La forma de comunicarnos entre los seres humanos a lo largo de nuestra existencia ha tenido un sinfín de variantes, cada determinado tiempo las técnicas son más sofisticadas y por lo tanto complejas.
Sin temor a equivocarme la época que estamos viviendo es un parteaguas, algo así como “antes de las redes sociales y después de las redes sociales”. Un ejemplo: tenemos un celular que lo utilizamos para todo menos para realizar llamadas telefónicas, el colmo es que ahora nos mandamos mensaje de voz vía WhatsApp.
En la comunicación política las cosas han variado tremendamente, ahora tiene como principal vehículo las redes sociales. Guste o no los medios de comunicación tradicional (televisión, radio, prensa, alternativos, etc.) han pasado a segundo término. Los hábitos de consumo ahora son tan diferentes que se modificaron las inversiones publicitarias; los presupuestos ya se construyen con otras prioridades.
El reto para los gobiernos como el emisor en el proceso de comunicación es complejo, si a sexenios nos referimos creo que quien “pagó los platos rotos” fue Enrique Peña Nieto. Las redes sociales cobraron mayor relevancia e influencia a principios de su administración. En su momento y cuando nos gobernó Felipe Calderón apenas empezaba el “boom” de twitter y Facebook (por mencionar dos ejemplos) por lo cual tuvo baja relevancia en este sentido.
El mandato de Enrique Peña Nieto marcó su destino a través de las redes, el tema de los 43 jóvenes desaparecidos (asesinados) en Ayotzinapa o el escándalo de la “casa blanca” no hubiesen tenido tal impacto si no fuera por la exposición en estas herramientas. El mismo Andrés Manuel López Obrador las mencionó como las “benditas redes sociales” en su discurso en el Zócalo después de su triunfo en la pasada elección presidencial.
Ya que hablamos del presidente electo es importante señalar que la fuerza que tuvo en las redes durante su campaña se puede convertir en su principal debilidad. Hace tan solo unos días uno de sus hijos fue captado de turista en un lujoso hotel de España. No tendría absolutamente nada de malo que el hijo del Peje se hospedara donde le venga en gana, el problema se presenta cuando López Obrador ha criticado a hijos o familiares de otros mandatarios por situaciones similares al calificarlos de ostentosos.
También es común ver a Andrés Manuel, su equipo y esposa Blanca Gutiérrez sentirse ofendidos cuando se presenta alguna publicación sobre algún miembro de su familia, de verdad que poca memoria tienen, ya que cuando ellos criticaron hasta el cansancio el círculo íntimo de Peña Nieto y también hace años la de Calderón Hinojosa.
Andan tan sensibles que la revista Proceso difundió una crítica contra López Obrador y la reacción fue de tachar de derechista a este medio de comunicación y eso que hasta hace algunos meses festinaban cualquier publicación contra los anteriores mandatarios. Para colmo quien se asume como vocera; Beatriz Gutiérrez lo hace de manera errática culpando a todos menos a su esposo, la autocrítica desapareció, al paso que vamos con la actitud de la señora pareciera que estamos reviviendo a Martha Sahagún versión Cuarta Transformación.
Es a través de las redes sociales donde se cuestiona las decisiones del presidente electo y su círculo más cercano. Es ahí donde el país de nueva cuenta se volvió a polarizar y se dividió en dos: amar u odiar a López Obrador.
El discurso Andrés Manuel regresó al escenario de todo o nada, es decir si apoyas las decisiones que toma, entonces estás por el camino correcto, si por el contrario las cuestionas o criticas eres parte de la corrupción.
La historia nos ha dicho que la intolerancia jamás será buena consejera. ¡Cuidado!
Alejandro Caso Niebla es consultor en políticas públicas, comunicación y campañas; se ha desempeñado como vocero en la Secretaría de Hacienda y Secretaría de Desarrollo Social en el Gobierno Federal, así como Director de medios en la Presidencia de la República. También fungió como Director de Comunicación Social en el Gobierno del Estado de Baja California. @CasoAlejandro