El repunte de ataques armados en Tijuana se resiente también en las instituciones de salud. Cruz Roja pasó de atender 57 baleados en enero de 2016, a 206 en el primer mes de 2018, mientras que el Hospital General destinó 1.6 millones de pesos en atender a 316 baleados en seis meses. Los costos operativos, el desabasto de sangre e insumos, el desgaste de paramédicos y personal médico, pero sobre todo la batalla por mantener con vida a quienes parecen marcados para terminar en la morgue, es el costo de la violencia en hospitales
Hace algunos años, los objetivos de ataques armados en Tijuana seguían un patrón fácil de reconocer: hombres, mujeres, familias, criminales, integrantes de clase media alta o alta en carros de reciente modelo, sorprendidos en fraccionamientos privados, gimnasios, restaurantes o plazas comerciales.
El perfil ha cambiado. Ahora la gran parte de los ataques se da en la periferia de la ciudad o en colonias marginadas, las víctimas son jóvenes de bajos niveles socioeconómicos atacados en la calle o dentro de viviendas, consumidores de estupefacientes o que se encontraban en puntos de venta de droga. Muchos sin familiares ni domicilio fijo.
Así lo narran paramédicos que en sus turnos de 24 horas atienden hasta ocho casos de personas baleadas. Muchas de las víctimas se encuentran sin vida cuando los socorristas llegan a las escenas del crimen.
La tendencia al alza inició a mediados de enero de 2018, mes que cerró con 189 homicidios dolosos, de los cuales 136 se cometieron con armas de fuego, así como con 120 personas heridas de bala.
Según cifras oficiales proporcionadas por la delegación de Cruz Roja en Tijuana, del 1 de enero al 7 de febrero de 2018, paramédicos de esta institución atendieron 206 reportes de heridos por proyectil de arma de fuego.
Tal cantidad es casi el doble de la registrada en el mismo periodo de 2017, cuando se llegó a 117 casos y triplica los 57 eventos de este tipo atendidos en el mismo periodo de 2016.
Mientras los eventos de alto impacto aumentan, el total de servicios prestados por ambulancias ha registrado una disminución con 3 mil 856 reportes del 1 de enero al 7 de febrero de 2018; 577 menos que en 2017 y 106 menos que en 2016.
Los 189 homicidios dolosos registrados el primer mes de 2018 superan las 104 víctimas contabilizadas en enero de 2017 y por más los 74 asesinatos perpetrados en 2016. Hasta el 8 de febrero, la Procuraduría General de Justicia del Estado (PGJE) reportó 233 homicidios dolosos en la ciudad.
Este incremento no solo ha impactado el trabajo de corporaciones policiacas, Servicio Médico Forense, peritos e investigadores; también el de personal de urgencias, desde socorristas hasta personal médico que los atiende en hospitales.
Libran una lucha a contracorriente, salvar las vidas de cientos de personas buscadas para ser asesinadas, algunas sobrevivientes de atentados, consumidoras de drogas o que forman parte de células delincuenciales, que parecen marcadas para terminar en la morgue.
Con estos factores presentes y conjugados en gran parte de las víctimas, 2017 cerró con mil 780 homicidios dolosos cometidos en Tijuana. La cifra tiene repercusiones en las instituciones de salud no solo en sus gastos operativos, también en el deterioro de ambulancias, en la insuficiencia de material médico y en el desgaste físico y emocional de su personal.
ZETA acompañó a técnicos en urgencias médicas de la Cruz Roja a atender estos reportes en algunas de las colonias más conflictivas de la ciudad. Expuestos a un escenario cada vez más violento, paramédicos mantienen su enfoque: moverse entre el tráfico, llegar hasta las víctimas, estabilizarlas y entregarlas con vida en hospitales.
SALVAMOS VIDAS, AUNQUE SEAN DE DELINCUENTES
Son las 7:24 pm del martes 6 de febrero y el reporte de un herido por proyectil de arma de fuego en la colonia Buenos Aires Sur, a 13 kilómetros de distancia de las instalaciones centrales de la Cruz Roja, llega al radio de las oficinas.
