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martes, octubre 1, 2024
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“Todos mis libros están llenos de monstruos”: Rosa Montero

La autora recibió el Premio Nacional de las Letras Españolas 2017 y entregó a Alfaguara la novela “La carne”. “Me interesa mucho la heterodoxia, todos mis libros están llenos de monstruos, dicho entre comillas, es decir, de gente heterodoxa, de gente no admitida”, expresó la narradora madrileña a ZETA       

Una de las autoras más importantes en lengua española es Rosa Montero, quien recientemente entregó la inquietante novela “La carne” (Alfaguara, 2017) y, por si fuera poco, recibió el Premio Nacional de las Letras Españolas 2017.

De acuerdo con el Jurado, el premio fue concedido a Montero por “su larga trayectoria novelística, periodística y ensayística, en la que ha demostrado brillantes actitudes literarias, y por la creación de un universo personal, cuya temática refleja sus compromisos vitales y existenciales, que ha sido calificado como la ética de la esperanza”.

Cabe destacar que el Premio es concedido anualmente por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte de España para distinguir el conjunto de la labor literaria de un autor español cuya obra sea considerada parte integrante del conjunto de la literatura ibérica actual escrita en cualquiera de las lenguas españolas.

“Lo del Premio ha sido impresionante porque yo no me lo esperaba. Ha sido maravilloso porque es el premio más importante de España, sobre toda la obra editada, ha sido una sensación como de un alivio, de una serenidad de repente”, expresó a ZETA la reconocida escritora que también se mostró accesible para platicar con este Semanario sobre su más reciente entrega.

 

La vejez, la infelicidad y la muerte

En “La carne”, Soledad, la protagonista, está a punto de cumplir 60 años de edad y está furiosa porque ha terminado su relación con un ex amante que era casado y mucho más joven que ella; pero lo que le pone más rabiosa es enterarse que él va a ir con su esposa al espectáculo “Tristán e Isolda”, una ópera que ha sido muy importante para ellos eróticamente.

Entonces, para coincidir en el teatro con su ex pareja, Soledad contrata a un gigoló (Adam, ruso, treintañero) como acompañante, por dos horas, a razón de 600 euros, para eventualmente ocasionarle celos a su ex novio; por supuesto, los planes no siempre son perfectos, por lo que Soledad y Adam empezarán una apasionada, y quizá peligrosa, relación.

¿Podrías hablarnos cómo surgió el tema de “La carne”? La pasión, vejez, infelicidad y la muerte deambulan por tu novela.

“Todos los escritores escribimos siempre sobre lo mismo; tú no escribes para enseñar nada, escribes para aprender, para poner un poco de luz en los temas que te obsesionan; entonces, yo soy una escritora esencialmente existencialista que habla obsesivamente de la muerte y del paso del tiempo, de lo que el tiempo nos hace y de lo que el tiempo nos deshace, porque vivir es irse deshaciendo en el tiempo.

“Mi primera novela la escribí hace 38 años (‘Crónica del desamor’, 1979), yo tenía 27 años cuando la publiqué y ya trata de eso, del paso del tiempo, del envejecer, de la muerte, que es lo mismo que trata ‘La carne’; o sea que no trato de eso porque tenga 60 años, sino porque uno empieza a envejecer desde la cuna. El tiempo te va desafiando desde la cuna, y qué es lo que hacemos frente a eso, ése el tema principal.

“Quería hacer un personaje, que podía ser un hombre o una mujer, al final fue una mujer, que estuviera llegando a los 60, una edad alta y que, por algunas razones, por las razones que fueran, sin haber tenido una relación sentimental verdadera y estable, y que entonces pueda empezar a decirse ‘a lo mejor me voy a morir sin conocer el amor’, yo quería investigar un poco qué dolor, qué herida, qué angustia podía sentir una persona en esas circunstancias.

“En el caso de mi protagonista, Soledad, ha tenido una vida difícil que ha llegado a eso, pero la mayoría de la gente es porque los humanos somos unos idiotas, porque no sabemos vivir, porque nos montamos la vida muy mal, porque hacemos de nuestra vida un disparate.

