Escrita por Mitzi Vanessa Arreola y codirigida junto a Amir Galván, la película basada en la liberación de presos de la cárcel de Santa Martha Acatitla, entre los 70s y 80s, estrenó comercialmente ayer jueves 5 de abril con la distribución de Cinépolis. Ganadora de 10 Premios Ariel en 2017, cuenta con las actuaciones de Adrián Ladrón, Manuel Ojeda, Andoni García y Hernán Mendoza
Encarcelado en el penal de Santa Martha Acatitla por robo de autos, un joven de 20 años de apellido Zambrano, aspira a pertenecer al equipo de futbol americano “Los Perros”, promovido por las autoridades de la cárcel como ejemplo de readaptación, aunque también sea “La 4ta. Compañía” y tengan como objetivo perpetrar delitos por encargo que conllevan ser liberados con regularidad.
Protagonizada por Adrián Ladrón (“Güeros”), la historia está basada en hechos reales, sucedidos durante el sexenio de José López Portillo (1976-1982) y actualmente se encuentra en cartelera nacional mediante Cinépolis Distribución.
En la presentación oficial de la película, la codirectora y guionista Mitzi Vanessa Arreola, habló del origen de la historia que ganó el Premio del Jurado del Festival de Cine de Guadalajara (FICG) en 2016.
“Amir (Galván) la descubrió a partir de un trabajo escolar en el Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC), donde estudió. Justo hizo un ejercicio documental en el que trabajó un tema de cárceles con un personaje, un retrato, ahí descubrió esta historia, a él le corresponde el mérito de verificar que aquí había una historia magnifica para llevarla al cine y hacerla largometraje”, describió.
Dudosa en algún momento de que la anécdota fuera real, pues le impactó al percibirla extraordinaria y casi imposible, quien trabajó en el departamento de cámaras del documental “Presunto Culpable” (2008), disipó cualquier titubeo al obsesionarse con el cruce de datos históricos a partir de distintas fuentes y darse cuenta que en verdad fue algo que pasó en México y que todavía podría darse, así que complementó: “Son (acciones) financiadas por algún periodo o por un largo tiempo, pero siempre algún testigo o la verdad por su propia fuerza empuja y sale a relucir, y ahora nosotros podemos contarla”.
Del registro audiovisual que Galván hizo previamente e incluía varias horas de entrevista con su personaje, salió el hilo conductor de “La 4ta. Compañía”: Zambrano. “Él es el punto de vista del relato y a partir de ahí nosotros le dimos unos cuantos postulados actorales que Vanessa y yo compartimos en nuestra propia aproximación al cine, y que tienen que ver con lo que hemos considerado como un cine de iluminación. ¿Qué quiere decir esto? Que era muy importante para nosotros conocer absolutamente bien el universo que estábamos creando y hablarlo con autores, entonces había que hacer varias líneas de trabajo creativo y simultaneo, entre ellas la escritura del guion con investigación histórica, la observación antropológica y por supuesto la concepción fílmica y el estudio de los géneros que iba a tocar la película”, expuso el realizador que enseguida de poner en marcha todos los elementos que contempló, llegó a la fase más evidente y complicada: visitar la prisión.
“(Debíamos) Conocer esta cárcel y acércanos al mundo carcelario donde encontramos un grupo muy particular y muy especial al proceso creativo de esta película, que fue un grupo de teatro que ahora se convirtió en una compañía profesional en la penitenciaría de Santa Martha (Acatitla), donde básicamente nos compartieron sus vivencias y nosotros llevamos talleres a este lugar e iniciamos varios desde la realización cinematográfica hasta la interpretación actoral”, expuso.
“La 4ta. Compañía” representa la ópera prima de ambos cineastas que por la complejidad de la trama decidieron sumar aptitudes y capacidades para sacar adelante el nivel de manufactura que le dieron y enfrentar las dificultades que implicaban rodar dentro de la cárcel, ya que los tiempos de su plan de trabajo se modificarían. De esa experiencia, Galván comentó: “Hubo muchas etapas donde dirigimos de manera conjunta y poníamos cuatro ojos en el monitor en vez de dos, repartiendo tareas aleatoriamente, a veces la puesta en cámara la tomaba uno o el otro, eso finalmente sumó al asunto de la concentración. Filmar en una cárcel con funciones en terreno real implica una gran desconcentración, es bien difícil mantener la atención porque crear empatía con el escenario implica que todo el tiempo te están hablando y se están levantando. Es muy atípica la situación de una película dentro de la cárcel y era difícil concentrarse y llevar por buen camino el propio rodaje, más aún la contingencia, hubo un momento en que incluso nos comió un poco en términos del plan de trabajo y de la película”.
La consecuencia de ello fue filmar la película en unidades separadas de forma paralela, en la que cada una tenía un equipo técnico y actores, así quien terminaba primero se iba y ayudaba al otro, “eso ocurrió probablemente en la segunda mitad del largometraje de una manera muy recurrente por la complejidad, tradujimos ciertos códigos para trabajar en conjunto, donde la regla universal era la argumentación, es decir, cada uno tiene una aproximación propia al cine y el proceso creativo, pero siempre estuvo la película en primer criterio”.
Por su parte, los actores tuvieron como tareas adentrarse en una de las prisiones más peligrosas del mundo y haber cumplido un periodo previo de trabajo con los propios internos, siendo Adrián Ladrón y Manuel Ojeda quienes llevaron el mayor peso, pues el último interpreta a “Chaparro”, una de las autoridades que controlan la prisión.
Ladrón detalló qué tan actual es la trama que presenta “La 4ta. Compañía”. “Desafortunadamente esta película es vigente porque seguimos padeciendo muchos casos de corrupción en este país, ahora no solo hay un caso, hay muchos casos de abuso de poder en muchos estados de la República en este país y se vuelve necesaria la película en ese sentido. La película está plasmada en un hecho histórico fundamental en este país, porque me parece que se sembró una semilla cuyos frutos estamos recibiendo hoy en día. Es decir, cuando las instituciones gubernamentales empezaron a pactar abiertamente con el crimen organizado, que ha existido desde mucho tiempo atrás, pero no era un fenómeno tan visible. A partir de esta época y a través de la figura de Arturo Durazo -jefe policial de la Ciudad de México en esos años, conocido como “El Negro”- nos dimos cuenta del nivel de cinismo que puede permear a una figura de poder”.
Aunque lamentó que el paso de los años ha hecho mucho más grande y cruda la corrupción en el país, llegando a la mayoría de los mexicanos con mayor impotencia e indignación, quien por el papel de Zambrano fue reconocido en el FICG como Actor Iberoamericano, recalcó que la película es necesaria para hablarnos de dónde venimos, quiénes somos como sociedad y cuáles hechos nos marcaron, pero también para dimensionar la esperanza que hay entorno al arte y el deporte como factores de restructuración social.
“Hay que darnos cuenta que estos hechos de corrupción en el país pasan porque nosotros los hemos permitido, y seguirán si seguimos guardando silencio, entonces la película es un recordatorio de lo terrible que puede suceder si seguimos guardando silencio”, finalizó el actor.