Los migrantes que integran la caravana de miles de personas que cruzan el territorio mexicano (7 mil, dicen las autoridades; 15 mil, afirman los centroamericanos), perdieron el miedo. El temor sería regresar a su país, donde los espera la violencia, la miseria y la falta de oportunidades. Están convencidos que llegarán a Tijuana, y de ahí como “una sola fuerza”, ingresarán a Estados Unidos, quiera o no el Presidente Trump. No importa si tienen que tirar la valla fronteriza. El futuro que visualizan no está ni en México, ni en Honduras, ni en El Salvador, ni en Guatemala. La fe y la esperanza que los motiva tiene un solo objetivo: comenzar una nueva vida en Norteamérica
Mapastepec, Chiapas.- Aunque extenuados por caminar un poco más de 140 kilómetros desde Ciudad Hidalgo (municipio de Suchiate, situado en el extremo sur de Chiapas en la frontera con Guatemala), los miles de migrantes centroamericanos que entraron a México en caravana no pierden la fe y la esperanza de llegar a Tijuana, Baja California, al otro extremo de un país que los ha acogido con total solidaridad, según lo afirman ellos mismos, excepto cuando fueron detenidos durante unas horas -el viernes 19 de octubre- por la Policía Federal, que llegó a emplear gases lacrimógenos y escudos antimotines para frenar su avance.
¿Por qué Tijuana? ¿Por qué no Ciudad Juárez, Chihuahua; o por qué no Nogales, Sonora; Colombia, Nuevo León; Piedras Negras, Coahuila; o Nuevo Laredo, Río Bravo, Reynosa o Matamoros, municipios fronterizos de Tamaulipas? Ninguno de los casi veinte migrantes entrevistados lo sabe; como tampoco lo saben los líderes visibles de la caravana -que salió de Honduras el pasado 13 de octubre-, hombres y mujeres que surgieron espontáneos al notar que la masa de personas comenzaba a caer en el caos.
Lo que sí saben (o al menos mostraban una gran confianza), es que al llegar a la frontera en Baja California, serán una sola “fuerza” (es la palabra que utilizaron varios), cuya meta será cruzar a como dé lugar hacia Estados Unidos, no importa si “tiran la valla” para lograr su objetivo, el único que traen en mente desde que salieron de sus países de origen, huyendo de la violencia, de la pobreza, de la falta de empleos y de oportunidades.
Los hondureños agregan una cereza más en el pastel: la “dictadura” encabezada por el Presidente Juan Orlando Hernández -un derechista al que sus compatriotas migrantes califican como “represor”, que les pide “papeles en regla” hasta para trabajar como albañiles o pepenadores-, cuyo mandato presidencial comenzó en enero de 2014, pero que se extendió para el período 2018-2022 y buscará reelegirse en ese mismo año, según prevén sus compatriotas que integran la caravana.
MÁS ALLÁ DE LA POBREZA EXTREMA O EL RACISMO
De por sí la pobreza en este lado chiapaneco es extrema, pero lo que viven los migrantes centroamericanos se podría calificar como lacerante. En sus bolsillos no traen ni una lempira hondureña (una moneda que vale alrededor de 24 veces menos que un dólar estadounidense, según el tipo de cambio). La minoría selecta puede pagar un hotel para pernoctar en cada municipio o población en la que van haciendo escala de su recorrido hacia Estados Unidos. Otros duermen en casas de campañas, pero la mayoría lo hace sobre pedazos de cartón o bultos de ropa sudada.
Los más no pueden comprar ni siquiera una botella con agua en los tendajones o a los vendedores ambulantes que pululan por la zona. Y si llegan a optar por algún producto para alimentarse, lo hacen por un refresco de cola, que les proporciona más energía y calorías que un pedazo de pan o una bolsa de papas fritas. Nadie sabe en realidad quién financia a la caravana migrante. Algunos aseguran que sus familiares que ya están en Estados Unidos les mandan un poco de dinero para sobrevivir en el trayecto.
