Dirigida por Ernesto Contreras, la historia sobre el rescate de una lengua a través de sus dos últimos hablantes, competirá el 5 de junio en 16 categorías de los Premios Ariel, incluida la de Mejor Coactuación Masculina, donde por segundo año consecutivo figura el cachanilla Hoze Meléndez
Tuvo que pasar más de un año desde que “Sueño en Otro Idioma” se coronó con el Premio del Público del Festival de Cine de Sundance, hasta que llegó a las salas de México con el apoyo de Gussi Cinema. Sin embargo, su debut comercial cruzó en fechas con el anuncio de ser la favorita de la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas rumbo a los Premios Ariel, ya que fue postulada a 16 de las 24 categorías de la ceremonia que celebrará su edición 60 en el Palacio de Bellas Artes el próximo 5 de junio.
Actualmente en carteleras de Tijuana, la trama que tiene como base el rescate de una lengua ficticia llamada zikril, significa la segunda nominación consecutiva a Mejor Coactuación Masculina para el cachanilla Hoze Meléndez, quien el año pasado ganó la terna por su papel de Nin en “Almacenados”, mientras que tener candidaturas como Mejor Película, Guión Original y Fotografía, reforzó las razones por las que no se le debe dejar pasar en cartelera.
Desarrollándose en dos líneas de tiempo, “Sueño en Otro Idioma” sigue el pasado y presente de Isauro (Hoze Meléndez) y Evaristo (Juan Pablo de Santiago), habitantes y amigos de un pueblo en la selva veracruzana, cuya lengua puede desaparecer si no se reconcilian tras cincuenta años de no hablarse. Conseguir lo contrario es la tarea de Martín (Fernando Álvarez), un lingüista que buscará que ambos ancianos, interpretados en esa temporalidad por José Manuel Poncelis (Isauro) y Eligio Meléndez (Evaristo), vuelvan a tener contacto para grabar sus conversaciones y estudiar así la estructura del zikril.
La premisa que parece tener su fuerza en la importancia del dialecto, tomó su esencia de una historia real, pero con un guion de Carlos Contreras (“Parpados Azules”) cobró mayor profundidad para ramificarse en temáticas que van de la religión a la homosexualidad, la amistad, los prejuicios y la cultura.
En su presentación oficial, el director que antes estuvo a cargo de “Las Oscuras Primaveras”, dijo: “A mí me interesaba mucho que esta película no tuviera una etiqueta, que fuera una historia que hablara de seres humanos y de cómo nos presionamos para que más allá del género pudiera crear una conexión. Creo que estamos en tiempos en los que hay que adaptarnos y abrirnos a un montón de cosas, si bien la película ha estado en festivales con temática, nunca ha tenido la etiqueta de solo un nicho”.
Filmada hace dos años en un pueblo a los pies de la montaña veracruzana del municipio de San Andrés Tuxtla, conocido como Adolfo Ruiz Cortines, la película involucró a los propios habitantes de la región, quienes, según la producción, siempre se mostraron generosos con ellos, les dieron la bienvenida a sus casas y trabajaron como extras. Pero tuvieron un contexto menos favorecedor al enfrentarse a la naturaleza del hábitat, pues debieron olvidarse del ambiente descrito en el guion, donde el calor les provocaba sudor constante a los personajes y hacia que los rayos del sol se filtraran por las ramas, ya que se encontraron con una realidad opuesta en la que prevalecieron el frio, la lluvia, los mosquitos y neblina.
Director de fotografía de “Mexican Gangster” y “La Vida Inmoral de la Pareja Ideal”, Tonatiuh Martínez decidió aprovechar las variantes para darle personalidad a “Sueño en Otro Idioma” e, igual que con sus personajes y trama, manejar todo orgánicamente al punto de que el espectador no sintiera algo fuera de lugar, lo que consiguió pulcramente y resulta en una historia conmovedora que se puede leer en diferentes niveles y trasladar sus temas a lo universal.
Empatizar con el otro, tocar la puerta del arte para llevarle a la gente temas importantes mediante el cine, además de acercarlos al amor y amistad sin etiquetas, fueron parte de los objetivos que se planteó Ernesto Contreras desde el primer día de rodaje cuando, en medio de una lluvia incesante, pidió a toda la producción conectarse con la naturaleza y hacer del compromiso y pasión su empuje, sin tener presente que esos elementos formarían una película que trastoca al espectador y lo hace reflexionar en múltiples estadías a partir de un elemento ficticio: el zikril.