Rodulfo Figueroa fue por los años del peñismo en la Presidencia de la República, delegado del Instituto Nacional de Migración (INM) en Baja California, Hijo de embajador, le sabía al tema y conocido es su elemento político laboral. Nada parecía tenerlo más conforme que su trabajo en Migración, pero tras el proceso electoral de desastrosos resultados para el Partido Revolucionario Institucional, y en los amarres finales, Figueroa salió del INM. En consolación le dieron la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y de Desarrollo Urbano, pero cuando llegó y vio el cochinero que debía cubrir, dijo que muchas gracias pero no… y se quedó en el desempleo. Al triunfo de Morena no lo dudó, sumándose a los equipos de integración de los foros ciudadanos e hizo mancuerna con Alejandro Encinas Rodríguez, el ex perredista que fue nombrado subsecretario de Derechos Humanos, Migración y Población de México, en la Secretaría de Gobernación que ahora encabeza la doctora Olga Sánchez Cordero. Total que, intermediario a modo, Rodulfo logró que Encinas lo nombrara “delegado” de Migración en Baja California y así se presentó con las autoridades locales, a propósito de la crisis migratoria que se vive en Baja California, particularmente en Tijuana y Mexicali. Sólo que el influyente Figueroa olvidó un detalle: Jaime Bonilla Valdez es, de facto, el coordinador federal del Gobierno de México en el Estado y, por lo tanto, quien palomeará los nombramientos como jefes de las subdelegaciones (recuerde que ya no será delegaciones). Y pues Bonilla no traía a Rodulfo ni en la lista, ni en la mente. De hecho, para encargado del INM ha propuesto al contador público Manuel Alfonso Marín Salazar, y solicitado a Figueroa que se desdiga de su representación federal. Total que la confusión entre el nombramiento de Encinas y las querencias de Bonilla, se esclarecerá cuando el senador con licencia dé a conocer a los encargados de las ex delegaciones en próximos días.
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