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martes, octubre 1, 2024
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Pena de muerte

Con el aumento de la criminalidad en México, los criminólogos, psicólogos sociales, psiquiatras, penalistas, estadígrafos, sociólogos, penólogos, etcétera, se afanan por reencontrar los llamados controles sociales formales e informales, pero también buscan penas ejemplares lo suficientemente efectivas para detener la ola delincuencial que hoy nos azota.

Una corriente de pensamiento pragmático, hace esfuerzos por convencer a la sociedad mexicana de la necesidad de reimplantar la pena capital, como una salida viable para que vuelva a prevalecer el orden, la seguridad y la tranquilidad en México.

Argumentan los partidarios de esta corriente de pensamiento que hay que volver al periodo de la venganza pública, con los beneficios de la ejemplaridad que desanimen a quien quiera delinquir, sabedor de que el desobedecer un mandato grave, trae como consecuencia la muerte del autor del hecho ilícito.

Manifiestan también, que sostener en las cárceles a peligrosos delincuentes, no sólo es costoso sino además peligroso, porque el delincuente con frecuencia, no solamente reincide sino que además, lo hace realizando actos de mayor gravedad gracias a los “cursos” que otros reos más avanzados imparten a los novatos.

Los pragmatistas no ignoran que la pena de muerte en México fue abolida hasta el año 2005, generalmente se aplicaba cuando se trataba de delitos del orden militar.

“Muerto el perro, se acabó la rabia”, dicen los partidarios de esta corriente positivista. La pena máxima o pena capital o pena de muerte, es por naturaleza eliminatoria e irreversible; y se toma como la solución final al problema de la delincuencia, ahora que ha crecido tanto el llamado crimen organizado, a tal grado que se ha convertido en una de las causas principales de desestabilización del Estado mexicano. Basta con leer los diarios y revistas, locales y nacionales, incluyendo los medios electrónicos, para percatarnos que se está dando un baño de sangre a nivel nacional. Y no ha bastado con el aumento de penas y la creación de nuevos tipos penales para detener la embestida de este flagelo.

No obstante lo anterior, quienes nos afiliamos al humanismo penal, rechazamos vehementemente el volver a operar bajo los principios del Código de Manú, el Deuteronomio, el Código de Hammurabi, y otras antiguas filosofías y sistemas penales que han prevalecido a través de los siglos.

El error judicial por la misma naturaleza del ser humano es casi inevitable, el fracaso del pensamiento penal moderno tiene causas aún no estudiadas a fondo, cómo seguimos ignorando la naturaleza del fenómeno violento que trastoca el ser de un individuo o incluso de una comunidad, llegando a lo que conocemos como el linchamiento o justicia de propia mano.

La fuerza, la brutalidad sin reglas, la violencia ilícita, sin el debido procedimiento, la muerte bajo sospecha de haberse cometido un delito sin pruebas, justicia de propia mano para alimentar la sed de sangre de multitudes enardecidas. En lugar de mejorar la formación criminológica y criminalística de los actores encargados de que se apliquen los nuevos sistemas penales.

En conclusión, es con educación y práctica de los encargados del sistema penal como se debe combatir el delito, no alimentando la brutalidad de la respuesta del Estado con lo que se combate este mal social, cuyas causas (entre otras), tenemos que buscarlas en la impunidad, la corrupción de las autoridades, la inequitativa distribución de la riqueza, las adicciones, la ignorancia y la falta de salud en contra de las clases marginadas, requieren un examen cuidadoso para corregir estas carencias y luego debemos de pensar en que la investigación y persecución del delito quede en manos de individuos capaces, probos, encaminados por una mística de servicio social a favor de una mejor convivencia humana.

P.D. Dicen pseudo expertos, que ahora la pena de muerte ha dejado de ministrarse con crueldad por los productos químicos que ya existen y que producen una muerte indolora y que resulta más cruel mantener a un individuo 40 años en la cárcel que vivir unos momentos en que se administra la muerte del reo.

Cuando muere un hombre se acaba un mundo, negar el derecho a la vida es negar la razón de ser de la sociedad. Matar a otro semejante, aunque sea por el Estado, destruye siglos de esfuerzo para volver a la brutalidad, la barbarie y la razón de la existencia humana.

La vocación por la aplicación de la pena de muerte es fruto del hartazgo en que nos tiene la inseguridad, y que seguramente habrá que combatir si queremos vivir en una sociedad más humana, más ordenada, pacífica y justa, es retomar los caminos del derecho en lugar de la violencia.

 

Arnoldo Castilla es abogado y catedrático de la UABC.

Autor(a)

Redacción Zeta
Redacción Zeta
Redacción de www.zetatijuana.com
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