“Muerto el 23 de noviembre de 2006 por una enfermedad, se diría que Blancornelas profesó un periodismo heroico, pero tal vez el adjetivo más señero sería quijotesco. Después del atentado en el que recibió cuatro potentes balazos y al que sobrevivió el 27 de noviembre de 1997, se encerró y circuló protegido por una escolta militar de doce elementos. A partir de entonces, y como nunca antes, consagró los años restantes de su vida a combatir la estructura mafiosa de los narcotraficantes Arellano Félix: un hombre contra el mundo”, así definió el escritor Federico Campbell (1941-2014) en la revista Letras Libres (enero de 2007), al codirector fundador de ZETA, José de Jesús Blanco Ornelas.
Esta semana que concluye, se cumplieron 21 años que un grupo de asesinos del Cártel Arellano Félix, encabezado por Benjamín Arellano, intentó asesinar a Blancornelas.
Los homicidas, entonces identificados por la Procuraduría General de Justicia del Estado, fueron: David Barrón Corona “El CH”, muerto en la escena; Alberto González Ortega y Fabián Martínez “El Tiburón”, el primero asesinado y el segundo suicidado posteriormente; Marcos Arturo Quiñonez Sánchez “El Pato”, acusado y exonerado por una mala investigación por el ataque al periodista; Adelaido Reyes y Alfredo Araujo Ávila “El Popeye”, presos por otros delitos; además de Alejandro Weber Barrera, Michael Anthony Jarboe, e Isaac Guevara Hernández, los tres, desaparecidos hace veinte años.
Apoyados por agentes ministeriales, quienes habían seguido y “protegido” al periodista durante semanas unos días antes del atentado, misteriosamente abandonaron la escolta. Los hombres antes mencionados lo emboscaron mientras se dirigía a las oficinas del Semanario. Así lo informaron en su momento en versiones públicas las procuradurías General de la República, la del Estado de Baja California, y la Comisión Nacional de los Derechos Humanos.
En la escena del crimen quedaron decenas de casquillos y el cuerpo sin vida de Luis Valero, compañero y escolta del periodista, quien llevaba seis meses a cargo de su seguridad.
Don Jesús sobrevivió a la lluvia de balas porque Luis lo empujó contra el piso del auto para protegerlo, y porque ese fue el deseo del Dios en el que tanta fe tenía Blancornelas, por eso la frase “Me voy a morir cuando Dios quiera, no cuando los narcos lo decidan”, fue dada como repuesta en entrevistas durante los nueve años que duró su segunda vida.
Contador de profesión, reportero por convicción. Fue pionero del periodismo de investigación en Baja California, donde dirigió en Mexicali La Voz de la Frontera. Fue despedido por su trabajo de denuncia contra los gobiernos, para después irse como director de El Imparcial en Hermosillo, Sonora.
En el segundo lustro de la década de los 70 fundó, con otros comunicadores, el periódico ABC, donde hace más de 39 años denunció los monopolios comerciales creados por las familias adineradas de Baja California, coligadas con los gobernadores del Estado, acompañados en su corrupción por políticos en el sur de California, Estados Unidos. Por eso le inventaron una huelga, iniciaron una campaña de desprestigio y le cerraron el periódico, situación que originó la fundación de ZETA en abril de 1980.
Perseverante como pocos, el originario de San Luis Potosí continuó exhibiendo la descomposición de los gobiernos, después, la alianza de los políticos a los grupos de narcotraficantes, el surgimiento de una clase narco-política y el empoderamiento de los cárteles de las drogas.
“Recursivo, frontal, incómodo, contestatario, kamikaze, retador”, fueron calificativos que analistas y otros comunicadores dieron al trabajo de investigación que Blancornelas conocía como la única forma responsable de hacer periodismo.
Inteligente, visionario, valiente, agudo, con buen instinto, enemigo de la falta de definición, creía que las situaciones injustas podían y debían mudar. Y que la responsabilidad del periodista era contribuir, informar, tocar la conciencia de la sociedad para generar cambios.
Tal convicción le permitió seguir adelante, después de las lágrimas, la frustración y el abatimiento que siguieron a la muerte de su guardia Luis Valero y de sus dos colegas, Héctor Félix Miranda y Francisco Ortiz Franco. Injusticia que don Jesús cuestionó, investigó y exhibió hasta los últimos días de su vida.
Políticos y criminales lo convidaron a la corrupción y lo amenazaron sin éxito. Infortunadamente, el profesionalismo exhibido por Blancornelas siempre estuvo por encima de la limitada voluntad, la incapacidad, la corrupción y el poco valor moral evidenciado por autoridades y gobiernos que dejaron en la impunidad los homicidios de sus tres compañeros, y el intento de asesinato que nueve sicarios del Cártel Arellano Félix cometieron en su contra.
Por eso, hoy quienes trabajamos en ZETA reiteramos el reclamo que el propio Jesús Blancornelas hizo hace 21 años: “Todo mundo sabe cuántos y cómo se llaman los que dispararon. No es un secreto quién ordenó hacerlo. No creo que sean incapaces para capturarlos”.
Pero sí han sido incapaces los presidentes Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña, lo mismo que los gobernadores Héctor Terán, Alejandro González, Eugenio Elorduy, Guadalupe Osuna y Francisco Vega, con sus respectivas procuradurías, incompetentes para detener, acusar y juzgar a los matones y a su jefe, Benjamín Arellano.
En esas condiciones de impunidad, la petición es ahora para quien a partir de los primeros minutos del 1 de diciembre de 2018, será Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, y se extiende a quien sea designado fiscal general y a su empoderado coordinador estatal Jaime Bonilla: queremos justicia.
Ya veremos si en este caso, son capaces de “hacer historia”.