Algunas fuentes -activistas o funcionarios mexicanos que solicitaron mantener el anonimato- acusan sin pruebas que fue el propio gobierno de Donald Trump el que inyectó una “considerable” suma de dinero para hacer que la masa de personas se movilice justo en el preludio de los elecciones del 6 de noviembre próximo, donde -según las encuestas- los republicanos podrían perder la Cámara de Representantes y que el Senado se quede, sin embargo, en el bando del partido que llevó al poder al magnate neoyorquino.
Quien no está de acuerdo con esta versión es el Vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, que afirmó que el Presidente de Honduras le informó que la caravana de migrantes que se dirige hacia EU fue “organizada por grupos de izquierda hondureños, financiada por Venezuela y enviada al norte para desafiar nuestra soberanía y nuestra frontera”, por lo que el gobierno estadounidense hará todo lo que esté en su poder para evitar que la masa de personas llegue a su territorio y “viole” la frontera sur de dicho país.
El éxodo de los centroamericanos hacia Estados Unidos es justo la “gasolina” que Trump requiere para alimentar su retórica racista y xenófoba -palabras más, palabras menos-, comentó Daniel, un migrante salvadoreño quien no quiere que lo estigmaticen por estar tatuado en gran parte de su cuerpo. Este joven escuchó de la caravana y adelantó la decisión -que ya había tomado con anterioridad- de salir de San Salvador con su esposa y sus dos pequeñas hijas, de 2 y 7 años de edad, menores que ataviadas sólo con ropa interior vagan por las pueblerinas calles de Mapastepec, bajo la mirada vigilante de sus padres.
En su país, a Daniel las pandillas le cobraban mil dólares al mes como “impuesto de guerra” por trabajar como tatuador “artístico”. Por eso afirma que no tiene miedo de llegar a Estados Unidos, ni de andar en lugares “ajenos”, ya que el mayor temor es regresar a El Salvador, donde le espera una muerte casi segura si no cumple con las exigencias de quienes lo extorsionan y le piden un dinero que no puede recabar. Dice tener “esperanza” de que la caravana sea un precedente para que todos sus compatriotas tengan las “puertas abiertas” del territorio estadounidense.
“El racismo no es un motivo para no echarle ganas a la vida. Uno debe demostrar que no eres lo que otros dicen”, responde Daniel a la pregunta del reportero sobre si Trump tiene razón de que entre los migrantes hay criminales, entre ellos muchos Maras Salvatrucha. El joven aprovecha para agradecer a quienes han mostrado su solidaridad y hospitalidad, “a los que nos ven como un mexicano más” y les ayudan dándoles alimento, agua, ropa y hasta un lugar donde pasar la noche.
En ello coincide Rafael, migrante hondureño que salió de San Pedro Sula para unirse a la caravana, acompañado de su esposa y de los cinco hijos de ambos, niños y niñas que han aguantado las largas y agotadoras jornadas diarias de hasta ocho horas caminando, pero que se ven felices, jugando en el suelo -en partes asfaltado y en partes de tierra-, mientras sus padres descansan acostados sobre un pedazo de cartón y bajo un delgado plástico utilizado como lona, para cubrirse a ratos de los rayos del sol o de la lluvia que cae a ratos y moja las pocas mudas de ropa y pertenencias que traen consigo.
En su país, Rafael era un mil usos: ayudante de albañil, cargador de furgonetas, o lo que cayera de trabajo para ir sobreviviendo. Al llegar a Estados Unidos, el hondureño asegura que apelan a la visión empresarial de Trump, ya que ellos podrían dar cosas a cambio, por ejemplo, que los migrantes están dispuestos a laborar en cualquier cosa que a los “güeros” no quieran o no les guste hacer. “Lo que me pongan lo hago”, afirma, para luego abundar que lo único que realmente quiere es que sus hijos “tengan un mejor futuro” y sean mejores que él, quien no tuvo oportunidades en su país de origen.
