).
“Dentro de una urdimbre narrativa excepcional, ‘El asesino tímido’ nos bosqueja en clave de primera persona las placas de una fractura nacional sin enmiendas”, emitió el Jurado y complementó que Clara Usón “registra parte de la transición española en su propuesta, entre la erudición y la accesibilidad, fuerza los límites de la novela convencional atreviéndose a ir más allá”.
Tras recibir el Premio durante la FIL Guadalajara 2018, Usón manifestó a ZETA:
“Ahora mismo es lo que me está haciendo feliz, porque el Premio ‘Sor Juana’ es un premio extraordinario, que yo nunca pensé me concederían; es un gran estímulo para seguir escribiendo. Uno escribe en la soledad, sin saber si lo que está haciendo va a interesar o no va a interesar, y que de pronto te den este reconocimiento es un impulso importante para perseverar, desde luego que sí vale la pena”.
UNA ACTRIZ DE CINE ERÓTICO EN EL FRANQUISMO
Contada en primera persona y con escenarios entre España y México, en “El asesino tímido” Clara Usón cuenta la historia de Sandra Mozarovski (1958-1977), una joven actriz de cine erótico, entre la transición del franquismo y la monarquía, quien protagonizó una treintena de películas y cuya vida al límite llamó la atención de la narradora española.
“Sandra Mozarovski fue una actriz de cine erótico, era un fenómeno español, muy característico de España, no se conoce fuera, ‘cine del destape’, se llamaba; además es muy literal porque en España las mujeres eran muy tapadas en la época de Franco, tenían que ir tapadas, el franquismo era muy católico, muy mojigato, de alguna manera la metáfora del régimen era tapar, cubrir, convalidar eso, la metáfora de la mujer. Y de pronto, a finales del franquismo, en los límites de la monarquía asimos con asombro un fenómeno que no esperábamos, y es que en el cine, las películas que se proyectaban, las mujeres ya no iban tan tapadas, lo enseñaban todo, eso se llama ‘el destape’, las mujeres, los hombres no, claro; los hombres iban muy vestidos”, expresó la autora en entrevista con este Semanario
En cualquier caso, Clara Usón (Barcelona, 1961), tres años menor que Mozarovski, refleja la época setentera donde en España se soñaba con la llegada de la democracia tras cuatro décadas de la dictadura de Francisco Franco.
“Lo curioso del caso es que nosotras estábamos ilusionadas: ‘¡Wow, la revolución!, aquí viene la democracia, van a cambiar las cosas’, y de hecho fue así como el régimen nos anunció que venía la democracia, que iban a cambiar las cosas mediante la exhibición del cuerpo femenino de esa forma perversa.
“Sandra fue una protagonista de ese tipo de cine, participó casi en treinta películas de los 15 a los 18 años, murió en circunstancias trágicas y tal vez muy amante del Rey Juan Carlos, ésos son los rumores; su muerte nunca fue esclarecida, la versión oficial es inverosímil y eso da pábulo de todo tipo de especulaciones, ¿la mataron, se suicidó?”.
En algún momento de la entrevista con ZETA, Usón reveló por qué se identificó con la vida al límite protagonizada por la actriz:
“Sandra me interesó como una representante de ese cine, de esa época, ella como personaje, como persona, porque no hay nada más trágico que una muerte precoz, justo cuando empezaba a vivir murió. En el franquismo, las mujeres querían ser actrices, pero para ser actrices solo podían hacer un tipo de cine, que era ese que requería desnudarse, además ella estaba ya harta: ‘estoy harta de ser objeto’, o sea, no podía hacer más que un tipo cine e interpretar dos papeles: la puta o la santa, ¿no? Entonces era muy interesante y todo eso tiene que ver conmigo misma, porque nos llevábamos apenas tres años”.
HOMENAJE A LA MADRE
“Cuando caí, como Lucifer, atrapada en una espiral de sobredosis y convalecencias y recaídas, nuestra relación cambió, mi madre aguantó de mí lo que nunca hubiera aguantado esa madre ‘normal’, de película americana, con la que de niña yo fantaseaba; era mi madre quien pasaba las noches en vela en las salas de espera de los departamentos de urgencias de los hospitales mientras me lavaban el estómago (el mío debía de ser el estómago más limpio de Barcelona) y era el suyo el primer rostro que veía cuando recuperaba el conocimiento en una cama de hospital…”, cuenta la narradora en la página 203 de “El asesino íntimo”.
— ¿Por qué “El asesino tímido” es también como un homenaje a su madre?
“Tiene mucho de eso. Mi madre y yo no nos llevábamos bien, durante muchos años fue una relación conflictiva, ella prefería a mis hermanos, lo fue hasta el final, aunque se portó muy bien, quería más a sus hijos, fue una buena madre para mí, pero tuvimos una relación muy conflictiva durante muchos años.
“Cuando era muy mayor pasó una época tremenda que tiene que ver con el título de la novela, ‘El asesino tímido’, la canción del abismo, el juego entre la vida y la muerte, las drogas, estaba yo muy mal, era una especie de protagonista de una película de terror sin erotismo.
“Mi madre fue para mí lo que yo nunca hubiera pensado que alguien pudiera hacer por otro ser humano, ¿no?, es rescatarme una y otra vez, a sacarme del pozo, y nunca en vida creo que se lo agradecí, de manera que esta novela tiene algo de homenaje”, confesó Clara Usón.