El supervisor sube a su camioneta e inicia el trayecto. Es una de las horas de mayor congestionamiento vial en la ciudad. Según cálculos de los socorristas, entre 3:00 y 8:00 pm reciben más reportes de este tipo, parece que los responsables buscan el tráfico para escapar de la Policía.
Como supervisor de Cruz Roja, Néstor se traslada a los eventos de alto impacto en la ciudad. El apuro por llegar aumenta cuando ni las sirenas hacen que los automovilistas se orillen sobre el Bulevar Casa Blanca.
El paramédico insiste en oprimir el botón de las torretas hasta que se abre paso y llega al cruce de las calles Purísima y Javier Mina, justo al estacionamiento de la dulcería Arcoíris, donde se refugió un hombre de 26 años de edad con un disparo en el brazo derecho.
De acuerdo con la narración del herido, un sujeto se le acercó y le disparó mientras caminaba a la dulcería. No cuenta con antecedente delictivos, pero ha sido detenido en los últimos dos años por faltas administrativas. Dijo dedicarse a la construcción, aunque admitió haber vendido globitos de droga hace unos años.
A las 7:43 pm, mientras la ambulancia es custodiada por una patrulla de la Policía Municipal y por el supervisor de Cruz Roja sobre la Vía Rápida Alamar, llega otro reporte de un herido de bala en la colonia Murúa.
El supervisor y una ambulancia se acercan a la zona, pero por protocolo de seguridad, esperan hasta que policías aseguren el área para poder ingresar y brindar atención.
Un hombre tirado sobre la calle Murúa Martínez de la colonia Murúa, está rodeado de paramédicos y policías que con lámparas alumbran la oscura calle en busca de casquillos.
Juan Manuel Natera “El Chamucho”, como autoridades de procuración de justicia identifican al herido, no deja de mover las piernas y los brazos.
Un balazo le atravesó la mano y uno más el tórax a la altura del pulmón, un disparo más se alojó en la pelvis y otro en el abdomen. El hombre de 35 años tiene registros de detenciones por portación de arma punzocortante, posesión de droga, robo con violencia, entre otros delitos.
Los paramédicos lo estabilizan, cortan sus ropas y comienzan a intervenirlo antes de trasladarlo al Hospital General envuelto en una manta térmica metálica. Según alcanzó a narrar, viajaba en una bicicleta cuando desde un vehículo le dispararon y cayó frente a una fábrica.
Apenas termina de realizar el traslado, a eso de las 8:20 pm, Néstor recibe otra llamada para atender a un herido de bala dentro de la Estancia Municipal de Infractores, adonde la Policía Municipal traslada a los detenidos por faltas administrativas.
Jorge Guzmán, de 31 años, está sentado en las escaleras de las instalaciones de Seguridad Pública, lugar al cual arribó a bordo de una bicicleta para pedir ayuda tras ser atacado en un puente ubicado a unos metros.
A pesar de que un disparo parece cortarle la respiración, el joven se mantiene sentado y consciente durante el tiempo que es intervenido por paramédicos, quienes le colocan un catéter en el antebrazo.
Una hora después, el turno continuó con el reporte de cuatro personas heridas de bala en la colonia La Morita. Para ello se trasladaron al sitio en cinco ambulancias, casi la mitad del total disponibles en Cruz Roja.
Dentro de una vivienda hechiza, de trozos de madera sobre la calle Lirio, socorristas atendieron a dos hombres heridos de bala, uno de 27 años, con registros de detenciones por portación de arma y posesión de la droga conocida como cristal. El otro lesionado es un hombre de 51 años que en 2004 sobrevivió a un ataque armado.
Mientras que una mujer de 55 años y otro hombre de edad similar, pero sin ser reconocido, fueron declarados sin signos vitales al interior del domicilio. En el lugar, policías localizaron 13 casquillos calibre .223 y 9 milímetros.