A Rafael parece gustarle estar informado y por ello comienza a hablar de política. Platica que Juan Orlando Hernández y su gobierno han recibido millones de dólares de ayuda financiera de Estados Unidos, pero, “¿dónde quedó ese dinero?”, se pregunta, para luego afirmar que fueron los políticos, “como siempre”, los que se quedaron el recurso que debería estar destinado, según el Departamento de Estado de Estados Unidos, para “apoyar el desarrollo de Honduras como una nación segura, democrática y próspera”, con el propósito de dar “esperanza a los hondureños para que puedan ver su futuro (allí) y no en otra parte”.
Según el Departamento de Estado norteamericano, el gobierno de dicho país tiene presupuestados 65 millones 750 mil dólares en ayuda a Honduras para el año fiscal 2019 (en 2017 fue de 58 millones de dólares). Sin embargo, Trump ha amenazado con cortar dichos recursos si el gobierno centroamericano no detiene a la caravana migrante que representa, afirma el magnate neoyorquino, “una amenaza de seguridad y emergencia nacional” para Estados Unidos, por lo que amagó con “enviar militares” a la frontera sur de su país.
Sin embargo, el reportero hondureño Denis Paredes -un hombre pulcro y bien vestido, quien también aprovechó el éxodo de sus paisanos para huir de la violencia y la falta de trabajo en su país-, refiere que el de la caravana migrante no es un tema político, sino de crisis humanitaria. El comunicador que laboró en W Televisión, JBM TV y NTC Noticias en Honduras, salió de San Pedro Sula a la una de la madrugada del lunes 22 de octubre, y se vino en un autobús que llegó a Huixtla, en medio de un aguacero, el miércoles 24.
Paredes, quien en Honduras dejó atrás a su hija y a su madre, no sabe hablar inglés, pero eso no le importa en el afán de llegar a Estados Unidos, ya que en su país no hay nada para sobrevivir y su profesión no la puede desempeñar, al no existir libertad alguna y “hay que callar” sobre los altos índices de pobreza y violencia con los que se vive en aquel territorio centroamericano.
El reportero plantea que el Presidente Juan Orlando Hernández pagó hasta 20 mil lempiras (unos 832 dólares) para que sus paisanos se quedaran en Honduras, “garantizándoles” empleo dentro de un plan que creó para la promoción de la agricultura familiar en zonas rurales. Sin embargo, el migrante prevé que los hondureños no aceptarán regresar a su país de origen, ya que desean llegar a Tijuana como “una sola fuerza” de casi 30 mil personas.
Paredes aseguró que hasta el miércoles 23 de octubre, 15 mil migrantes integraban la caravana en territorio mexicano, más los casi 2 mil que venían, de forma simultánea, cruzando territorio guatemalteco y que se prevé, crucen el puente internacional fronterizo Rodolfo Robles, situado al margen del Suchiate, río que marca la frontera occidental entre México y Guatemala.
LA VIDA SIGUE A PESAR DE LA ADVERSIDAD
Al momento de redactar este reportaje, la caravana se dirigía hacia el municipio de Pijijiapan. Un día antes estuvieron en Mapastepec, situado 47 kilómetros antes, el equivalente a nueve horas y media caminando. Según la propietaria de un tendajón situado a la entrada de la comunidad -cuya plaza central estuvo acordonada por las autoridades-, los migrantes llegaron en taxis, en autobuses, pero la mayoría lo hizo a pie.
Albergues de Tijuana, casi llenos y sin recursos
Sin concretar ayuda, autoridades se dicen “preocupadas y a la expectativa” sobre nuevo arribo de migrantes
Hace tres semanas, Luis Fernando -de origen guatemalteco- llegó a Tijuana luego de vivir cinco meses en Tapachula, Chiapas, con su esposa y su pequeño hijo que nació en territorio mexicano. La intención de este migrante y su familia, es la misma que la caravana centroamericana que actualmente se encuentra en tránsito por nuestro país: pedir asilo humanitario a autoridades de Estados Unidos.
