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jueves, febrero 15, 2024
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“ROMA”, un regalo de memoria

Construida a partir de los recuerdos de infancia de Alfonso Cuarón, para contar la vida de su nana Libo, la película disponible en Netflix desde hoy viernes 14 de diciembre, es un viaje al pasado que salta de las evocaciones personales a las colectivas y retrata momentos clave del México de los 70, mientras hace una radiografía del rol familiar de las mujeres y el trato que se da a las trabajadoras domésticas 

Cuando Alfonso Cuarón inició el rodaje de “ROMA” en la Ciudad de México, en octubre de 2016, quizá nadie dimensionó el poder de la historia que estaba construyendo, pues entonces, la noticia era su triunfal regreso al país, y días después lo fue la “gresca” que  enfrentó el equipo de producción en la delegación Cuauhtémoc.


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Sin embargo, con el paso del tiempo la imagen se completó y supimos que de una historia personal, la de su nana Libo que tiene raíces mixtecas, Cuarón recrearía el contexto social y político del México de los 70.

El resultado disponible en la plataforma Netflix a partir de hoy viernes 14 de diciembre, es un regalo de memoria que estremece, invita a la reflexión y atrapa con la belleza estética que estuvo a cargo del diseñador de producción Eugenio Caballero. Ganador del Óscar por “El Laberinto del Fauno” (2007), en conferencia gestionada por el Festival Internacional de Cine de Guadalajara (FICG), éste habló del proceso de construir escenarios a partir de los recuerdos de Alfonso Cuarón.

“Diseñamos la película basada en conversaciones. Él tenía muy claro adonde quería llevar esto, conversábamos de las actividades de su casa, de cómo eran las cenas, a qué jugaban. Empezamos al revés de como normalmente se empezaría, empezamos con los detalles y a través de los detalles fuimos construyendo los grandes espacios y así fue todo. Rodamos en orden cronológico, los actores nunca supieron qué iban a hacer, ni adonde iban a ir sus personajes”, compartió.


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Sin experiencia actoral previa, Yalitza Aparicio trastoca al espectador

En la mente del director mexicano desde hace diez años, “ROMA” empezó como un ejercicio de memoria que dio pie a un guion que Caballero etiquetó como “muy hermoso”, aunque en realidad nadie lo vio, ni leyó, ya que Cuarón no quería que ninguno se adentrara en acciones pequeñas que le restaran presencia a temas importantes como el rol de las mujeres en la familia, la diferencia de vida entre clases sociales, el trato hacia las trabajadoras domésticas, la ausencia paternal, el abuso de poder en las relaciones y la represión estudiantil de la época.

Curiosamente, para darle atmósfera a los grandes tópicos sí pensó en elementos básicos, como detalló a mayor profundidad quien trabajó junto J.A. Bayona en “Lo Imposible” (2012) y “Un Monstruo Viene a Verme” (2016): “Una de las cosas más interesantes es que cuando empezamos a hablar con Alfonso no hablamos de las grandes cosas, muchas veces hablábamos de cómo olía la colonia, sí, del aroma de la colonia o cómo olía la lluvia en la Ciudad de México y cómo era el granizo, porque hay una escena que lo evoca. Bien dicen, ‘habla de tu pueblo y llegarás lejos’, y eso es un poco lo que pasa con la película, retrata lo particular, pero tiene un alcance universal”.

El éxito de “ROMA” que inició con el León de Oro a Mejor Película del Festival Internacional de Cine de Venecia y recogió varios reconocimientos internacionales más, antes de sus tres nominaciones a los Globos de Oro, recae justamente en la manera en que Cuarón retrató con honestidad, y por ende crudeza, la historia de Libo, conocida como Cleo a través de la orgánica interpretación de Yalitza Aparicio, una mujer de origen oaxaqueño que hasta entonces no había tenido experiencia actoral, pero que trastoca al espectador al llevarlo de la mano por el dolor de su personaje, esperanzas y atisbos de felicidad, en la forma más pura del cine.

El cineasta y su familia en “ROMA”

“Las memorias de Alfonso se habían fortalecido como un músculo porque empezaron siendo personales y después las fue compartiendo, dialogando y ejerciendo, al hablar con Libo, su madre y sus hermanos. Después yo me incorporé porque, aunque yo soy más joven (46 años) que Alfonso (57 años) por bastantes años, crecí en el mismo barrio y mis abuelos vivían a dos cuadras de ahí (Colonia Roma), entonces la arquitectura, los sabores y todas estas cosas también estaban en mi memoria, y a la par que hablamos de ello, generamos una investigación histórica muy pero muy extensa”, refirió Eugenio Caballero.

Con sólo Marina de Tavira como actriz profesional para encarnar a la madre de Alfonso Cuarón, la trama se llevó a espacios reales en su mayoría y recreó los que no estuvieron a disposición.

“No nos quisimos meter a un estudio porque necesitábamos ventanas y todas estas cosas que también se pueden hacer en un estudio, pero como teníamos actores no actores, y coprotagonistas no actores, iba a ser demasiado ajeno irse a meter a un estudio y que todo sonara demasiado hueco. La casa que se construyó es el corazón de la película y sabíamos que ahí íbamos a rodar mucho tiempo, porque en total rodamos 19 semanas, que es un rodaje hiperlargo para una película mexicana y al rodar en orden cronológico es un pedo máximo, sobre todo la idea de volver a la casa que mantuvimos montada por casi siete meses y fue una de las cosas más difíciles”, expuso.

Originalmente ubicado en el número 21 de la calle Tepeji en la colonia Roma, el hogar del cineasta se replicó en una casa de la colonia Narvarte que estaba por ser demolida y al reforzarla les permitió quitar algunas paredes, abrir una especie de zanja en el techo y poner vigas que subían y bajaban para meter la cámara o las luces, según lo necesitaran; mientras que la fachada que se muestra en escenas, es la casa que está al frente de la original, ya que ésta tenía mejor luz para el rodaje en blanco y negro que se hizo en formato 65 milímetros.

Sobre esta decisión, Caballero declaró: “Me generó mucho vértigo el salto, luego entendí que la escala de grises también era color y que al final la película se completa con eso: colores y texturas que son cosas importantes. La película siempre se pensó y concibió en blanco y negro, desde que Alfonso me dijo que quería hacerla, pero debía ser un blanco y negro distinto, no un blanco y negro nostálgico, o que apelara a la nostalgia. Debía ser un blanco y negro más moderno, que se sintiera hecho con cámara digital, porque al final fue lo que hicimos. No queríamos tener grandes contrastes entre las piezas muy negras y los grises muy claritos, sino que la gama de grises fuera mucho más integrada”.

Ocho meses de preproducción, diecinueve semanas de rodaje y casi un año de postproducción, dieron vida a la película que replicó la Avenida de los Insurgentes y Baja California a través de 250 metros de calle, que equivalían a dos cuadras y media, con todo y sus cruces y cinco metros de altura que, a decir de Eugenio Caballero, es una de las cosas tangibles en las que Alfonso Cuarón pensó para darle al público una experiencia única, como también lo fue el impecable registro de audio que tiene en múltiples planos.

Pero cuando se le aprecia en su totalidad, uno reconoce igual que el diseñador de producción, que los elementos intangibles son los que le aportan cuerpo y alma, y serán los que indudablemente harán que “ROMA” siga trascendiendo por su capacidad para conectar con el lado más humano del espectador, justo como lo hacen las verdaderas obras maestras.

Autor(a)

Redacción Zeta
Redacción Zeta
Redacción de www.zetatijuana.com
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