En 1987, la pareja conformada por Kurt Russell y Goldie Hawn estelarizó una comedia en la cual un carpintero le daba una lección de vida a una millonaria déspota y egoísta para luego enamorarse de ella.
Con un guion nada extraordinario de Leslie Dixon, pero estupendamente bien dirigido por Gary Marshall, la película, en su momento, tuvo éxito en la taquilla, sin pasar a ser un parteaguas en el género ni mucho menos.
Y en vez de dejarla por la paz, ahora sí que en el pasado, Bob Fisher retoma el trabajo de Dixon y lo intenta de nuevo ahora con el mexicano Eugenio Derbez interpretando el rol de Leonardo, el poseedor de una fortuna que abusa de la nobleza de Kate (Anna Faris), a quien conoce porque está a cargo de limpiar su yate.
Como resultado de una de sus eternas fiestas, el hombre sufre un accidente y pierde la memoria, entonces toca el turno a Kate para vengarse de él, haciéndole creer que es su marido, que no tienen dinero y tienen tres hijos. Y tan-tan.
La película tiene por ahí a Jesús Ochoa, Omar Chaparro y Adrián Uribe para ponerle un poco de chispa a una nueva versión de una comedia que tampoco fue tan excepcional que digamos como para merecer una repetición (léase adaptación), aún más mediocre que la original.
Cómo medir este nivel de fracaso. La respuesta es sencilla: es más probable reírse con el tráiler, que en el cine cuando se está ante el largometraje completo.
Faris y Derbez están, además, lejos de ser como el binomio Hawn-Russell, y si el comparativo vale, es porque el referente está a la mano. A esta nueva pareja de plano le falta química, no hay chispa, las escenas humorísticas tienen todo menos buen sentido del humor y la historia, de por sí nada creíble, esta vez luce más forzada. Tal vez ahí está la hazaña de Fisher y compañía. Qué mal. *
Punto final.- “Han Solo”… A ver qué tan “Star Wars” se siente esto.