“Hay una frase maravillosa de Óscar Wilde: ‘Para la mayoría de nosotros la verdadera vida es la vida que no llevamos’, ¡es tremenda!, habla de la insatisfacción humana, de nuestra incapacidad para la vida verdadera, la vida que vivimos, y que siempre postergamos la felicidad para otro lado. Siempre decimos ‘bueno, seré feliz en cuanto encuentre trabajo’, ‘seré feliz cuando esté de vacaciones’, ‘seré feliz cuando tenga hijos’, ‘seré feliz cuando mis hijos se vayan de casa’; es decir, nunca llega el momento de la felicidad, no aprendemos a vivir con lo que tenemos, creemos siempre que hay algo más intenso esperándonos fuera. Entonces, esta novela trata de la manera en que los humanos nos hacemos de la vida un disparate, ésos fueron como los desencadenantes”.

 

Los escritores malditos

Soledad es una mujer casi sexagenaria, exitosa, comisaria de exposiciones de arte, que prepara la muestra “Escritores malditos” en la Biblioteca Nacional de España en Madrid; por supuesto, mientras Soledad y Adam dan rienda suelta a sus pasiones, la intelectual tendrá que lidiar también con el tema de los autores a incluir en la exposición multidisciplinaria que propone.

¿Por qué mezclaste el tema de la vejez de la protagonista con el de los escritores malditos?

“Porque ella se siente una maldita; mi protagonista, aunque es una mujer culta, una mujer con un relativo éxito en su profesión, es una mujer intelectual, no está mal de posición económica, tampoco es que sea rica pero está bien, pues a pesar de todo eso en realidad siempre se ha sentido toda su vida al borde de la exclusión social, al borde de ser un monstruo, al borde de ser una maldita.

“Al principio del libro hay una reunión en la Biblioteca Nacional en donde tiene una enemiga que es una malvada que la quiere quitar de su puesto, una colaboradora que le dice ‘¿qué es eso de malditos?’; entonces ella, Soledad, define lo que son los malditos:

“Ser maldito es saber que tu discurso no puede tener eco, porque no hay otros oídos que lleguen a entenderte. En esto se parece a la locura. Ser maldito es no coincidir con tu tiempo, con tu clase, con tu entorno, con tu lengua, con la cultura a la que se supone que perteneces. Ser maldito es desear ser como los demás pero no poder. Y querer que te quieran, pero sólo producir miedo o quizá risa. Ser maldito es no soportar la vida y sobre todo no soportarte a ti mismo”.

¿Por qué quisiste tratar el tema de los escritores malditos en una novela y no en un ensayo biográfico como en “Historias de mujeres” y “Pasiones”?

“Porque no me interesaba hacer un libro sobre malditos, en esos otros libros míos biográficos de ensayo han salido personas malditas, pero no me interesaba eso; lo que me interesa es hacer una novela en la que la protagonista se mira en esos malditos, me interesaba ese efecto, me interesaba que ella efectivamente se considerara una maldita más.

“Yo te diría que todos los sujetos de esos dos libros son malditos, en alguna manera, son gente heterodoxa, me interesa mucho la heterodoxia, todos mis libros están llenos de monstruos, dicho entre comillas, es decir, de gente heterodoxa, de gente no admitida, me interesa mucho, es un tema obsesivo y recurrente en mis novelas”.

 

“Las novelas nacen del mismo lugar de donde nacen los sueños”

Escuchar a Rosa Montero es sinónimo también de tener la oportunidad de ser testigo de una cátedra sobre creación literaria. Entonces, al platicar con ella, es crucial arrancarle algunos secretos sobre su ejercicio escritural, sobre todo considerando la estructura de capítulos cortos y vertiginosa, y el tono dramático e irónico de “La carne”.

¿Cómo define Rosa Montero la estructura y el tono de una novela?

“En una novela tan importante es lo que cuentas como la manera en que lo cuentas; es indistinguible, no puedes separar una cosa de la otra, y cuando empiezas, yo, por lo menos, lo primero que se me ocurre es la idea que es un germen, una idea pequeña, que yo lo llamo el huevecillo; lo segundo que se me ocurre es un poco no ya la estructura en lo preciso, pero sí cómo va a sonar la novela, cómo va a ser la novela, eso implica la voz narrativa en primer lugar, si va a ser una primera persona, un narrador omnisciente, si va a haber varios narradores, si va a ser en presente, en pasado, en segunda persona interpelando, si va a ser en presente continuo como ‘Historia del Rey transparente’, que es la más ambiciosa que he escrito; es un reto tremendo.