Desde su llegada a esta ciudad, Luis Fernando y su familia se encuentran como refugiados en las instalaciones del albergue Juventud 200, ubicado en la Zona Norte de la ciudad y uno de los centros pro migrante que está preparándose ante la posible llegada de los centroamericanos, pese a estar al 70 por ciento de su capacidad.
“Nuestro albergue está casi lleno, no hemos dejado de ayudar a los migrantes. Recibimos a los deportados, a los mexicanos que vienen huyendo de Michoacán, y tenemos a centroamericanos que siempre llegan a esta frontera buscando una vida mejor para sus familias”, declaró José María Lara, coordinador del albergue.
Ante la expectativa de la llegada de la caravana centroamericana a Tijuana, Lara y representantes de otras asociaciones civiles que ayudan a los migrantes, se pronunciaron a favor de garantizar los derechos humanos y el trato digno al contingente que se encuentra en tránsito por nuestro país.
Exigieron a las autoridades brindar apoyo a las organizaciones civiles, dado a que los recursos con los que actualmente cuenta, no son ni serán suficientes para atender al gran número de migrantes que podría arribar a la entidad; se espera que la caravana llegue en pequeños grupos a Baja California en un lapso de 20 a 25 días.
El 13 de octubre, un grupo de hondureños partió de la ciudad de San Pedro Sula, en Honduras, con la meta final de llegar a la frontera entre México y Estados Unidos. El día 18, a caravana arribó al punto de internación de Ciudad Hidalgo, en el Estado de Chiapas, sumando a cerca de 6 mil hondureños, guatemaltecos y salvadoreños que intentarán solicitar asilo humanitario al gobierno de Donald Trump.
Posterior al posicionamiento que pronunciaron las organizaciones civiles, el titular de la Dirección Municipal de Atención al Migrante, César Palencia Chávez, sostuvo una reunión con representantes de los albergues para conocer la situación en la que actualmente se encuentran y qué les hace falta para recibir a la caravana de centroamericanos.
“Estamos preocupados porque se viene un número considerable de personas y estamos haciendo lo propio, hoy nos reunimos con representantes de los once albergues y asociaciones civiles, y estamos en una misma línea: preocupados, pero a la expectativa de lo que pueda suceder en las próximas semanas”, declaró el funcionario.
En los once albergues que actualmente continúan recibiendo a migrantes, se refugian cerca de 2 mil 500 personas en espera de asilo humanitario de Estados Unidos, entre hombres, mujeres, niños y personas de la tercera edad que por su cuenta se desplazaron desde sus lugares de origen hasta esta frontera.
Alianza Migrante propone alojar a centroamericanos en campamento a cielo abierto
Debido a que los albergues que asisten a migrantes en Tijuana se encuentran casi saturados, el líder de la asociación civil Alianza Migrante, Sergio Tamai, propuso instalar de nueva cuenta un campamento o albergue a “cielo abierto” para recibir a los miles de centroamericanos que podrían llegar en las próximas semanas a Baja California.
“Cuando llegaron los haitianos le insistimos a las autoridades en tener un campamento abierto, porque fue mucha la gente que llegó a esta ciudad. Los albergues siempre van a estar saturados, nunca van a ser suficientes”, expresó el activista.
En 2013, cuando el entonces XXI Ayuntamiento desalojó a los migrantes que vivían dentro de la canalización del Río Tijuana, mejor conocida como “El Bordo”, la asociación de Tamai los acogió e instalaron un campamento de migrantes en la plaza conocida como “El Mapita”, en la Zona Centro de Tijuana.
En aquella ocasión reunieron casi 800 personas, las cuales en primera instancia serían trasladadas a albergues o centros de rehabilitación por parte de la autoridad municipal, sin embargo, la mayoría se desplazó hasta la Zona Centro y optaron por quedarse en dicho campamento.