En el último año, los reportes de heridos por disparos aumentaron del 4 al 6 por ciento del total de llamadas de emergencia que recibe la Cruz Roja, indicó Alberto Quintana Hernández, director general de la delegación Tijuana, “nos afecta económicamente, más que por el costo del servicio de ambulancia, por la atención en el hospital. Es gente que viene muy delicada, si no fallece, requiere de cuidados intensivos y los gastos son muy altos”, refiere.
También en el último año, la Cruz Roja registró un caso de paciente herido de arma de fuego, cuya atención médica tuvo un costo de 250 mil pesos. Se trata de personas que no cubren las cuotas de recuperación, por lo que la institución no obtiene un reembolso por la atención brindada.
“Nuestra misión es salvar vidas, independientemente de las condiciones sociales de las personas, llámese delincuente, para nosotros es un paciente”, detalla el director.
Cuando se trata de pacientes relacionados con la delincuencia, personal de la Cruz Roja sabe que difícilmente podrán cobrar una cuota de recuperación, pero “no pensamos en lo que nos va a costar, solamente en salvarle la vida”, señala Quintana Hernández.
Un servicio de ambulancia tiene un costo promedio de 750 pesos. En 2017, la delegación de Cruz Roja ejerció una partida de 32 millones de pesos para ambulancias, entre combustible y mantenimiento de las unidades, sueldos de los paramédicos, camillas y medicamento.
En Tijuana, con su más de millón y medio de habitantes, Cruz Roja atiende casi el 90% de los servicios de emergencia. Para ello cuenta con 13 ambulancias que suman entre 125 y 170 servicios al día, atendidos por 45 paramédicos de planta y 30 suplentes.
El director general de Cruz Roja Tijuana indica que si bien no obtienen cuotas de recuperación en el grueso de los casos de baleados, el personal ha profesionalizado el servicio que brindan a través del Cuarto Rojo, un espacio de contención para atender exclusivamente a heridos por proyectil de arma de fuego. Cuando un paciente de este tipo está a punto de ser trasladado al hospital de la institución, suena una alarma que alerta a médicos, laboratorios, las áreas de tomografía y banco de sangre para que se reúnan en la sala de urgencias.
EL RIESGO PARA EL PERSONAL
Juan Carlos Méndez es coordinador de socorristas de Cruz Roja y desde hace años forma parte del equipo de la delegación Tijuana. A cargo de los casi 80 técnicos en urgencias médicas, habla de las repercusiones de atender eventos de alto impacto.
“Se incrementa el riesgo para el personal que responde a heridos por disparos de arma de fuego porque al estar involucradas arma de fuego, no sabemos si va a volver una balacera o fuego cruzado. Es la naturaleza en este tipo de servicios”, indica.
En cuanto al manejo de estas situaciones, plantea “manejar a pacientes con heridas de este tipo y sobre todo en cráneo y tórax, como hemos visto recientemente, que ponen en riesgo inmediato la vida, genera mucho estrés en el personal”.
Añade: “Genera un desgaste físico y emocional atender este tipo de servicios, y más el caso de múltiples personas lesionados. Se genera cierta tolerancia a manejar ese tipo de eventos, pero todo debe estar evaluado por nuestras áreas de psicología”.
Sin embargo, el temple de los socorristas es una línea medular de esta labor. “No puedes poner a una persona que se va a quebrar en medio del servicio. Quienes estamos en Cruz Roja, estamos por convicción institucional, porque creemos lo que la Cruz Roja es y a dónde quiere llegar”.
MÁS DE UN 1.5 MILLONES DE PESOS PARA ATENDER A BALEADOS EN HOSPITAL GENERAL
La información más reciente disponible, da cuenta que el Hospital General de Tijuana, que recibe a cerca del 90% de los baleados en la ciudad, atendió a 316 personas heridas por arma de fuego (26 mujeres y 290 hombres de 16 a 76 años de edad) entre enero y junio de 2017.
La atención a estos pacientes generó un costo de un millón 662 mil 59 pesos, incluidas cirugías, días de estancia hospitalaria, estudios de Rayos X, tomografías y transfusiones de sangre, sin contar material de curación ni medicamentos.