“Ya en ese momento sé, incluso intuyo, y no sé nada todavía más que el huevecillo, si va a ser una novela larga, intuyo más o menos qué tamaño va a tener, si va a tener diálogos; o sea que tú no lo ves en lo fino, pero casi puedes oír como la música de la novela y ves más o menos el efecto que quieres provocar, el efecto estructural, y es donde ya decides la estructura. Mis novelas unas son de una manera, otras son de otra, porque cada cual se adapta a lo que quieres contar.

“Por ejemplo, en ‘El corazón del Tártaro’ la estructura la vi desde el primer momento, sucede en 24 horas nada más, para mí las estructuras son importantísimas, soy muy arquitectónica; entonces, yo lo que quería era que el lector fuera cogiendo briznas de conocimiento de la novela y que no supiera, no pudiera ver el dibujo total hasta que no terminara la novela, un poco como los revelados de blanco y negro: tú metes el papel fotográfico ya con el químico en la cubeta y entonces van emergiendo manchas, hasta que no salen no sabes lo que son, pues ésa es la estructura de ‘El corazón del Tártaro’.

“Es una estructura que he usado tres veces, que es la de caja china, que es una visión del mundo dentro de otra visión del mundo; a medida que vas leyendo ese mundo lo tienes que ir recolocando, eso que estás viendo y que crees que conoces lo tienes que ir compensando con nuevos conocimientos hasta que al final es cuando sabes todo y tienes que pensarte otra vez la novela para atrás, porque ha habido un equívoco, durante toda la novela has estado mirando donde no debías mirar, ése es el efecto que buscas; cada vez vas abriendo como otra caja con una información que recoloca lo que has visto, otra caja con otra caja, hasta el final.

“Y el tono se ve ya desde el primer momento, el tono está en esa primera mirada, si va a ser obsesivo; cuando decides hacer una primera persona es un tono muchísimo más íntimo; cuando decides hacer una primera persona como en ‘Historia del Rey transparente’, en presente continuo, es un tono vertiginoso, es un tono que casi te obliga a ir detrás de eso; o sea, ese tono se ve ya en ese primer momento, entonces lo ves, tú no lo decides, es como si viniera.

“En realidad, las novelas nacen del mismo lugar de donde nacen los sueños: del inconsciente; entonces, tú no decides la historia, la historia te escoge a ti y ya viene con esa tonalidad. Lo que luego tienes que saber hacer es tener el oficio suficiente para transformar eso en algo que el lector lo perciba así; eso es oficio, y eso se va ganando con el tiempo”.

 

“Somos producto de un montón de circunstancias”

Rosa Montero también se refirió en entrevista con este Semanario al contexto y crisis españoles de los últimos años que se asoma en algunos pasajes de  “La carne”, territorio y tiempo desde donde escribe.

“La fuente de la literatura es la vida, la crisis puede aparecer como algo secundario, que es como aparece aquí en ‘La carne’, claro, forma parte del decorado; si es español y está en un momento de la crisis pues aparece, cada escritor escribe desde todo lo que es, desde todo lo que ha leído, desde todo lo que ha vivido, desde el hecho de tener hermanos o no tener hermanos, porque la visión del mundo es distinta, sana o enfermiza, porque tu visión del mundo es distinta absolutamente de todo; esos millones de circunstancias que componen tu vida, que también es tu sociedad en un momento determinado, tu edad, pues te da una visión del mundo, y desde esa visión del mundo escribes las novelas.

“Entonces, son influencias que no necesariamente eres solo en esta sociedad cada vez más intercomunicada, no solamente escribes como un español, porque por ejemplo tú puedes tener unas influencias culturales de tus libros y tus lecturas que sean más francesas, y eso también está; o sea, que hay escritores, aunque sean españoles, que son menos españoles; por ejemplo, Javier Marías es poco español, Javier Marías tiene una mayor influencia centroeuropea, te diría yo que española, porque somos producto de un montón de circunstancias”.

Autor(a)

Enrique Mendoza
Enrique Mendoza
Estudió Comunicación en UABC Campus Tijuana. Premio Estatal de Literatura 2022-2023 en Baja California en la categoría de Periodismo Cultural. Autor del libro “Poetas de frontera. Anécdotas y otros diálogos con poetas tijuanenses nacidos en las décadas de 1940 y 1950”. Periodista cultural en Semanario ZETA de 2004 a la fecha.
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