Sobre esta iniciativa, el titular de la Dirección Municipal de Atención al Migrante, César Palencia Chávez, declaró no estar de acuerdo porque no sería “lo idóneo para atender a los migrantes”, ya que vienen familias enteras con niños e incluso adultos mayores que merecen un lugar más digno para refugiarse. Lourdes Loza Romero
Los primeros grupos se concentraron en el parque central de Mapastepec, mientras que los siguientes fueron ocupando iglesias, una escuela, un salón de usos múltiples y la casa de la cultura. En ese lugar, la población (en especial católicos y cristianos) les brindaron su apoyo, regalándoles alimentos: tamales, caldo de pollo, arroz con frijoles y tortillas, picadillo, agua natural y de sabor. Lo que se pueda y alcance.
En módulos improvisados, largas filas de hasta 300 personas se formaban para recibir un plato de alimento, una muda de ropa, o una medicina otorgada por el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), una asesoría del Instituto Nacional de Migración (INM) o una atención médica de socorristas de la Cruz Roja Mexicana.
También había atención dental y de hidratación con Vida Suero Oral para los niños e infantes. En el fondo de la plaza principal de Mapastepec -población situada en la región del Soconusco-, música en vivo pone a bailar a un grupo de migrantes -muchos descalzos y con llagas en los pies- que disfrazan su dolor con un poco de alegría reflejada en sus rostros.
Otros pocos, le tiran piropos o le lanzan y cruzan profundas miradas con las bellas y jóvenes mujeres chiapanecas voluntarias. Los ojos del mundo están aquí. Algunos migrantes cansados de que les tomen fotos y video se cubren el rostro. Otros están felices porque los medios de comunicación internacionales (alemanes, estadounidenses, rusos y un largo etcétera) los entrevisten. Algunos hasta preguntan en dónde y cuándo saldrá el reportaje.
Otros aprovechan para pedir unas monedas a este reportero. Las usan para comprar cigarros sueltos que otro migrante vende al pasar con una cajetilla abierta. Entre la ropa sucia y mojada expandida por el suelo, se perciben sonrisas, rostros llenos de esperanza. Ni siquiera se preocupan cuando se les cuestiona sobre qué harán ante las inclemencias del clima en Tijuana. Se les comenta que allá, al otro lado del país, hace frío, y más en esta época. No les importa y reviran que ya verán cómo le hacen cuando lleguen.
Quizá pensando que alguien se apiadará y se solidarizará con ellos, como lo han hecho muchos chiapanecos al paso de la caravana, son menos los que se quejan, sobre todo los taxistas, quienes afirman que los migrantes han dejado toneladas de basura en los lugares donde han pernoctado.
“Vamos todos juntos a Tijuana, ya se nos quitó el miedo”, dice Juan, un joven hondureño que en San Pedro Sula dejó a su esposa y a sus dos hijos pequeños. Huye de la violencia. Allá ganaba 30 dólares al mes, trabajando en la agricultura. En su opinión, los mexicanos se han portado “muy bien”, no así como el Presidente de su país, quien, asegura, “boicoteó la caravana”. Sin embargo, tiene esperanza de que Trump los deje pasar a Estados Unidos.
Juan opina que las autoridades mexicanas (incluyendo Policía Federal, funcionarios del IMSS, CNDH, corporaciones policiacas locales del Mando Único, policías comunitarias, Protección Civil de Chiapas, INM y hasta socorristas de la Cruz Roja) se han portado “a todo dar” con ellos. En México el racismo parece sólo provenir de las redes sociales, de ningún lado más. En la realidad, la solidaridad es visible.