UN VIAJE POR LA LITERATURA UNIVERSAL
Leer “El asesino tímido” es encontrarse de repente con autores como Camus, Chéjov, Nietzsche, Borges, por citar solo algunos; por cierto, destaca también la figura del poeta italiano Cesare Pavese: “Los suicidios son homicidios tímidos. Masoquismo en vez de sadismo” (página 34), sentencia alusiva al título de la novela.
“‘El asesino tímido’ es un título metafórico, es el suicidio, esto no es un thriller, de hecho las librerías se equivocaron y la pusieron en novela negra y criminal; también hay un punto de humor en el título, viene de la frase de Cesare Pavese, un poeta italiano que se suicidó: ‘Todo suicida es un homicida tímido’; como en mi novela me lo permito todo y por mi formación jurídica ejercí la abogacía, bueno, ‘el suicida actúa con deliberación, con alevosía, con toda intención, por tanto es un asesino’. De ahí el asesino tiene que ser suicida, que es el hilo conductor de la novela”.
— ¿Podría abundar en aquellos autores determinantes en su formación reflejados en su obra?
“Yo tengo una particular predilección por la literatura rusa: Gógol, Lérmontov, Dostoievski, Turgenev, Tolstói, Chéjov; también Flaubert, la cumbre del realismo. Es como decía Picasso: ‘Para poder hacer arte abstracto uno tiene que saber dibujar bien figurativo’; yo creo que mi formación clásica es importante para después ponerme a jugar con las formas.
“El XX fue el siglo de la libertad formal y antes estuvieron Joyce, Proust; la ilusión de la objetividad que se pierde, pues la objetividad es un mito, es un sofisma, no existe, es siempre el autor el que te lo cuenta todo y, por tanto, el mundo que te refleja en ese espejo es el suyo, es relativismo y eso lleva a esa experimentación formal, pasando por Joyce, Faulkner. Y lo recogió de una forma nueva con una explosión de libertad y de posibilidades que se abrían la literatura latinoamericana: Vargas Llosa, García Márquez, Cortázar, Onetti, Borges, Rulfo; lástima que casi todos los referentes sean hombres, pero ahora hay muchas mujeres buenas, escritoras grandes como Elena Poniatowska, que es maravillosa, Silvina Ocampo.
“La literatura española la leí después porque yo estaba en Barcelona, que era el centro del boom donde había como un efecto contrario y yo leía autores latinoamericanos, a mí me han influido mucho, y esa sensación de libertad y de jugar con las formas y explorar nuevas maneras me viene de ahí”.
“LA LITERATURA LATINOAMERICANA ME ENSEÑÓ LA LIBERTAD”
“El asesino tímido” oscila entre el formalismo del ensayo o la historia y la tragedia en la ficción; es decir, en una sola obra de Clara Usón es posible encontrar una diversas de registros de tonos.
Precisamente, sobre la tragedia y la ironía, la documentación o la ficción, la narradora advierte:
“Chéjov es mi referencia absoluta. Él decía: ‘Las circunstancias es la vida, no hay que enfatizarlas con violines llorones; cuando uno escribe basta con que diga esto pasó o no’; entonces, yo voy un poco más allá, porque tengo cierto pudor, sobre todo al hablar de mí misma, yo no quiero que nadie me compadezca, además quiero ser como Borges: ‘Haber sufrido no es ningún mérito, es parte de la condición humana’. Entonces, a través del humor le pongo distancia y hago que sea mucho más digerible, luego se puede usar otro recurso: ir a buscar la lágrima, pero no me gusta la compasión”.
— ¿Cómo fue la búsqueda del tono para abordar la transición del franquismo a la monarquía?
“Hay distintos tonos, no todo es ironía, hay momentos de seriedad porque lo que estoy contando lo requiere; yo busco que parezca un juego, que el esfuerzo esté de mi lado, como decía Borges: ‘La complicación, o sea, el esfuerzo, tiene que estar del lado del escritor, el lector no tiene que apreciarlo’. Que al lector le dé la impresión de que estoy improvisando, de que es espontáneo y que le cree además cierta inquietud y decir: ‘Habla del Rey de España, luego habla de su madre, ¿a dónde me está llevando?, no sabe si va a algún sitio’; jugar a eso, crear ese suspense, es como el malabarismo: se va a caer o no se va a caer la manzana, pero todo está muy estudiado, muy pensado. Al final todas las piezas encajan y si consigues la ilusión de sentido que no tiene nada que ver con la vida, pero es algo que ofrece la literatura.
“Aparte de Chévoj, para mí la literatura latinoamericana me enseñó la libertad. Después de leer ‘Pedro Páramo’ comprendí que se podía hacer muchas cosas con la literatura que yo no creía que era posible. Y otra referencia a otro escritor latinoamericano que escribía cosas tremendas con un humor extraordinario: Jorge Ibargüengoitia, por ejemplo. He tenido ahí unas referencias que me han ayudado, las cosas se pueden tratar de muchas maneras.
“La vida es absurda, hay a quien le puede apesadumbrar y angustiar como a Unamuno, en el sentido trágico de la vida; y hay quien le puede dar libertad, pues me puedo reír de todo, porque nada tiene sentido. Eso me pasa a mí: si la vida es absurda, nos la podemos tomar a broma”.