De los 316 pacientes que ingresaron al Hospital General de Tijuana, 152 requirieron intervención quirúrgica.
Al igual que Cruz Roja, la mayoría de estos pacientes no cubre las cuotas de recuperación, por lo que se trata de recursos que el hospital devenga sin que hasta el momento haya recibido una ampliación presupuestal para atender casos de este tipo.
Según Roberto Sanabia Orejel, urgenciólogo del Hospital General de Tijuana, el área de Urgencias recibe entre dos o tres heridos por disparos de arma de fuego.
“Hay un área de choque donde se ingresa al paciente, se revisa, la mayoría tiene heridas que ponen en riesgo la vida. Si el paciente está muy grave, se trata de estabilizar y se valora si requiere intervención quirúrgica, eso es en cuestión de minutos”, detalla.
“En menos de 20 minutos, puede estar siendo intervenido ya en quirófano, porque estamos muy acostumbrados a ese tipo de pacientes”, agrega.
Otra cuestión en la que el incremento de la violencia ha impactado en la atención hospitalaria, es el desabasto en el banco de sangre. Por paciente, explica el médico a cargo del área de Urgencias, se requieren de dos a cuatro bolsas de sangre, cada una de 250 milímetros.
“Es demasiada la sangre que se requiere para los baleados y no nada más bolsas de sangre, plasmas, plaquetas, hay otro tipo de hemoderivados o si necesitan terapia intensiva, reintervenirlos, medicamentos, intervenciones de médicos de distintas especialidades”, señala Sanabia Orejel.
Las carencias complican la situación. El área de Urgencias cuenta solo con 20 camas disponibles, tres médicos en el turno de la mañana, dos por la tarde y dos más por la noche, además de enfermeras y cerca de 12 estudiantes por turno.
“Si no llega a haber un espacio físico, se queda en la misma camilla de los paramédicos, porque no puede estar en una silla, necesita reposo absoluto”, asegura.
El médico observa que otra de las complicaciones para su personal es que gran parte de los pacientes que ingresan heridos de bala no cuentan con familiares que se responsabilicen de ellos, ya sea cuando se les da de alta o para encargarse de los trámites si es que fallecen.
LA COTIDIANIDAD DE LA VIOLENCIA
La tarde del sábado 27 de enero, el turno de la Cruz Roja parece tranquilo, tras un falso reporte de un herido de bala alrededor de las 5:00 pm. Es hasta las 8:21 pm que una ambulancia se traslada a la colonia Camino Verde para atender un reporte de lesionado por proyectil de arma de fuego.
Los conductores reconocen el sitio por el solo nombre de calle, Cañada Verde, donde han atendido varios reportes. El punto de referencia es una tienda Modelorama. Según los socorristas, en los últimos meses han sido recurrentes los puntos de ataques armados.
Al llegar al sitio ya se encuentran unidades de la Policía Municipal y de la PGJE, incluso los casquillos que marcan el camino que siguió el hombre perseguido, se encuentran marcados con conos.
Atravesó la calle, subió las escaleras del establecimiento e intentó refugiarse dentro. Cayó bocabajo detrás del mostrador, los balazos atravesaron refrigeradores y envases de comida. Se encuentra inmóvil.
Los paramédicos dejan sus maletas a un costado y uno de ellos se inclina para, sin mover al herido, tomarle el pulso e informar a policías lo que ya sabían: se encuentra sin vida. Frente a la tienda, un grupo de mujeres llora mientras es interrogado por policías.
Agentes municipales custodian el sitio y los paramédicos salen por debajo de la cinta amarilla. En la calle, la gente transita sin detenerse a observar. Desde una casa iluminada por las sirenas, se escucha el retumbe de una canción de rap que ambienta la escena del crimen:
¿Cuántas veces lo intentaron? Planearon, alertaron, pero nunca nos pudieron disparar. Se subieron, se bajaron, preguntaron, se callaron, pero en mi barrio nunca nadie va a hablar”.