A otros dos jóvenes hondureños, Héctor y Javier – de 19 y 20 años de edad, respectivamente- los interrumpo mientras degustan un plato de picadillo con arroz y frijoles. Se ofrece disculpa por ello y les pregunto si está bueno. Casi frente a las mujeres que prepararon los alimentos, contestan un tímido “sí”, asentando la cabeza. Ellos no se conocían antes de la caravana. Sin embargo, se hicieron los mejores amigos durante el trayecto. Uno es de Santa Bárbara y otro de San Pedro Sula. En su país estaban a casi 100 kilómetros de distancia. Ahora son inseparables.
Ambos eran campesinos en Honduras. Javier dejó una niña pequeña. También a su mujer. Igual que Jesús, otro migrante hondureño que dejó a su familia, a su esposa y a sus hijos “chiquitos”, con “apenas tienen lo suficiente para sobrevivir”. Allá en su país chaponeaba las lujosas fincas de los ricos por ocho lempiras diarias (unos míseros 33 centavos de dólar).
Además de la pobreza y de las inclemencias del clima, el luto también ha empañado la caravana. Al menos seis migrantes guatemaltecos murieron en un accidente de tráfico en México la madrugada del domingo 21 de octubre, según informó el Ministerio de Relaciones Exteriores de Guatemala, lo cual aumenta a ocho el número total de fallecidos.
El lunes falleció un ciudadano hondureño de 25 años de edad, luego de caer de la parte trasera de un camión que lo transportaba hacia Huixtla. Y el 20 de octubre, otro hondureño murió en un accidente de tránsito en una carretera en Guatemala, de igual forma, al caer de un vehículo en movimiento.
POSTURAS ENCONTRADOS SOBRE LA MIGRACIÓN EN MÉXICO
El 21 de octubre, el Presidente electo Andrés Manuel López Obrador -quien tomará protesta el próximo 1 de diciembre- pidió a Manuel Velasco y a Rutilio Escandón, gobernador y mandatario electo de Chiapas -durante una gira de trabajo por aquella entidad-, que protejan a los migrantes centroamericanos que transitan por dicha entidad en su camino a Estados Unidos. Muy diferente al discurso del Presidente Enrique Peña Nieto, quien exhortó a los integrantes de la caravana que desistan, ya que de continuar avanzando “de manera ilegal, difícilmente podrán cumplir con su objetivo”.
“Hago un llamado respetuoso para que tengan claro que, de mantenerse en esta actitud, difícilmente podrán lograr su objetivo, sea de ingreso a los Estados Unidos o de permanencia en México”, dijo Peña Nieto en un video, para luego asegurar que solamente “al amparo de una migración y de un tratamiento legal al ingresar a nuestro país es como podrán tener eventualmente acceso a este derecho que nuestra Constitución consagra”.
En cambio, desde Tuxtla Gutiérrez, AMLO recalcó que habrá trabajo para los mexicanos y para los centroamericanos que lo necesiten. “¿Qué decimos en las familias? Que donde comen uno, comen dos. Eso es lo que vamos a llevar a cabo, esa solidaridad”, dijo ante sus simpatizantes.
“¡Quiero agradecer a México y a los líderes de México, que han sido increíbles! ¿Y saben por qué (detuvieron a los migrantes)? ¡Porque ahora México respeta el liderazgo de Estados Unidos!”, dijo, a su vez, Trump, durante un mitin político en Nevada, en el oeste del país.
“(A los migrantes) Decirles que cuentan con nosotros. Yo ofrecí a los centroamericanos pobres que salen de su país porque no tienen opciones, ofrecí visas de trabajo. ¿Por qué ofrezco eso?, porque va a haber trabajo para los mexicanos y para los centroamericanos en nuestra patria, en nuestro país”, señaló, en cambio, el político tabasqueño.
Quien no estuvo de acuerdo con López Obrador fue el gobernador de Nuevo León, Jaime Rodríguez Calderón “El Bronco”, quien el 23 de octubre declaró que su entidad no tiene la infraestructura para recibir a la caravana migrante y, en caso de que sus integrantes arriben, serán deportados a sus países de origen.
El ex candidato presidencial independiente agregó estar de acuerdo en algunos puntos que el Presidente de Estados Unidos resalta sobre la caravana migrante: “Creo que cuando damos demasiadas libertades la gente hace lo que le da la gana, les quitamos también oportunidades a los de aquí, es responsabilidad nuestra, si nos sobra, con mucho gusto, pero si nos falta, no”, abundó “El Bronco”.
EU ENDURECE POLÍTICA MIGRATORIA
El aumento de migrantes que buscan protección de los peligros que acechan en sus países -Honduras, Guatemala, El Salvador y hasta Venezuela- va en aumento. El año pasado, según cifras oficiales, 14 mil personas llegaron a México en esta condición, a pesar de que el país difícilmente cumple con la definición de un país seguro, ya que en 2017 tuvo el mayor número de muertes asociadas a la violencia en dos décadas.
Por otra parte, según datos del Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos, casi 400 mil personas fueron detenidas en la frontera sur de aquel país en el año fiscal 2018, que terminó el 30 de septiembre. Asimismo, la Patrulla Fronteriza detuvo a 16 mil 658 personas que viajaban en grupos familiares en septiembre, una cantidad récord. El número de detenciones excedió la cifra histórica anterior de 77 mil 857, del año fiscal 2016, indicó el diario The New York Times.
El mismo medio de comunicación recordó un dato importante: las víctimas de violencia doméstica, y en mucho menor grado, las de violencia de pandillas, que alguna vez calificaron para el asilo si podían comprobar que las autoridades en sus países de origen no habían podido o no habían estado dispuestas a protegerlos, ahora ya no lo pueden hacer, tal como lo anunció en junio el fiscal general estadounidense Jeff Sessions.
“Los cambios en la política han aumentado enormemente el número de solicitantes de asilo a los que se procesa penalmente conforme a la política de tolerancia cero, y han eliminado categorías importantes de persecución que ya no califican para el estatus de asilo. De acuerdo con esta política de mano dura, los solicitantes de asilo que ingresen a Estados Unidos sin presentarse primero ante las oficinas de la Patrulla Fronteriza deben ser procesados de manera automática. Con el Presidente Barack Obama, en cambio, sólo se les procesaba si se les había arrestado por cruzar la frontera ilegalmente en el pasado”, indicó el NYT.
Las cifras dadas por el rotativo se complementan con las de la organización para los derechos humanos en las Américas WOLA, la cual alertó que el flujo de migrantes hacia EU se encuentra en sus mínimos históricos desde la década de los 70 del siglo pasado, ello a pesar de las imágenes mostrando una marea de personas integrantes de la caravana cruzando por territorio mexicano.
PREOCUPAN NIÑOS MIGRANTES
A pesar de estas restricciones, de los alrededor de 7 mil centroamericanos que viajan en la caravana -según cifras oficiales dadas por el INM-, tan solo alrededor de 600 han solicitado ser repatriados. Los demás insisten en llegar a Tijuana y luego cruzar a Estados Unidos. Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y otras organizaciones humanitarias, el 25 por ciento de los viajeros son bebés y niños.
Para la mayoría de estos infantes es difícil entender qué están haciendo y lo que está en juego. El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF, por sus siglas en inglés) identificó a más de 2 mil 300 menores como parte de la caravana de migrantes que se encuentra en México y aseguró estar “muy preocupado por la seguridad e integridad de estos niños”.
La oficial de abogacía de UNICEF en México, Rocío Ortega, explicó que muchos de los niños que ha encontrado el equipo que viajó a Tapachula están enfermos. “El apoyo humanitario es lo que más urge a estos niños, muchos de ellos se quedan en Chiapas con sus padres, buscando refugio, pero muchos otros siguen y avanzan hacia el norte y van a requerir apoyo a lo largo de su viaje”, aseguró la funcionaria internacional para el medio La Voz de América.